Por Oscar Luna
Las manecillas del reloj de la destrucción atómica se han reactivado. El célebre Doomsday Clock creado en 1947 por la comunidad de científicos nucleares del mundo en respuesta al horror de las experiencias de Hiroshima y Nagasaki con que cerró la Segunda Guerra Mundial, marcaban un alarmante “2 minutos y 30 segundos para la Medianoche” justo cuando Donald Trump llegó a la Casa Blanca.
Menos de seis meses después, El reloj de El Día del Juicio Final adelantó su tic-toc-tic-toc aún más hacia el Armagedón de la destrucción atómica. Justo el 4 de Julio, el pequeño tirano de Corea del Norte, Kim Jong-un, se convirtió en la mejor coartada política para el presidente Trump. Al declarar que su país –uno de los más pobres y militarizados del planeta–, cuenta ya con la capacidad de lanzar misiles intercontinentales a “cualquier lugar del mundo”, el Presidente de Estados Unidos se lanzó de inmediato al ataque.
Después de semanas de intensos intercambios de amenazas, luego de que Trump amenazó con una agresión que confrontará a sus enemigos con una fuerza de fuego y furia como el mundo nunca ha visto (“face fire and fury like the world has never seen”), el nieto del dictador Kim Il-sung pareció moverse un milímetro hacia atrás con su oferta de que, “por ahora” no probaría su arsenal atómico contra la base militar estadounidense en la isla de Guam.
Más allá de una situación crítica que supera, en muchos sentidos, a la Crisis de los Misiles de 1962 en Cuba –cuando la debilidad política del presidente John F. Kennedy se topó con la audacia de Nikita Khrushchev y por 13 días llevó al planeta al borde de la Tercera Mundial–, todavía paralizada, la comunidad internacional no encuentra la manera de detener las olas de fanatismo y odio que el señor Trump genera, quien con una mano escribe sus mensajes en twitter, mientras mantiene la otra sobre los botones nucleares.
De no ser un hecho plenamente comprobado que el comandante en jefe del aparato militar de Estados Unidos tiene el control sobre un arsenal de varios miles de cabezas nucleares, con plena capacidad de, literalmente, destruir el planeta entero, varias veces, resultaría hasta ridícula la maniobra del inquilino de la Casa Blanca de usar la locura del líder de Corea del Norte como una cortina de humo para distraer al mundo de todos sus problemas domésticos.
Más allá de que Corea del Norte constituya un blanco fácil para el poderío militar estadounidense, políticamente parece un buen negocio para fortalecer el tambaleante liderazgo del señor Trump. Ya ha ocurrido antes – remember la segunda guerra contra Irak, la invasión a Granada–, y quizá dentro de la mente de Trump, hasta coherente con su slogan de Make America Great Again.
Siendo el sur de Asia la región económicamente más prospera del planeta, calentar esa región podría generar grandes estragos en el balance de poder, obviamente en las dos Coreas —una nación fracturada arbitrariamente durante la repartición del botín tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. También en China –el verdadero desafío al casi un siglo de Pax Americana–, el propio Japón y posiblemente dentro de la misma estructura del poder en Kremlin –una particular ironía, pues fue el dedo de su ídolo y antecesor, Joseph Stalin, quien colocó en e puesto y lo mantuvo por 46 años al abuelo del actual dictador norcoreano.
Jugar con fuego
Si bien en las últimas semanas el Boletín de la Junta de Ciencia y Seguridad de los Científicos Atómicos no ha sido actualizado, a nadie sorprenderá que sus manecillas sean colocadas a menos de un minuto de “la Medianoche de la destrucción.
En ese contexto, vale recuperar lo que un especialista de la Universidad Nacional Autónoma de México explico a UNAM Global hace unos días:
Un arma nuclear tiene la capacidad de acabar no sólo con una ciudad completa, sino también contaminar ríos, lagos, el medio ambiente, llegar a la atmósfera, y en casos extremos bloquear los rayos del sol y matar lentamente a todos los seres vivos, dijo Epifanio Cruz, investigador del Instituto de Ciencias Nucleares.
De hecho, existen varios tipos, pero de las más temidas son las bombas atómicas mezcladas con hidrogeno, las de hidrógeno o termonucleares pueden llegar hasta 50 megatones o más (50 millones de toneladas de TNT), además tienen el poder de arrasar hasta tres ciudades.
Desafortunadamente, existen varios países que han dedicado sus esfuerzos a crear este tipo de armamento. Un caso es Corea del Norte, que desde hace aproximadamente 50 años ha desarrollado diversos prototipos y desde 1990 ha probado una serie de misiles.
En el caso extremo de empezar una guerra entre ambas naciones, la situación internacional sería muy difícil, donde finalmente terminarían involucrados otros países.
En el caso de ataques con misiles a Corea del Norte, en su trayectoria podrían atravesar parte de China, y seguramente este país estaría en contra que estas armas vuelen sobre su territorio, lo mismo pasaría con Rusia.
No obstante, Corea del Norte tiene los misiles llamados hwasong-12 y hwasong-14, que se presumen son de largo alcance (mayor a 5 mil km de distancia) que incluso podrían transportar ojivas nucleares. Situación preocupante porque Denver Colorado o Chicago en USA, están a menos de 10,400 km de distancia.
Así, puede surgir una situación muy complicada, donde Rusia y Estados Unidos poseen alrededor de casi 14 mil ojivas nucleares, y si a esto le sumamos el armamento que posee China, Reino Unido, Francia, India, Pakistán e Israel nos da un número impresionante de 15 mil ojivas, enfatizó el científico mexicano.
Igualmente, debemos recordar que después de la caída del muro de Berlín y de la Unión Soviética, la milicia rusa anunció que habían extraviado 400 ojivas nucleares.
En consecuencia, deberíamos temer que algunas naciones podrían estar armadas, pero no lo sabemos a ciencia cierta, salvo las estadísticas que siempre se hacen de manera oficial ante organismos como la Organización de las Naciones Unidas.
Así también, Rusia posee alrededor de 63 submarinos de ataque, además de tres aviones bombarderos, al igual que USA y otras potencias nucleares, desde Francia, Inglaterra, India, Pakistán, Israel, hasta Irán.
El caos, como negocio
En el caso extremo de surgir una guerra atómica existen varios inconvenientes con el armamento. Por ejemplo, los misiles podrían fallar su trayectoria por varias razones, entre ellas que la Tierra rota, pueden surgir huracanes, factores atmosféricos adversos y el mismo control automático.
En consecuencia, tendríamos un ataque en un blanco equivocado y de esta forma se arrastraría a otras naciones a un conflicto atómico en donde nadie resultaría vencedor.
En dicha situación, México o Canadá podrían verse afectados, porque además de recibir la contaminación nuclear que pudiera llegar desde Estados Unidos, también podrían ser un blanco errado.
Por todo lo anterior, no debemos apostar a un medio nuclear, al desarrollo de nuevas bombas y menos a un conflicto bélico. Al contrario, debemos destruir las armas. Recordemos que no sólo existen las nucleares, sino también las químicas y las biológicas, concluye Epifanio Cruz, investigador de la UNAM
The End is Near
La llegada de la Tercera Guerra Mundial ha sido probablemente El tema que más marcó a la humanidad desde que el presidente de Estados Unidos dio la orden de lanzar dos bombas, llevando “fuego y furia como no se han visto nunca antes” a dos islas japonesas. Además de las profundas heridas que el inicio de la violencia atómica abrió para todos quienes fueron testigos de ese momento, quienes crecieron durante la Guerra Fría –1945-1989–, el miedo a la aniquilación atómica fue siempre considerado como una amenaza muy real. Luego de la caída del Muro de Berlín parecía alcanzable una era de tranquilidad, la cual terminó en septiembre del 2001, cuando el miedo al terrorismo ocupó la escena central en la agenda global.
Y ahora, con líderes tan… especiales, como Kim Jong-un y el propio señor Trump, los tiempos del miedo universal han vuelto.