Home » Inmigración y frontera: la gran mentira

Inmigración y frontera: la gran mentira

 

Mucho más cerca entre sí que de sus ciudades capitales, la región fronteriza entre México y Estados Unidos constituye un universo diverso y multicultural que ha sido secuestrado por la cultura del odio, la violencia y la marginación.

En el papel, la frontera es una línea de 1,954 millas de largo, esto es 3,145 kilómetros. Definida por una invasión militar del siglo XIX, es uno de los sitios más contrastantes del planeta. Como región –60 millas al norte, 100 kilómetros al sur–, es un universo en el que viven cerca de 15 de millones de personas. Tan diferentes entre sí como es posible, comparten la marginación provocada por el olvido de sus respectivas y distantes capitales.

Símbolo por definición, la frontera padece un rosario de viejos padecimientos –falta de agua, pobreza, violencia, contrabando, entre muchos otros–, a los cuales se agrega desde hace poco más de 5 años el impacto de la ola de odio que llevó a Donald Trump a la Casa Blanca y como legado dejó unas pocas decenas de millas de una cerca de metal.

Levantado a partir de una mentira mucho más grande que sí mismo, el muro sigue siendo un referente político en el debate migratorio que el presidente Biden ofreció resolver en sus primeros 100 días en el cargo.

Sin importar que son mucho más los inmigrantes indocumentados que llegan al país por avión y con visa, sin importar que la migración mexicana va para 15 años de tasa negativa (son más lo que salen que los que entran), sin importar que es el aparato militar del vecino del sur la verdadera barrera contra los centroamericanos que intentan llegar a Los Ángeles, Houston o Washington D.C., la propia Kamala Harris viajó a tomarse fotos con la Patrulla Fronteriza.

Como ocurrió hace poco menos de un siglo en Alemania, como ocurre de nuevo en algunas regiones de Europa, el viejo recurso de culpar a grupos sociales minoritarios de todas las amarguras de una mayoría racial supuestamente superior sigue siendo la principal bandera política con que los extremistas de derecha intentan recuperarse.

Mientras las comunidades que viven en El Paso y Ciudad Juárez, los dos Laredos, incluso Tijuana-San Diego comparten su frustración ante los numerosos problemas que se generan cotidianamente por uno de los cruces comerciales más importantes del mundo y un virtual choque de civilizaciones en el que las abismales diferencias económicas, el apetito desde el norte por drogas prohibidas provoca un hambre mayor de armas desde el sur.

Como región, la frontera padece en común algunos de los peores efectos del cambio climático; sobre todo la falta de agua y el calor extremo. Culturalmente es mucho más lo que tienen en común que los que los separa, sin embargo, la polarización política de sus respectivos países los ha convertido en rehenes de sus extremistas. No es casualidad que los “campeones” de las banderas anti-inmigrantes sean políticos radicados miles de millas al norte, más cercanos a los problemas que provoca el racismo que los de la inmigración.

 

Luego de más de 20 años de una discusión pública en que ha quedado plenamente demostrado que los inmigrantes perteneces a los segmentos sociales que más aportan a la economía nacional –además de su demostrado compromiso con la seguridad nacional y ser quienes más valoran la retórica sobre el Sueño Americano– algunos pedazos del muro de Trump siguen siendo un obstáculo para que avance la reforma migratoria que el propio Biden ha ofrecido a los poco más de 10 millones de inmigrantes que, en sus palabras, ya son Americanos.

Please follow and like us:
Pin Share
RSS
Follow by Email