Por Contanza Soria
El juego político se ha transformado vertiginosamente desde el año pasado, trastocando la vida cotidiana de los habitantes de éste país, sobre todo de los inmigrantes y sobre todo, de los Latinos.
El ambiente antiinmigrante ha proliferado y las agresiones verbales y la impaciencia grosera para quienes vienen de otros países se ha exacervado, sin que haya ninguna consecuencia para quienes agreden a los que consideran inferiores y pretenden maltratarlos sin razón.
Esta atmósfera hostil, además de los cientos de órdenes de deportación que se han emitido en los últimos meses ha hecho que las personas afectadas consideren seriamente el regreso a sus países de origen, sobre todo los latinos, y entre ellos más los mexicanos. Hemos enfatizado en las páginas de nuestra Revista También Somos Americanos que las personas indocumentadas de otros países no sufren tanta discriminación como los hispanos, porque se mimetizan entre la población blanca si son europeos, o asiatica, según se requiera, incluso en las redadas en los trabajos, muchas veces no son blanco de las investigaciones.
En el caso de los mexicanos, se complica el regreso, porque a pesar de haber mandado dinero a sus estados de origen, haber construido sus casas e iniciado negocios que pueden estar funcionando y produciendo ganancias, sus hijos no desean regresar a un país es que sólo tienen referencia, y al que probablemente no podrían adaptarse fácilmente aunque así lo desearan.
Algunos padres envían a sus hijos durante de visita durante el verano, a pasar las vacaciones con los parientes que se quedaron en México, El Salvador o Venezuela, sin embargo, la experiencia les ha enseñado que su estadía es una circunstancia de exepción, van de paseo, son visitas, viajan mucho, pero nunca dejan de ser extranjeros, incluso algunos niños y jóvenes definitivamente se niegan a regresar a esos países, ni siquiera en las fiestas importantes para los Latinos como son la Navidad, el Año Nuevo y el Día de Reyes.
Se suma también el hecho de que los inmigrantes con el paso de los años han adquirido casas, terrenos, carros, y han invertido parte de sus ahorros en negocios que les producen ganancias en este país, y estas pequeñas empresas son la fuente de sustento para la familia que reside aquí y la que quedó en México, y que espera, mes con mes, que se envíe la “ayuda”, para que puedan subsistir allá también.
Es indudable que tema de los mexicanos que emigran a Estados Unidos se ha estudiado desde varias perspectivas, sobre todo enfocándose en el tema de la migración laboral y su impacto socioeconómico. Las circunstancias no se habían dado para explorar en prospectiva el caso de quienes deciden, o se ven forzados a regresar a México –o a cualquier otro país en el que hayan nacido-, depués de haber vivido en la Unión Americana durante un promedio de ocho a diez años.
Desde los años 40 hemos escuchado que la comunidad Mexicana viaja a Estados Unidos con el objetivo de lograr bienestar económico, sin embargo, su idea no es quedarse a radicar aquí el resto de sus vidas, las personas siempre planean venir por un par de años o cinco años máximo. Si le pregunta a un recién llegado a este país durante cuánto tiempo piensa quedarse la respuesta, el 90 por ciento de las ocasiones la respuesta será dos años.
Las personas hacen planes de venir a trabajar muy fuerte durante por un par de años, vivir en forma muy sencilla, gastando sólo indispensable para poder guardar la mayor cantidad de dinero es su salario y poder regresar con ese capital a sus comunidades de origen, para iniciar un negocio en el que puedan ser sus propios jefes.
En algunos estudios dedicados a recuperar la experiencia de quienes se deciden a salir de sus países en busca de una mejor vida para ellos mismos y para sus familias, los migrantes mexicanos han expresado que en un inicio, ese viaje era una aventura de tiempo limitado, sin embargo la realidad los rebasa y anclados al bienestar económico que les da el trabajar aquí -aún con un salario menor al mínimo oficial- en comparación a lo que recibirían en sus países de origen, no tienen otra opción más que seguir alargando el tiempo de estadía, y sin darse cuenta van echando raíces en el país adoptivo.
La mayoría de los entrevistados coincidieron en que nunca pensaron en radicar aquí el resto de sus vidas, y señalan entre las razones del porque desean regresar, sobre todo, la nostalgia, el extrañamiento de las personas queridas así como la comida y las fiestas, ponen mucho énfasis en la falta de identidad que sienten desde que llegan a Estados Unidos, y explican que no obstante encontrar en los barrios Latinos personas que hablan su propio idioma, que pueden conseguir casi todos los alimentos que vienen desde su tierra “es muy poco el sentido de comunidad que existe entre los hispanos”, en comparación con su lugar de origen.
Desde luego, durante todo el tiempo de su estancia en Estados Unidos, la mayoría de los inmigrantes siempre tienen contemplado regresar a casa una vez que han cumplido su sueño de trabajar y ahorrar dinero que los pueda ayudar a un nuevo comienzo en el país en que los vio nacer.
Sin embargo eso era algo que sucedería en un futuro “no muy cercano”.
Dado que las circuntancias políticas y sociales han cambiado con la nueva administración en el gobierno y el aislacionismo y nativismo están mostrando su avance entre la población menos educada e informada, algunos hombres y mujeres se han visto forzados a planear su regreso, lo que pone en alerta a muchas personas en México, y los otros países de origen de los inmigrantes, desde quienes viven de los recursos que les envían, hasta a las personas del gobierno, quienes hasta el momento no se ve que tengan un plan de acción para recibir a todos los connacionales que han radicado fuera durante un promedio de una década.
El problema no es la vuelta a casa de quienes traen dinero para empezar un negocio, o ya tienen un negocio en marcha, sino de quienes han invertido o gastado todo su ingreso y se ven forzados a regresar a buscar el empleo que no encontraron, y que tuvieron que ir a buscar a otro país.
Desde luego las autoridades afirman que todos los mexicanos serán recibidos en el país con los brazos abiertos, que pueden regresar a su país a vivir entre su gente, sin que eso represente un impacto en la estructura socioeconómica y política de México, ni a nivel local ni a nivel macroeconómico.
Sin embargo, quienes están en vias de regresar hacen comparaciones acerca del nivel de vida que tienen en Estados Unidos y el que tendrán en su regreso a México. Para empezar la diferencia en salario y lo caro que es todo en comparación a los ingresos. De hecho algunas personas que han regresado están pensando muy seriamente en intentar volver a migrar, porque dicen trabajar todo el día y apenas sacar para los gastos del mes, viviendo someramente, como cuando estaban “del otro lado” (de la frontera, refiriendose a la Unión Americana), y aquí no hay posibilidad ni de ahorrar nada y tampoco descansas. Dadas las circunstancias adversas que llevaron a sus deportaciones, están pensando en explorar otras formas de encontrar trabajo, sin exponerse a violar ninguna ley. Algunos piensan hacer su solicitud en el Programa de Empleo Temporal de Trabajadores Agrícolas en Canadá.
Algunos científicos sociales ven un futuro promisorio para quienes retornan. Asumen que estas personas estuvieron expuetas a otra cultura, adquirieron el conocimientos de otra lengua, se habilitaron en otros trabajos y aprendieron otras actividades productivas, y consideran que todo esto puede representar una ventaja si se maneja adecuadamente a su regreso a sus comunidades.
Sin embargo, estos expertos no están considerando que así como hubo un choque cultural cuando estas personas llegaron a Estados Unidos que se enfrentaron otras costumbres y otras formas de pensamiento y aprehender la vida, el regreso los pone nuevamente en la misma encrucijada. Si dichas ventajas no se manejan adecuadamente pueden ser contraproducentes.
El primer reto para quienes regresan consiste en creer erróneamente qué no llegan un lugar extraño, que llegan a “su casa”, sin darse cuenta que llegan a “una casa” que también ha cambiado, otro reto consiste en que ellos también han cambiado durante el tiempo que estuvieron fuera, con frecuencia los recién llegados tienden a hacer comparaciones en voz alta, lo cual puede ser percibido como una crítica al lugar adonde llegaron, o una voluntad que descalificar a quienes no han salido del país, y se ganan la animadversión de quienes están cerca.
El caso de los llamados Dreamers es especial, se trata de jóvenes que estuvieron estudiando, que tuvieron oportunidad de continuar sus estudios universitarios, en algunos casos trabajaron un par de años profesionalmente. Ellos sí tienen una ventaja real porque se han preparado intelectualmente para competir en un país del primer mundo.
Estos jóvenes estudiantes y profesionistas también se enfrentarán a un choque cultural, sin embargo, tendrán la ventaja de conocer el mercado de su profesión en los dos sistemas y probablemente en el futuro puedan hacer trabajo de enlace entre ambos países y ambas culturas.
Dreamers o no, es necesario que los gobiernos de México y de otros países de centro y sudamérica trabajen en un plan de acción para reintegrarlos a la cultura y a la sociedad, ya que estos individuos influirán, sin lugar a duda, en las decisiones sociopolíticas de la comunidad en la que se establezcan a su regreso.