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Hillary

Por Constanza Soria

Si bien es cierto que los procesos electorales en un país siempre presentan nuevos escenarios a pesar de enfrentarse fuerzas políticas tradicionales, las inesperadas tendencias en las votaciones recientes dejan ver divisiones entre la sociedad estadounidense que van más allá de las diferentes visiones de nación que propone cada partido.

Incluso dentro de cada instituto político, los desencuentros son evidentes. Después de las elecciones primarias del cuarto Supermartes, en que la ventaja de Hillary Clinton y Donald Trump parecen definitivas, ninguno de los precandidatos de sus partidos se bajó de la contienda para allanarles el camino hacia la candidatura presidencial.

Los votantes están muy divididos en sus preferencias. Los estudios de opinión y las encuestas proliferan, es evidente la necesidad de entender el fenómeno del ascenso desproporcionado en la popularidad de un candidato que a todas luces no esta preparado para gobernar y que no deja de vencer a sus oponentes a pesar de sus muestras de ignorancia en cuanto a los temas fundamentales que aquejan a la nación, en política exterior y su misoginia galopante.

Un estudio reciente del PEW Research Center demuestra que los seguidores del GOP están convencidos de que la vida para ellos ha empeorado en los últimos 50 años, y son pesimistas acerca del futuro de la nación y su frustración los lleva a apoyar a un precandidato que a todas luces tiene una actitud beligerante en contra de los inmigrantes.

Mientras tanto Hilary ha estado nadando a contracorriente en un río de testosterona. Pero no ha sido sólo a partir de que inició su campaña, desde siempre su personalidad ha incomodado a los hombres que se sienten amenazados ante una mujer inteligente y fuerte. Hay quienes insisten en que juegue la carta de ser mujer, de ser abuela, sin embargo ella apuesta a que el electorado la elija por su conocimiento y su experiencia.

Sin embargo cuando Trump aseveró que ella queriendo ganar la candidatura apelando a su género, ella respondió “deal me in”, anótame.

Hasta el momento de la elección en Nueva York, Hillary era la única que había acumulado más de 10 millones de votos durante su campaña, la cuál no sólo esta financiada por las grandes corporaciones a quienes Sanders dice que beneficiaría de llegar a la presidencia, sino también hay ciudadanos que han aportado desde cinco, cincuenta y cien dólares para que continúe recorriendo el país y escuchando a las personas.

De esos recorridos y de ese contacto real con los ciudadanos de a pie con quienes conversa, los que se volcaron en Manhattan para verla – Hillary toma nota mentalmente de qué se puede hacer para mejorar la vida de esa persona, de ese barrio, o de esa comunidad en particular.
Su larga trayectoria en el servicio público como senadora de Nueva York y más tarde como Secretaria de Estado, le da la experiencia para detectar qué se necesita cambiar, qué puede mejorar para que el país avance.

A diferencia de Sanders o Trump, quienes no tienen una respuesta clara u optan por soluciones totalmente fuera de la realidad, que sólo exhiben ignorancia en los diferentes tópicos; hasta el momento la precandidata demócrata es la única que ha demostrado saber qué cambio es necesario implementar en la política de su país para que un padre pueda encontrar un trabajo con un salario suficiente para mantener a su familia; para que un abuelo pueda retirarse con una pensión digna y no tenga que vender su casa –como esta sucediendo en la actualidad con los Baby Boomers cuando terminan su vida productiva-, tiene claro que es impostergable una reforma migratoria integral “para que ningún niño crezca bajo las sombras de la discriminación o bajo es espectro de la deportación”.

Hillary Clinton se muestra confiada en que ganará la nominación de su partido, aunque no toma nada por sentado, mientras sigue su campaña en otros estados, fortalecida por la victoria, dando a conocer los puntos principales de sus propuestas, que ponen énfasis en “el respeto al otro a pesar de las diferencias, en abrazar los retos para minimizar los efectos del cambio climático, en vencer el racismo sistemático, reformar el sistema de justicia, lograr un salario igual para las mujeres…, aprobar finalmente una reforma migratoria integral”, reconociendo que “nuestra diversidad es nuestra mayor fortaleza y no una debilidad”. Así lo ha repetido a lo largo de su campaña y al parecer ésta invitación esta permeando cada vez más profundo en el ánimo de los votantes.

Sin embargo, en la campaña de los “nunca antes” no se pueden aventurar predicciones, lo que sí es seguro es que independientemente de quién resulte vencedor en la contienda electoral, se enfrentará a la tarea de unificar a la nación, lo cuál a la vista de los resultados actuales se antoja casi imposible, y tal vez una mujer tenga más disposición de lógralo.

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