Cuando Laura Agorreca habla de renuncia no se refiere a las ganas de darse por vencido, sino del peaje pagado por todo aquel que lucha en serio, ya que para encender una revolución —una de verdad— es preciso abandonar el ego, los privilegios, los miedos e incluso los lazos afectivos. “Es un camino difícil y, por ello, lo transitan muy pocos. De esto y otras cosas trata la obra teatral La compañera”.
A la actriz y directora argentina siempre la ha intrigado por qué ciertos personajes, pese a sus sacrificios, no figuran en la historia oficial, y la única respuesta que encuentra es que hay quienes en su afán de enmendar lo malo del mundo lo abandonan todo, y ello incluye el protagonismo; “sin embargo, sus relatos deben rescatarse a fin de que el poder no termine por moldear nuestra memoria”.
De esta convicción surge La compañera, puesta en escena donde una niña chilena, cuya tarea es exponer logros de algún héroe nacional, cuenta la vida de su madre: Cecilia Magni, mejor conocida como la Comandanta Tamara, una mujer que participó en el atentado contra Pinochet y que murió torturada. Pero ¿cómo hablar en la escuela de alguien borrada de los libros de texto?, ¿cómo reivindicar a quien luchó contra la injusticia de Estado cuando el encargado de dictaminar qué es justo y qué no, es precisamente el gobierno?
La idea de escribir esta obra —que se estrenará el 8 de mayo en las redes del Museo del Chopo— surgió en 2018, cuando Laura Agorreca y Carla Romero Martínez comenzaron a platicar sobre las dictaduras y su impronta en Latinoamérica. “Para mí, como argentina, y para ella como chilena, la palabra dictador tiene un peso muy distinto al que tendría para un mexicano, y en eso nos parecemos la gente del Sur, pero a nadie en Hispanoamérica le es indiferente la tiranía; todos los países de la región la han padecido de alguna forma y, por lo mismo, saben que hay cosas que no se quieren contar”.
Aunque pueda parecer algo sepultado hace décadas, para Agorreca la sombra dictatorial es alargada y explica fenómenos como los estallidos sociales de octubre de 2019 en Chile, o los de hoy en Colombia, pero también esta convicción tan latinoamericana de que juntos podemos enderezar lo más torcido, como se decía aquella canción de Sergio Ortega y la banda Quilapayún compuesta en 1973, justo tras el golpe de Pinochet, y que iniciaba así: De pie, luchar, que vamos va a triunfar./ Avanzan ya banderas de unidad,/ y tú vendrás marchando junto a mí/ y así verás tu canto y tu bandera florecer.
¿Por qué llamar a esta pieza La compañera?, pregunta la actriz. “Porque así se le nombraba en las guerrillas a la mujer que tomaba las armas, y así se le dice a una pareja sentimental —La Comandanta Tamara fue ambas cosas—. También así se le llama a quienes van en la misma escuela (como las protagonistas de la obra) y si nos vamos a la gestación del guion, éste surgió de mi encuentro con Carla hace tres años, ya que después de esa charla ambas nos pusimos a escribir. Todo lo relacionado con este proyecto grita compañerismo”.
Nombrar lo invisibilizado
En España se hizo el conteo: en los libros de texto el 96.5 de los protagonistas de la historia son hombres, pues las mujeres son consistentemente invisibilizadas. No se ha hecho otro listado tan acucioso en Iberoamérica, pero se estima que tal disparidad escolar de género es más o menos igual en el resto de los países hispanos.
“La figura de la Comandante Tamara siempre me ha intrigado: ella fue una mujer de la más alta alcurnia chilena y abandonó todos sus privilegios para tomar las armas y luchar, y lo mismo hizo con su hija de dos años, a quien dejó bajo cuidado de su padre y sólo volvió a verla en sesiones de cinco minutos una decena de veces más. A eso me refiero al hablar de las renuncias que exige el salir a luchar”.
Que el eje de la obra sea esta guerrillera y la protagonista, su hija, no es casual. “La historia ha borrado de los libros a tantas mujeres que, si no nos nombramos nosotras mismas, ¿quién más lo hará? Al perpetuar estos relatos vía el boca a boca —ya que en las escuelas no se hace en papel y tinta, ni en las pizarras—, es como damos peso a estas figuras femeninas que nos han querido invisibilizar”.
Por plantear esta dicotomía entre aquello a lo que nos aferramos y eso que dejamos atrás, la obra más allá de ser un relato de héroes y villanos es una radiografía de las pasiones humanas. Por un lado, comprendemos a la guerrillera que deja a su familia para defenestrar a un tirano —o al menos lo intenta— y por el otro comprendemos a la niña que se siente abandonada por su mamá.
“La historia oficial lo que hace es darnos héroes en un pedestal cuya vida cabe en el reverso de una estampita, en una suerte de hagiografía fantasiosa. Esta obra de teatro de teatro, aunque es una biografía ficcionada, los personajes se muestran humanos, con sus aciertos y sus errores, pues así somos todos en realidad”.
El estreno digital de la obra La compañera tendrá lugar el sábado 8 de mayo a las siete de la noche en el Facebook Live del Museo Universitario del Chopo. También habrá funciones el 9, 15 y 16 del mismo mes a las 19 horas. Quienes participan en el proyecto se conectarán desde Argentina, Chile y México para lograr una experiencia en tiempo real, sin importar fronteras.