Inicia el 20 20 con nubes de tormenta en el horizonte y una espesa niebla que no deja ver siquiera la pregunta política fundamental de este año: ¿quién es la persona que tiene más posibilidades de evitar la reelección de Trump en el Colegio Electoral?
Imposible negar la relevancia histórica del proceso de impeachment en contra del presidente de Estados Unidos. Los senadores del partido Republicano tendrán que rebajarse al extremo último de la disciplina partidista –la ignominia–, para pretender que su presidente no amenazó y chantajeó a Ucrania, un pequeño país acosado militarmente por Rusia, con el fin de obtener “pruebas” sobre la presunta corrupción del hijo de uno de sus opositores.
Mientras el proceso interno del Partido Demócrata se decanta lentamente hacia tres figuras centrales –los senadores Bernie Sanders, Elizabeth Warren y Joe Biden–, la principal narrativa en la opinión pública sigue siendo conducida por la poderosa maquinaria propagandística que encabeza directamente Donald Trump con su retórica de sembrar vientos y mentiras para convertir la disputa política en el circo freak que tanto parece disfrutar.
Con el mérito principal de haber concentrado en los mercados financieros la principal medida de un proyecto ideológico en la que la extrema riqueza a costa de todo y todos es la principal virtud social, el presidente Trump ha dedicado todo su tiempo en la Casa Blanca para mantener el apoyo de los segmentos más racistas, misóginos y extremistas cristianos de la sociedad estadounidense.
Para ellos las carretadas de insultos a los “bad hombres”, la xenofobia, intolerancia religiosa y su alucinación de un “gran muro” de miles de millas de extensión que separe al resto del mundo de la imaginaria “Great America” de su infancia de hace más de 70 años.
No son mayoría –no lo fueron en 2016–, pero la apuesta de Trump es que vuelvan a ser suficientes para –probablemente con una nueva ayuda de la manipulación extrema de la social media–, permitirle aprovechar el barroco sistema electoral de la democracia indirecta americana y volver a obtener una mayoría de votos dentro del Colegio Electoral.
Y si bien la visión dominante inside The Beltway es que Joe Biden, vicepresidente durante el mandato de Barack Obama, es la opción natural para atraer a los votantes indecisos y moderador que garantizarían la derrota de Trump, también es cierto que entre esos mismos corrillos de la clase política se teme que Biden pudiera tener mandíbula de cristal. Esto es, que las enormes capacidades de Trump para las peleas en el lodo de la vulgaridad, las mentiras y todo tipo de suciedad, sean demasiados para el senador de Delaware.
Por ello en parte, las propias fuerzas demócratas no terminan de decantarse por la candidatura más viable, versus la más deseable, al menos para su base progresista.
Todo parece indicar que la elección del primer martes de noviembre se definirá –como las últimas disputas de este siglo–, en un puñado de estados con una sólida presencia en el Colegio Electoral. En un muy probable escenario en el que los estados más grandes y prósperos del país –como California y Nueva York–, seguirán votando demócrata y los estados del sur y el llamado Bible-bell –como Texas, Oklahoma y Kansas—votarán republicano, los expertos aseguran que la clave estará en la candidatura que tenga la capacidad para llevarse la victoria en entidades como Michigan, Wisconsin, Florida y Ohio.
Ciertamente se trata de los mismos “expertos” que hasta media tarde del martes 8 de noviembre de 2016 aseguraban que Hillary Clinton sería la primer mujer presidenta en la historia de Estados Unidos.
Lo cierto es que el análisis parece tener sentido. En un escenario de polarización extrema, es previsible que la candidatura demócrata con más posibilidades de detener a Trump sea aquella que logre construir una narrativa que emocione a su base joven, étnicamente diversa y de clase media y al mismo tiempo tenga la capacidad de ganarse a quienes se consideran víctimas de la globalización económica y en especial a electorado femenino, la gran fuerza social del actual momento histórico que nos toca vivir.
La decisión final se tomará en Convención Nacional Demócrata, a llevarse a cabo del 13 al 16 de julio en Milwaukee, Wisconsin, una ciudad amante del queso, la cerveza y la arquitectura de Calatrava. Localizada a poco más de una hora de carretera hacia el norte de Chicago y con vista al lago Michigan, será donde se formalice la candidatura con más posibilidades de derrotar al personaje del tupé anaranjado.