Home » El nuevo orden mundial

El nuevo orden mundial

La Presidencia de Donald Trump sacudirá al mundo; empezando por México.

La disyuntiva es muy clara: la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca puede ser, o el último suspiro de la era del Estados Unidos imperial, o bien un completo fracaso.

Para empezar, su promesa de Make America Great Again es simplemente irrealizable. Desde hace un par de años China es ya la economía número uno del mundo. Luego de cerca de 140 años en que Estados Unidos fue el país con el G.D.P. más alto del planeta, desde el 2015 China tiene ya una fuerza económica mayor. Si por más de una generación Estados Unidos representaba una cuarta parte de la economía global, desde hace algunos años ha sido China el motor en la generación de riqueza en el planeta.

Tanto por las raíces milenarias de su civilización, como por el poder de su propia demografía, así como su creciente influencia en casi todas las economías del mundo —incluida la de Estados Unidos—, resulta virtualmente imposible que Estados Unidos recupere esa posición.

Además, salvo que opte por la vía militar —es específico a través del uso de sus armas atómicas, la Administración Trump contará con muy pocos elementos para enfrentar el enorme rechazo que generaron entre la grandes mayorías en la “comunidad internacional” sus principales tesis de campaña: racismo y intolerancia, xenofobia y aislacionismo económico.

Por supuesto que Estados Unidos sigue siendo una potencia económica formidable (aunque en la última generación su crecimiento económico haya sido menor al 2 por ciento anual, tres o cuatro veces menor que el de China). Por supuesto que el triunfo electoral de Trump puede detonar el despertar de fuerzas políticas afines a su agenda en otros países (como el Reino Unido, Francia y algunos otros del norte de Europa). Por supuesto que con el regreso de la visión de una America imperial, la Administración Trump contará con los recursos para aplastar económica, política y militarmente (y quizá anímicamente) a países como México y otros más al sur de la gran muralla con que Trump cumplirá su promesa de campaña más coreada por su base electoral.

La victoria en las urnas del empresario y estrella de la farándula Americana se debió a una serie de factores que van desde la falta de carisma de su contrincante, su habilidad para entusiasmar a los segmentos más radicales y primitivos de la sociedad estadounidense, su magia en el manejo de medios y, quizá de manera central, su capacidad de construir un mensaje atractivo para amplios grupos sociales que están hartos de la política convencional, que añoran el modelo económico industrial de hace medio siglo y de la globalización quieren todos beneficios pero ninguno de los costos.

Así, incapaz de recuperar el indudable liderazgo económico que Estados Unidos tuvo mundialmente después de la Segunda Guerra Mundial (justamente la generación que define al multimillonario de 70 años de edad), el Presidente Trump tiene en México —como lo tuvo a lo largo de toda su campaña— un blanco fácil para canalizar los sentimientos, frustraciones de los grupos sociales que lo llevaron al poder.

Por ello no será una sorpresa si su campaña para Make America Great Again empieza con una encendida retórica contra los mexicanos, a quienes pretendió definir como “violadores” y criminales, aunque representan una comunidad de más de 35 millones de personas que trabajan, estudian y prosperan económicamente, aunque tienen un muy débil músculo político. Justamente por eso, Trump anunció que comenzará su mandato deportando a “dos o hasta tres millones” de inmigrantes “ilegales”, de los cuales buena parte serían mexicanos. Utilizar a un grupo social con poca capacidad de presión social como chivo expiatorio es, por supuesto, el truco más viejo del libro de los liderazgos autoritarios.

Y luego vendrá el Nafta. Un acuerdo comercial que en más de 20 años nunca logro satisfacer las promesas de prosperidad compartida con que fue vendido, tanto en México como en Canadá y particularmente Estados Unidos, es otro blanco fácil para la retórica del nuevo líder del mundo libre. Que la ofensiva anti Nafta vaya contra la agenda pro libre comercio del G.O.P. tradicional, o perjudique directamente a grandes transnacionales, es un asunto que poco importó al Presidente electo Trump. La bandera del populismo económico era demasiado buena para no tomarla, sobre todo el Rust Belt. Y además, en el caso particular de México resulta relativamente barata.

Si luego de dos décadas ni los tomateros mexicanos, ni los productores de lácteos leguminosas, o para estos efectos ni el propio Gobierno Mexicano lograron legitimar su agenda de intereses al interior de las comunidades de inmigrantes, es claro que lo que ahora dicen que van a hacer —hablar bien del libre comercio y que los consulados contesten el teléfono— entra, si acaso, en la lógica de control de daños. Después de todo, un tratado comercial que no logró echar raíces en las sociedades en que surgió, es claramente vulnerable a los efectos de los vientos de la política.

En ese contexto, la muralla de Trump, la renegociación forzada del TLC y la deportación de inmigrantes con antecedentes penales (adicionales a los 2.3 millones que ya deportó Obama) son tres promesas que el nuevo presidente puede cumplir sin mayores costos. Otra cosa será si decide dejar destapada la caja del odio y el racismo que definieron su campaña. En ese marco, el verdadero valor de las protestas del 9 de noviembre no es la negación ante un hecho consumado —la victoria electoral de Trump—, sino el sentar un precedente fundamental de cara a los años que nos esperan: desde el primero momento millones de estadounidenses dejado muy claro que no están de acuerdo con las propuestas de campaña de su próximo presidente. Después de todo, la democracia no es un tema que se agote en visitar las urnas cada 4 años.

Allí, en la alianza con esa parte de la sociedad estadounidense, se asoma una oportunidad fundamental para la comunidad Latina. El rescate de los valores que dieron vida a este país, la defensa de la ley serán herramientas centrales en la defensa de sus familias, de su trabajo.

Los efectos del tsunami que llevará al señor Trump a la Casa Blanca no se limitarán en su ofensiva contra los mexicanos. Su retórica anti Islam avivará la hoguera del terrorismo con base en el Medio Oriente, y sin duda tanto en China como los grandes intereses económicos detrás de la globalización, Trump y su gran ego se toparán pronto con un muro bastante más contundente que su barda fronteriza.

Please follow and like us:
Pin Share
Tags
RSS
Follow by Email