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2021

La dimensión de la tragedia, casi 85 millones de infectados y más de 1.8 millones de muertes, anula cualquier optimismo. El desastre económico que viene y las consecuencias sociales de la pandemia marcan al 20 20 como un año maldito. Y sin embargo…

La anterior gran crisis de salud mundial, la Spanish Flu, tuvo un costo en vidas humanas 40 veces mayor que la del covid-19. La respuesta de la comunidad científico internacional generó el logro extraordinario de crear varias vacunas en unos pocos meses.

Seguramente es demasiado pronto para que podamos procesar las grandes lecciones que nos ofrece este particular momento histórico. El dolor y el duelo no se han disipado. La confusión emocional y miedo definen el humor social en buena parte del planeta.

Hayamos contraído la enfermedad, o no, de una u otra manera todos somos víctimas de la brutal fuerza de la naturaleza que, a diferencia de las anteriores cinco olas de extinción masiva, en esta ocasión se expresó a través de un miserable y pequeñísimo virus.

De cualquier manera, vale la pena escarbar entre los escombros para encontrar un poco de luz sobre lo que nos espera a la vuelta de la esquina.

 

I. El mismo barco…

 

El inicio de la tercera década del siglo 21 nos confronta con una realidad imposible de evadir: los casi 8 mil millones de seres humanos que habitamos este mundo estamos conectados por mucho más que un código genético casi idéntico. A pesar de la ilusión de que el color de piel, el dinero, la nacionalidad, religión o siquiera el nivel de conocimiento acumulado nos separan, el hecho irrefutable es que –como lo demostró la fragilidad de la especie humana ante un organismo formado por unas cuantas moléculas–, todos vamos juntos en el mismo viaje.

Es cierto también que la pandemia no ha pegado por igual en todos lados. De hecho, en 140 de los 220 países en que se divide el mapamundi, la perdida de vidas humanas registrada es inferior a 1,000. Hasta ahora al menos, la mayor parte de la tragedia se ha concentrado en unos 40 países, sobre todo de América y Europa.

Desde comienzos del año los médicos sabían muy bien que la nueva enfermedad golpearía con más fuerza a los más débiles, a quienes ya padecían algún mal relacionado con la mala alimentación y pobre actividad física. Y así ha ocurrido, la gran mayoría de fallecimientos ha sido de gente vieja y/o con “enfermedades prevenibles” como la diabetes y la hipertensión.

Por las enormes cantidades de dinero que gasta en su sistema de salud, por lo que proclama su aparato propagandístico, por la ciega arrogancia de su presidente, es posible sostener que el mayor perdedor en esta crisis –con más de 20 millones de personas infectadas y 350 mil muertes– ha sido Estados Unidos.

Más allá del enorme valor (aunque fuera simbólico) de la discusión global sobre la importancia del uso del cubrebocas, resulta revelador que Estados Unidos, Brasil y México, donde sus respectivos presidentes se negaron a usarlo e hicieron hasta lo imposible por minimizar la magnitud del problema, se haya registrado una tercera parte del total de fallecimientos.

 

II. La nao de China

 

El hecho de que China ocupe el sitió 43 en la lista de más fallecimientos, siendo la nación más poblada y el lugar donde primero surgió la nueva enfermedad, revela muchísimo sobre el actual orden de las cosas.

Sea por el carácter autoritario de muchos de sus gobiernos, por la disciplina de su gente, por el uso masivo de las nuevas tecnologías de rastreo, no resulta demasiado sorprendente el (relativamente) poco impacto que la pandemia ha tenido en buena parte de los países del sureste asiático.

También es cierto que en un sistema económico mundial en el que dos terceras partes de la población se confronta todos los días ante el dilema de que si hoy no trabaja hoy no come, la fórmula del “quédate en casa” y la “sana distancia” termino siendo una simple aspiración, un lujo, y no una cuestión de irresponsabilidad personal; que también la hubo.

 

III. Política y dinero

Desde la perspectiva del poder político resulta evidente que el desafío principal fue siempre el evitar las imágenes de los hospitales desbordados.

Más allá de la evidente imposibilidad de que cualquier país tenga un equipo de respiración artificial para cada uno de sus habitantes, resulta claro que por prospero o represivo que fuera, no hay gobierno que resista las escenas propias de las peores películas de zombis, con una multitud al borde de la asfixia (literalmente) se agolpa en vano frente a las puertas de los servicios de salud.

Y aunque las cifras oficiales fueron evidentemente manipuladas en buena cantidad de países, por las evidencias disponibles hasta ahora, es posible sostener que en términos generales ese escenario dantesco no ocurrió.

De cualquier modo, como sucedió en Estados Unidos, la crisis de covid permitió regresar al inquilino de la Casa Blanca a desempeñar el rol que le corresponde: bufón de la corte.

 

IV. También hubo ganadores

Al final de cuentas, en el ámbito estricto de salud es muy probable que la principal diferencia ente la “gripe española” que mató más de 50 millones de personas hace 102 años y la actual covid-19 radica en que, a lo largo del último siglo, y en especial en las ultimas cuatro décadas, seis séptimas partes de la población mundial han logrado tener acceso a las condiciones más elementales de higiene y cuidado de la salud.  Y por supuesto, conciencia sobre ello, en especial el lavado de manos.

El colapso económico fue, y será, mayúsculo. Con una caída global superior al 4 por ciento, en algunos países fue mucho peor. Para industrias como la del entretenimiento, la hospitalidad y el turismo, las consecuencias podrán ser estructurales. Como parte de una tendencia que se había manifestado antes de la pandemia, pero que durante el 20 20 se aceleró, el desempleo podría alcanzar a enormes segmentos de la población, particularmente entre los países ricos. Campo de cultivo ideal para neofascistas y fundamentalistas de todos los signos.

Aunque, también hay que reconocerlo, entre las grandes ganadoras de este año de retroceso económico generalizado, se encuentran las grandes empresas de tecnología de ese país –Apple, Alphabet (Google), Amazon, Facebook y Microsoft–, cuyo valor de mercado acumulado alcanzó este año los 8 millones de millones de dólares. Lo cual es aún más relevante considerando la creciente oposición, social y legal, a las prácticas monopólicas y oligopólicas de algunas de ellas.

En este sentido, la gran crisis del 20 20 sirvió para terminar de cruzar el puente entre la realidad digital y la realidad analógica. El futuro, es decir lo viene a partir del primer momento del 2021, tendrá como pilar la revolución de las tecnologías de la información y las comunicaciones.

 

VI. El futuro ha llegado

Si algo bueno provocó la pandemia fue, por supuesto, el frenético trabajo de grupos de científicos de diversos países que llevó a la elaboración de más media docena de vacunas en tiempo record. A la par de desvelar la fragilidad que tenemos como especie, el bicho miserable nos permitió demostrarnos el alcance de nuestras mejores capacidades.

Justo por todo lo anterior, el 2021 tiene el potencial de ser el momento de una especie de reset de buena parte del viejo sistema. En particular para terminar de cruzar el puente de la era de los hidrocarburos que nos tiene ya al borde del abismo del ecocidio y poder entrar la era del consumo racional y las energías renovables.

El forzado ajuste del 20 20 a muchas de nuestras practicas sociales –desde el manejo del ocio a las propias relaciones personales y múltiples hábitos culturales–, muy probablemente tendrá consecuencias durante mucho tiempo. Sin duda el campo de la salud mental es donde habrá que tener más cuidado.

Aunque a trompicones y de manera desigual la economía de servicios –la que más riqueza genera el mundo actual— pudo seguir funcionando durante la pandemia gracias al internet, el cual supero la prueba. Lo cual abre una puerta para que sectores como los de la educación, la salud, las finanzas, el comercio y muchos otros puedan desplazarse mucho más por las autopistas digitales, no saturadas y más abiertas a la creatividad y la innovación, y mucho menos a través de los apretujamientos y embotellamientos de las viejas vías de asfalto y burocracias.

Es probable que la que ha sido su principal expresión, el dispositivo móvil “inteligente”, siga en el pedestal por algún tiempo más. Pero hoy no debería haber mayor duda sobre el impacto que provocarán los próximos tsunamis de la robotización de buena parte de la producción industrial e incluso agrícola, el Internet de las cosas, la Inteligencia Artificial, los llamados “usables” y otros subproductos del universo digital.

Por supuesto que la actual pandemia no ha terminado. “Viene lo peor” parece más una conclusión natural ante las evidencias navideñas que un animo pesimista. La distribución de las vacunas es un gigantesco desafío tanto en logístico como en abrir los muchísimos millones de mentes medievales que, para colmo, también usan las redes sociales.

Y, seguro, vendrán otras pandemias.  La pobreza va a crecer, así como la brecha entre los asquerosamente ricos y todos los demás. Y aunque el señor Trump se termine de hundir en su fracaso y amargura, vendrán nuevos Savanarolas que intentarán capitalizar la frustración, la ignorancia y el odio de amplios segmentos sociales en casi todos los países. Sin embargo, el poder compartir estas líneas contigo me parece razón suficiente para renovar la esperanza en un mejor mañana. Nuestra condición compartida de sobrevivientes nos ofrece una extraordinaria oportunidad: la de, muy pronto, darnos un gran abrazo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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