Rafael Paz
“¿Qué diferencia hay entre los androides y yo? ¿Quién dice que no soy un robot y mis recuerdos son una programación?… Las preguntas básicas de la película son las que nos hacemos hoy todos los días”: Julio César Durán, investigador y crítico cinematográfico
Cuando Blade Runner llegó a los cines el 25 de junio de 1982 –en México se estrenó hasta noviembre– el 2019 parecía lejano, una fecha adecuada para ambientar el caótico presente en que sucedía la acción de la película, uno en que la contaminación, la lucha entre diversos grupos, la obsesión por las ganancias y la pérdida de humanidad se han impuesto.
Adaptada de la novela escrita por Philip K. Dick, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968), la cinta no fue considerada un éxito de taquilla, después de todo apenas logró recaudar alrededor del mundo poco más de 27 millones de dólares, un número demasiado cercano al costo total de su producción.
Su historia tiene como protagonista a , un “blade runner” que es contratado para encontrar y eliminar a cuatro replicantes –androides de apariencia humana– que han robado una nave y se dirijen al planeta para encontrar a su creador.
Sin embargo, a pesar de su inicial fracaso comercial, el tiempo –y las diferentes versiones que se han distribuido– ha permitido a la película alcanzar el estatus de culto, uno lo suficientemente fuerte como para continuar con la historia en una secuela cinematográfica, una serie de acción, novelas gráficas, videojuegos y más.
Este culto creciente se debe, afirmó el investigador y crítico cinematográfico Julio César Durán, a que los temas al interior de la narrativa han aumentado su significado con el paso de los años, además de que cada versión o regreso a la película permite encontrar puntos nuevos de interés a lo largo de su duración.
“La primera vez que la vi no tenía mucho más referente que la película, quizá algún algún programa de televisión o la tele cultural de la época que lo mencionaba alguna vez, ampliando algo, ya sea el nombre del director o el contexto de la época. Más allá de que haya sido un éxito o no, en cuanto a taquilla, espectadores o premios, pasa que cada vez encuentras cosas nuevas, me ha pasado a mí. Quizás es un cliché decirlo, pero cada vez la ves distinto y, sobre todo, cuando es una de las otras versiones. Entiendo que son cinco cortes distintos, evidentemente le dan un plus a la experiencia del espectador y al fan que sí está dentro del culto”, destacó y añadió:
“La primera impresión que me dejó es que quería ser una película de acción y, sin embargo, era todo lo opuesto, en realidad, es una película de reflexión que pensaba en algo más que concentrarse en la acción como la conocemos en la cultura popular y a pesar de que no tiene un ritmo como otras de la época, pienso en Indiana Jones o en Tiburón, que son películas mucho más ágiles y más entretenidas que Blade Runner”.
¿Qué es lo humano?
Para el especialista egresado del Colegio de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, el trabajo de Ridley Scott podría ser considerado una serie de “golpes de suerte”:
“Scott es un director que ha tenido mucha suerte. Es un cineasta en el que pesa demasiado lo efectista, esto funciona bien en unos proyectos y en otros no tanto. Es un gran técnico cinematográfico que piensa mucho en la grandilocuencia, en el impacto de la imagen. En Blade Runner un poco fondo es forma, por eso Scott aterrizó muy bien, esta grandilocuencia visual sí está contando y abona al discurso o las reflexiones que tiene la película. En otros trabajos de Scott no sucede, algunos son un tanto vacíos porque únicamente impactan con la imagen. Tiene joyas y películas muy malas”.
“En ocasiones bajo la imagen no hay nada, pero en otras, como Blade Runner, ocurre que debajo hay un montón de capas para rascarle o tuvo buena fortuna, como algo en apariencia tan trivial como la frase final de ese gran villano que interpreta Rutger Hauer, una de las muchas frases que improvisó en las tomas de esa escena, la decisión final quedó para la posteridad, ahora es uno de los iconos del cine de ciencia ficción y es una de las partes más recordadas y citadas de la película de Blade Runner. Es un golpe de suerte que supo aprovechar Scott, como lo fue también aprovechar la novela y acercarla al noir, o poner la música de Vangelis”.
De acuerdo con Durán, si la película ha crecido en el gusto del público y ha mantenido su vigencia, se debe a “que al querer poner mucho peso a la imagen y los efectos visuales crea, precisamente, ambigüedad, abonando a la reflexión de algo tan importante para el mundo actual: ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Siento que abona para un linaje que después aprovecharía mal la saga de Terminator y que explotarían bien cosas como Ghost In The Shell o Matrix, que siguen siendo reflexiones y cuestionamientos muy importantes sobre qué hace humano al humano. Ahí empieza la importancia para la posteridad de Blade Runner”.
“¿Qué hace humano al humano? ¿Qué ocurre con la tecnificación del humano y viceversa? ¿Qué ocurre con la humanización de los objetos? Ya medio lo anunciaba 2001: Odisea del espacio, una película sobre la humanidad desarrollada a la par de una de sus herramientas, y cómo es que la herramienta se vuelve más humana o perfecta que su creador, cómo el ser humano termina convirtiéndose en una herramienta de la máquina. Un poco estas reflexiones son las que las que aterriza muy bien la película de Ridley Scott. 40 años después de su momento resuenan más con nosotros por obvias razones, nuestra cercanía con lo digital, está a la vuelta de la esquina está esta simbiosis con lo robótico, con lo artificial del humano”.
Y para concluir aventuró: “Esta memoria de los replicantes aunque es artificial, no obstante crea emociones y sentimientos reales en los personajes que terminan siendo los villanos y deja abierta la puerta a esta incertidumbre: si sus sentimientos son reales, ¿qué tan diferentes son de los nuestros?¿Qué diferencia hay entre los androides y yo? ¿Quién dice que no soy un robot y mis recuerdos son una programación? Es un mecanismo que hoy día está a la vuelta de la esquina, si bien no son comunes los coches voladores, otros artefactos de la película se han cumplido. Las preguntas básicas de la película son las que nos hacemos hoy todos los días”.