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La otra realida

El mundo digital comienza a cambiar todo, desde el interior mismo de nuestros cerebros, nuestra interacción con el mundo exterior y por supuesto, la noción misma de la realidad.

Sea La Alegoría de la Caverna, de Platón, del año 360, antes de Cristo, o la novela para adolescentes Ready Player One, de Ernest Cline, de 2011, o bien aquello de La Vida es Sueño, de Pedro Calderón de la Barca, de 1635, el dilema ha sido siempre el mismo, entender la diferencia entre lo que es real y lo que no lo es.

Sin duda alguna, nuestra llegada a la era digital complica un poco más el asunto. La expansión de nuestro universo interno e incluso las percepciones y sensaciones, no son solamente un tema de enriquecimiento espiritual o consumo de drogas. En lo que llevamos de camino de este tercer milenio, dos mejorías tecnológicas de hace siglo y medio han marcado el nuevo rumbo para llegar a eso que llamamos el futuro: la capacidad de comunicarnos a la distancia (el telégrafo, 1844 y el teléfono, 1876) y la capacidad de procesar y mover información a gran velocidad (computadora, 1936 y el comienzo del uso masivo de la fibra óptica, 1979).

En uno de los principales salones del Senado de Estados Unidos, un grupo de vetustos legisladores intentan increpar a Mark Zuckerberg, la cabeza visible de Facebook, esa gran aldea digital de 2,200 millones de habitantes.  El tema, se supone, es la privacidad de las personas ante la barbaridad cometida por Cambridge Analytica, esa perversa y obscura entidad que se atrevió a clasificar los humores de 87 millones de americanos y, presuntamente, pagado por la mafia del Kremlin, ayudó a Mr. Trump a ganar las elecciones presidenciales en aquel martes 8 de noviembre de 2016.

Para evadir una pregunta pequeña –¿Quién es la competencia de Facebook? –, aquel muchacho que hace 13 años, para ocultar su timidez y poder ligar, creó la red social más grande del mundo, Zuckerberg menciona otras grandes empresas del mundo digital: Google, Apple, Amazon y, como de pasada, suelta un dato: cada 24 horas se envían y reciben 100 mil millones de mensajes a través del universo digital.

The war of the Machines

Y es solo el comienzo. En un planeta con 7.4 mil millones de habitantes, únicamente cerca de 4 mil están relativamente bien conectados al internet. Esto es, a nivel global nos tocaría a 25 interacciones digitales diarias, por persona. De hecho, el tiempo de uso de los móviles ya casi supera al tiempo que pasamos globalmente frente a la televisión. Eso, sin contar a eso que llaman el internet de las cosas (IoT), el cual, según los expertos, muy pronto –en 2020—triplicará a la población entera de seres humanos, en el número de artefactos conectados a la red.

 

No se trata de pensar que en un futuro cercano los refrigeradores y los automóviles (literal) dominen el planeta. Sino de evaluar el impacto de la robotización en buena parte de los procesos industriales en las economías de alto y mediano nivel de desarrollo, y su impacto en el mercado laboral de los jóvenes de una buena cantidad de países.

 

En Ready Player One, la más reciente película de Steven Spielberg, más allá de rendir un homenaje a la cultura popular de  sus años de su infancia y juventud, así como proyectar con su mejor talento la visión de un agobiante futuro  (2044) en el que el mundo virtual, la voracidad económica y la destrucción de la naturaleza convierten al universo digital en un único refugio verdaderamente humano,el celebre director juega con las mismas herramientas que hoy la industria digital experimenta en sus laboratorios: fibras textiles que son capaces de “sentir” sensaciones, el uso de la Inteligencia Artificial para crear mundos virtuales en los que el huésped podría recrear cualquier tipo de fantasía, proyecciones de tan alta calidad que bien podrían confundirse con la tele-transformación, entre muchas otras.

 

En alguna pausa entre nuestra inmersión total a las nuevas series de televisión, bien podríamos asomarnos a “la verdadera realidad”, esa en la que más de mil millones de seres humanos viven en la pobreza extrema, en la que el sistema económico alienta la destrucción del medio ambiente, en la que la vida diaria es aburrida, los amores efímeros y sobran razones para agobiarse.  Para ello, la ciencia del nuevo mucho también tiene respuestas.

 

Basta con leer el texto de Bill Gates que coloca a la ingeniería genética como la gran herramienta para erradicar el hambre, la enfermedad y fortalecer el crecimiento económico de las sociedades. Por supuesto, en el imaginario colectivo podría influir más el referente de Rampage, la más reciente película en la que Dwayne Johnson (The Rock) lucha contra un par de engendros genéticos creados por la avaricia de los humanos. 

 

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De vuelta a la caverna

 

Demostrado que quienes nacen a la par de una nueva tecnología son más capaces en su manejo que las previas generaciones, no es sorpresa que, por ejemplo, los Millenials y quienes les siguen, tengan procesadoresmentales más veloces que los Baby Boomers.  Sin embargo, también debería ser evidente que no todo lo nuevo necesariamente mejor. Ahí está, como botón de muestra, el caso de Twitter.  La plataforma creada hace 12 años que, todavía es considerada por muchos como la herramienta más eficiente para distribuir noticias, ha sido descubierta por el Pew Research Center como un producto particularmente útil para distorsionar la realidad.

 

De acuerdo con información del prestigiado centro, el 66 por ciento de todos los mensajes enviados desde esa plataforma con algún tipo de liga, son generados por bots, así Twitter queda expuesto como una herramienta más de la propaganda mediática y no como esa gran red social con la que los ciudadanos podrían cambiar al mundo.

 

Lee aquí <a href=”http://www.pewinternet.org/2018/04/09/bots-in-the-twittersphere/” target=”_blank”>El informe completo</a>

 

 El amplio uso de botscomo herramientas de publicación automática, que incluso pueden tener algún grado de interacción con el usuario, es quizá uno de los factores que más ha alterado la dinámica de difusión de contenido e información en internet y en las redes sociales. “Desde la proliferación de las redes sociales, hace algunos años, nos dimos cuenta de que, además de los beneficios que representaban, eran un gran riesgo”, afirmó Leobardo Hernández Audelo, maestro en Ciencias de la Computación por la UNAM.

 

En Estados Unidos, Twitter ayudó a construir el triunfo electoral de Donald Trump. En México podría ocurrir algo similar si no se elimina o por lo menos se reduce el riesgo de una credulidad ciega en las redes sociales, afirmó Fabián Romo, director de Sistemas de la misma universidad.

 

Hasta finales del año pasado, según diversos estudios, se calculaba que hasta 15 o 17 por ciento de las cuentas en redes sociales no tienen a un humano detrás. La cantidad es variable; Instagram, por ejemplo, detectó en 2014 que había una gran cantidad de usuarios fantasma, sobre todo porque había artistas, disqueras o promotores que compraban seguidores. Hacer una verificación ocasionó que un artista canadiense, con cerca de 3.5 millones de seguidores, perdiera a la mitad de ellos, pues no eran reales sino bots.

 

Hoy en día, los bots no se limitan a engrosar el número de usuarios, sino que generan likes e, incluso, comentarios que siempre son los mismos. “Esto se ha convertido en un negocio”, dice Romo a una plataforma informativa de la UNAM.

 

México virtual

 

Y si el 8 de noviembre de 2016 los botsde twitter difundieron 40 millones de “noticias” relacionadas con las elecciones, en una verdadera “war of the machines”, en países como México el gran campo de batalla electoral ocupa un sitio central en Las Redes, donde “peje-zombis” libran sangrientas batallas contra los ejércitos de huevos (cuentas falsad de Facebook)al servicio de los otros candidatos presidenciales.

 

En un país en el que los medios tradicionales son percibidos por amplios sectores sociales como cómplices o simples paleros de la realidad virtual que sus autoridades quieren construir a fuerza de boletines y propaganda oficial, en muy poco tiempo las redes sociales pasaron de ser plataformas para buscar empatía entre familia y amigos, o bien sanos ejercicio de catarsis social, a convertirse en un jugoso negocio más de “expertos” en marketing político, capaces de encontrar clientes dispuestos a comprarles sus audiencias cautivas como si fueran las modernas plazas públicas, desde las cuales los ciudadanos reales se dirigirán directamente a las urnas reales a darles un muy contundente Likeen la boleta.

 

En parte por ello, tanto las cortes europeas como el congreso estadounidense, se le ha pedido ayuda al propio Zuckerberg, para el diseño de reglas que protejan la privacidad de sus usuarios, y también para regular un mundo que la inmensa mayoría de los legisladores no terminan de entender.  El joven que creo la plataforma en el dormitorio de su universidad les ofreció que para junio habrá nuevas reglas internas anti fake newsque ayudarán a evitar la manipulación social desde su red.

 

Y aunque aquello de “En este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”, viene del siglo IXX, aplica bien al mundo digital. En la nueva era será aún más difícil definir lo que es la realidad, o la verdad, aunque no parece disparatado suponer que podría ser algo bastante parecido a lo que se cuenta en The Third Wave (el libro de Steve Case, no el de Alvin Toffler), o aquel extraordinario relato de 1931, Brave New World (Un mundo felíz) de Aldous Huxley. O, en una de esas, por qué no, quizá se le parezca a uno de esos videos de Realidad Virtual, que comienzan a utilizar algunas agencias inmobiliarias para recorrer la nueva casa que quieren vendernos en Las Islas Fiji.

 

 

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