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Un nuevo fantasma recurre el mundo: El fantasma de la democracia autoritaria

Como hace 100 años, las viejas oligarquías hacen agua y chocan entre sí, las masas tienen hambre y los tambores de conflicto son música para los oídos de quienes, desde el terrorismo de fuera o dentro de la ley, buscan construir el nuevo orden global

Por Oscar Luna

Un nuevo fantasma recurre el mundo: El fantasma de la democracia autoritaria. En un futuro cercano los libros de historia contarán que en los tiempos del Imperio Americano sus dos grandes banderas ideológicas –la democracia y la libertad–, terminaron convertidas en retazos de una escenografía del poder que dio paso al nacimiento de la era de las democracias autoritarias.

China, el motor económico del siglo XXI, es la mejor muestra que el capitalismo no necesita vestirse de democracia para hacer fortuna. En su retorno al poder en Rusia, la oligarquía soviética tampoco necesitó del sufragio efectivo o la no reelección. Ni siquiera en la vieja Europa se disimula que la política actual se ha reducido a mercadotecnia simple. Con Brexit o Brexit, el Reino Unido cuenta con una clase gobernante cada vez más ineficiente. El sur del continente se hunde ante el peso de su demografía y la ineficiencia de sus economías.

¿Y Estados Unidos? Igual que en todas las demás regiones del orbe donde la enorme ola del tsunami de hartazgo popular golpeó severamente al establishment asociado con el capitalismo salvaje, en la tierra del presidente twittero la democracia es hoy una caricatura de lo que alguna vez pretendió ser.

Bastó medio año para que el referente del impeachment se convirtiera en el referente principal para el nuevo inquilino en la Casa Blanca.

No tan diferente a los gobiernos populistas de izquierda que gobernaron en buena parte de América Latina en los últimos años, en la Unión Americana los discursos se van endureciendo y la retórica calentando a la par que la ineficiencia y evidencias de corrupción.

Verano Peligroso

Más allá de sus desplantes retóricos, fracasos diplomáticos y profundos problemas internos, el gobierno de Estados Unidos se prepara para la única salida que su propia “racionalidad” obliga: la de la guerra.


¿Será contra Irán, como ha promovido desde hace un par de décadas el ala más radical de la alianza entre los jeques árabes y las grandes empresas de la era de los hidrocarburos? ¿Será en Qatar, el nuevo objetivo de los señores de la guerra que tanto lucrarían con el regreso de las cruzadas? ¿Todos contra la versión chiita del mundo musulmán? ¿O quizás un conflicto fácil contra la corrupción e incompetencia de los restos del chavismo sudamericano?

Mientras el cambio climático continúa acelerando la devastación del medio ambiente en prácticamente cada rincón del mundo, la desigualdad económica acelera el hartazgo social, sobre todo entre esos casi mil millones de jóvenes sin rumbo y sin demasiada fe en el sistema.

Como hace 100 años, las viejas oligarquías hacen agua y chocan entre sí, las masas tienen hambre y los tambores de conflicto son música para los oídos de quienes, desde el terrorismo de fuera o dentro de la ley, buscan construir el nuevo orden global.

Como testigos o como participantes, a todos nos toca ser parte de este momento histórico en el mundo se ha vuelto pequeño debido a consecuencia de la revolución digital del último medio siglo. Con o sin democracia, el poder del individuo nunca ha sido mayor. Durante los próximos pocos meses se irán definiendo el balance de fuerza en cada plaza, en cada red, en cada grupo social. Moralmente la opción es muy sencilla: hay que estar del lado correcto de la historia.

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