Fernando Guzmán Aguilar
Contra la voluntad de uno, son intrusivos, y aunque generalmente breves, son dolorosos y te quitan el sueño. En enfermos crónicos, afectan su calidad de vida.
Para que te “desacalambres”, el doctor Michell Ruiz Suárez, académico del Posgrado de la Facultad de Medicina de la UNAM y cirujano ortopedista del Hospital Ángeles Metropolitano, nos da el “santo y seña” de los calambres.
Son una contracción involuntaria y transitoria de varias fibras musculares que pueden involucrar a uno o a varios músculos. Ocurren con más frecuencia en la pantorrilla, los muslos y los pies, y ocasionalmente en brazos y manos. Algunas personas tienen calambres en el tórax, y menos frecuente, en el abdomen.
Sin duración promedio porque dependen de las características de cada persona, su rango abarca desde unos segundos hasta varios minutos. Si dura más de seis minutos, ya no se trata solo de un simple calambre o espasmo muscular.
Son dolorosos porque la contracción muscular ocurre “con una fuerza desmedida” que, si dura más de 30 segundos, deja de llegar sangre al músculo, lo cual estimula los receptores de dolor. “También los receptores de oxígeno condicionan la presencia de dolor”.
En deportistas y pacientes jóvenes con actividad física, los calambres se presentan:
- Por fatiga muscular ocasionada por un ejercicio prolongado o por la intensidad desmedida de un ejercicio.
- Por un desequilibrio hidroelectrolítico en deportistas “ya no tan jóvenes”. El exceso de sudoración puede causar cierto grado de deshidratación y pérdida de electrolitos (niveles bajos de magnesio y potasio), que no llegan a reponerse con la ingesta de líquidos.
En personas con enfermedades degenerativas puede haber muchas causas. En patologías neurológicas que afectan cuello y columna lumbar, la afectación secundaria a los nervios de las extremidades “puede condicionar calambres”.
Pacientes con nefropatías o con daño crónico en el riñón pueden presentarlos como consecuencia de la alteración de los electrolitos. Algunos medicamentos, los diuréticos, por ejemplo, también pueden causar calambres.
Cuando el espasmo muscular dura más de seis minutos, es frecuente encontrar compresiones de los nervios periféricos, ya sea por una posición prolongada del cuerpo o por algún problema de columna, tanto cervical como lumbar.
Los calambres son más frecuentes por fatiga muscular. En ese caso, después de la actividad deportiva o física para evitarlos es recomendable realizar ejercicios de estiramiento “no demasiado agresivos”. Si la sudoración fue mucha, para reponer electrolitos hay que consumir bebidas. Si los calambres son nocturnos, aplicar fomentos tibios.
Calambres en enfermos crónicos, ya sea que por la misma enfermedad o por los medicamentos, pérdida de electrolitos o afectación de los nervios periféricos, lo recomendable es no automedicarse y acudir al médico para un tratamiento oportuno.
Una alimentación balanceada puede ayudar a evitar los calambres. Hay alimentos que “son ricos en potasio y magnesio”. Es un mito urbano que el plátano tenga suficiente potasio (“aunque sí tiene”) para prevenir los calambres. Muchas frutas y verduras, como la naranja y el jitomate, contienen magnesio y potasio.
A ciencia cierta, no se sabe por qué los calambres son más frecuentes de noche, sobre todo en enfermos crónicos. Se sabe, sobre todo quien los padece, que los calambres nocturnos impiden un descanso adecuado, pues no dejan dormir.