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“Que vivan las mujeres…”

Olga Granados
Psicoanalista

Que dejaron de ordenar las cosas que los demás han desordenado… que vivan las mujeres que se atreven a vivir, a vivir…” dice Miguel Bosé, entre otras cosas, en un pequeño video que ha circulado por las redes sociales. En general, a las mujeres nos hace sonreír ver este video porque es un reconocimiento al atrevimiento que ha significado dejar de cumplir con el rol que se nos impuso históricamente y hacer lo que nos plazca, como cualquier ser humano tiene derecho.
Atreverse a vivir se dice fácil pero para lograrlo se recorre un largo y tortuoso camino. Se tienen que romper las barreras sociales, que todos sabemos que han sido muchas y siguen vigentes de diferentes maneras, y lo más complicado, se tienen que romper las barreras internas. Ésas que no permiten tener las riendas de la vida en las manos porque siempre hay otro al que hay que considerar, proteger o no perturbar. Esta consigna de “cuidado al otro” ha significado poner en primer plano las necesidades y deseos de los demás, soslayando los propios y convirtiéndose en una rémora para las mujeres porque hasta se sienten culpables cuando expresan como prioridad lo que quieren, entonces, retroceden y la culpa las hace entregarse con más ahínco al cuidado del otro.

Es como si las mujeres no pudiéramos expresar asertivamente nuestros deseos sin la preocupación de incomodar o disgustar a quien nos escucha, ni dejar de sentirnos responsables por lo que le pasa y por lo tanto, tener que hacer cualquier esfuerzo o sacrificio para ayudarlo o para hacerlo sentir feliz.

En estas circunstancias, para las mujeres ha sido un reto tratar de tener un proyecto propio aunado a la familia sin morir en el intento. De ahí surgen las llamadas “súper woman”, que continúan haciendo “todo” por los demás y han incursionado en el mundo laboral con intensidad. A veces con éxito profesional y otras, como el verdadero sustento de la familia, lo cual también es un éxito. Y para concretar sus sueños, trabajan dentro y fuera de casa jornadas del doble o del triple de tiempo que cualquier ley laboral estipula porque siguen asumiendo la responsabilidad completa del cuidado de la casa, de los hijos, de la pareja, de la familia extensa.

Esta versión de las mujeres modernas es muy conocida y hasta trillada, el problema es que sigue sucediendo. Por más que el discurso social esté cambiando, la realidad es que a las mujeres les sigue costando mucho trabajo romper con el rol asignado y poner límites a esta entrega y cuidado del otro que las hace borrarse. O bien, pueden irse al extremo opuesto, que no significa un cambio sino sólo una pantalla que oculta que continúan sintiendo lo mismo pero con otra máscara. Me refiero a las mujeres que se vuelven un remedo de los estereotipos masculinos y hacen a un lado, una vez más, su sentir para comportarse como lo que no son.

No, así no hay disfrute posible. Se trata de darle un lugar de respeto a lo que se siente, a lo que se piensa y a lo que se quiere. Tener el derecho de decidir sin estar supeditada a la opinión de los demás. Interesarse y ser generosa con los que se ama sin anularse. Atreverse a ver de frente los miedos que detienen para resolverlos y poder actuar en congruencia con lo que se desea.

Y, quizá lo más importante, saber que amar se escribe con la pluma de la libertad por lo que no hay que ceder la identidad para complacer al otro.

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