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2020: El tema de género es lo principal

Nunca se trató de un asunto de magia o adivinanzas. Para descubrir que los temas de género deben ocupar el sitio principal en la agenda de nuestro tiempo, basta con pasar por la vida con ojos y oídos abiertos.

 

Hace casi 10 años, en una improvisada entrevista le preguntaron a la Secretaria de Estado estadounidense por qué en todas sus giras internacionales insistía en colocar el empoderamiento femenino como una prioridad en la agenda de cada país que visitaba. “Muy sencillo, porque los grandes desafíos cruzan hoy por el tema de género”. Economía, política, seguridad, medio ambiente, todo pasa por un asunto que en sí mismo involucra directamente a al menos la mitad de población del planeta.

 

Como en las historias literarias, grandes fuerzas del universo se alinean para sacudir la vida de un personaje central –generalmente pequeño y vulnerable—, cuyos sentimientos y aventuras acompañamos como lectores, hoy queda bastante claro que el destino de nuestra especie dependerá de la manera en que seamos capaces de atender problemas como la violencia contra las mujeres, la inequidad en las oportunidades económicas, la poderosa cultura del machismo y el abuso de poder.

 

Es cierto que en quizás la mayoría de los países las niñas y jóvenes obtienen ya mejores resultados académicos que los varones; es verdad que en buena parte de las llamadas economías emergentes, ha aumentado notablemente la proporción de mujeres en espacios de liderazgo político; incluso en el universo de las grandes corporaciones comienza a disminuir la brecha entre el pago entre ejecutivos hombres y mujeres.

 

La mutilación genital femenina, los feminicidios, la discriminación (sobre todo contra las mujeres pobres y de color de piel obscuro) y una amplia gama de conductas relacionadas con la cultura machista y autoritaria que ha sido predominante a lo largo de los siglos en la mayor parte del planeta siguen siendo una realidad a las puertas de entrada a la tercera década del tercer milenio.

 

Los problemas siguen siendo muchos y en muchos lados, sin embargo, también hay claras señales de que un cambio de era está en proceso. Desde la propia cultura de masas en que las princesas decorativas son un pobre modelo ante las nuevas heroínas con capacidad de vencer a los peores monstruos y realizar sus propios sueños, hasta la vida política en donde el dueño de los concursos de belleza tradicional ha sido descubierto como un personaje vulgar, caricatura de galán, un abusador que quiere ocultar con dinero sus escándalos sexuales.

 

Del #MeToo a las urnas

 

Si bien la ola del empoderamiento de las mujeres parece un fenómeno social imposible de detener, el 20-20 estará marcado por varias encrucijadas importantes en este tema. Quizá la fundamental ocurrirá el primer martes de noviembre durante la elección presidencial de Estados Unidos.

Luego de que el movimiento #MeToo logró ocupar el centro de la agenda social en buena parte del planeta, la presión contra los liderazgos más primitivos y burdamente abusivos –leáse tipo el personaje del peluquín de colores–, el tema de género se ha mantenido como una prioridad en la mayor parte de los países.

Más allá de la capacidad del presidente Trump para convertir la política de su país en una especie de espectáculo del mundo del entretenimiento en el que ha sabido navegar de escándalo en escándalo apoyándose en los peores prejuicios de su generación (the angry old white man), el aislacionismo extremo y un populismo de derechas, sin duda el factor género será clave en el resultado de las elecciones.

 

Genio de la autopromoción, la manipulación pública y la fabricación de una especie realidad alterna en la que ni los valores ni los hechos tienen cabida, el candidato Trump puede enfrentar en el electorado femenino blanco, de clase media y filiación evangélica la principal caída de apoyo entre su base electoral.

 

Además del proceso de impeachment que lo muestra como un personaje tramposo que es capaz de aliarse con lo que fue el viejo bloque comunista para tratar de fastidiar a sus enemigos internos, sus desplantes contra niños migrantes, sus ataques a los Dreamers son dos temas que han sido particularmente mal recibidos por la opinión pública estadounidense.

 

Si a eso se agrega una posible candidata demócrata –Elizabeth Warren–, y un eventual regreso al escenario de Hillary Clinton, quién lo señaló como títere de Putin en el anterior proceso electoral, es claro que una eventual derrota de uno de una de las figuras más asociadas con la discriminación de las mujeres sería un claro símbolo del avance en materia de género a nivel global.

 

Pañoletas verdes en tierras machistas

 

Las de México, Argentina, Bolivia, Chile y España son sociedades que actualmente viven la efervescencia de diversos movimientos sociales que han sacado a las calles y plazas grandes multitudes, sobre todo de jóvenes, con distinto tipo de reclamos.

 

En el marco de un realineamiento político regional –América Latina sin Fidel Castro, con un Lula libre pero ampliamente asociado con la corrupción de sus más cercanos y con la Venezuela post Chávez en franco estado de descomposición–, la silla del nuevo gran caudillo de las izquierdas parece reservada para el presidente de México.

 

De izquierdas en su agenda económica –disminuir la inequidad es donde pone su capital político y el dinero grande de su gobierno–, el presidente López Obrador parece más afín a una agenda cristiana (evangélica) en los temas sociales.  Ni la despenalización del aborto, el combate a la violencia de género o la legalización de la marihuana han sido sus banderas favoritas.

 

La irrupción en la agenda pública mexicana de diversos grupos feministas –jóvenes y universitarias la mayoría–, quienes a gritos e incluso vandalizando diversos espacios públicos repudian los feminicidios –9 diarios en el país–, y reclaman el fin del acoso y la violencia contra las mujeres, en un tema que ha desconcertado a la clase política convencional.

 

Algo similar ocurre en Chile y Argentina, donde junto con los reclamos contra “el neoliberalismo”, la agenda de género también se ha ido apoderando de las calles y la agenda pública de esos países.

 

Ciertamente en la otra mitad de América Latina –tan solo Brasil lo es en varios sentidos–, las expresiones sociales a favor de la equidad de género no han alcanzado el volumen que en México y el propio Estados Unidos. Considerando la relevancia que el tema tiene para el desarrollo económico, social y político de todas las sociedades, seguramente pronto lo harán.

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