Por Jorge M. González
Aunque llevamos algunos meses escuchando a precandidatos de los dos partidos tradicionales del País, lo cierto es que muy “poca sustancia” nos han transmitido y la campaña se ha convertido en exceso de insultos y descalificaciones.
El partido que alguna vez fue de Intelectuales, el Republicano, ha tenido más centimetraje y minutos en las noticias al haber contado con 16 precandidatos. Hoy quedan doce, pero apenas cinco o seis parecieran tener chance. Solo dos están realmente cerca de la nominación.
En el pasado, los republicanos promovieron la liberación de los esclavos de la mano de Abraham Lincoln, fueron abanderados en la lucha contra la discriminación racial, liderados por Teodoro Roosevelt y William Taft defendieron la libre competencia y lucharon contra los monopolios. El propio Roosevelt y hasta Richard Nixon se involucraron en la protección al medio ambiente. En política exterior hubo momentos relevantes durante las presidencias de Dwight Eisenhower, Nixon, Ronald Reagan y hasta George Bush padre. En definitiva, el partido Republicano era el partido de las ideas, el partido del desarrollo.
Este partido es ahora un relicto de ultranacionalistas de extrema derecha quienes asumen que la desgracia del país se debe a que el estado no los atiende y solo se ocupa “de afro descendientes y de inmigrantes ilegales”. Para completar, hoy, a pesar de las evidencias, no quieren reconocer el cambio climático, ni aceptar las reformas de salud e inmigración puestas en acción por el Presidente Barack Obama, sin proponer ninguna solución para sustituirlas. Moderados como Jeb Bush y John Kasich no han tenido mayor apoyo. Marco Rubio, joven y básicamente sin experiencia, características que en su momento criticaron de Obama los republicanos, ha tenido sus momentos. Con consignas absurdas e irrealizables de por medio, hoy vemos que los candidatos con más posibilidades son Donald Trump y Ted Cruz.
Por otro lado, aquel partido Demócrata de Andrew Jackson y Martin Van Buren, que atormentó a cinco tribus civilizadas forzándolas a reubicarse al oeste del Mississippi luego de hurtarles sus tierras; los mismos que aprobaron el “Acta del Esclavo Fugitivo” eliminando la posibilidad que Afroamericanos, aun siendo libres, fueran representados por un abogado. Ese mismo partido Demócrata, por muchos años liderado por fundamentalistas protestantes blancos del Sur que promovían la esclavitud, y cuyos miembros llegaron a fundar el Ku Klux Klan, llevó a un Afroamericano a la presidencia y hoy se ha convertido en adalid de ideas progresistas.
Desafortunadamente, no le faltan problemas y visiones quizás perturbadoras para muchos ciudadanos. De sus tres candidatos actuales, solo dos están en la carrera. La muy preparada y experimentada Hillary Clinton quien aún no sale de la sombra creada por la controversia de usar un servidor público, en vez de utilizar el servidor oficial para enviar sus correos electrónicos y Bernie Sanders, quien nos trae sus ideas para acabar con las corporaciones, eliminar la burocracia y permitir acceso gratuito a la Universidad. Ideas Progresistas que podrían traer mayor pobreza al país.
Un año interesante, sin duda ¿Quién llegará a tan codiciada meta?
