Michel Olguín Lacunza / Mónica Martínez
Acudir a un concierto de nuestro artista o grupo musical favorito y cantar sus canciones a gritos es una experiencia única, en ocasiones se nos pone la piel “chinita” e incluso la felicidad dura hasta el otro día, pero ¿por qué nos encanta acudir a estos eventos masivos?
La respuesta es sencilla: genera una sensación de comunidad, elimina tensiones, calma desde un punto de vista social y también las emociones contradictorias, e incluso genera dopamina y serotonina en el cerebro, dos hormonas que son las responsables de la felicidad, dijo Concepción Moral, académica de la Facultad de Psicología de la UNAM.
Además, al cantar también producimos dopamina, la hormona de la felicidad. Y cuando nos sincronizamos en una práctica musical se ha detectado que enriquece al ser humano. “La música compartida con el otro es realmente poderosa”.
De hecho, durante la pandemia se descubrió que usar el karaoke baja los niveles de cortisol, sustancia química que se genera en el cerebro y aumenta los niveles de estrés.
Se ha demostrado que cuando compartimos una experiencia musical, como un concierto masivo, es mucho más fácil ser empático con lo que otras personas sienten.
Además, en un concierto la experiencia musical es totalmente diferente, dependiendo de si vamos con alguien con quien compartimos algo en particular o no.
Si durante el evento musical se llega a un clímax muy particular de la obra, en el cual los espectadores se sincronizan con otras mentes, entonces se puede hablar de un momento único.
Desde una perspectiva personal
La música forma parte de nuestro entorno. De hecho, hay una teoría en la cual se preguntan ¿qué surgió primero el lenguaje hablado o la música? Además, hay investigaciones muy interesantes, como por ejemplo cuando una persona sufre un accidente vascular es capaz de cantar pero no de hablar.
En el cerebro, la música se relaciona con el hipocampo que es el encargado de manejar las emociones, también se vincula con el pensamiento abstracto en el lóbulo frontal.
La música requiere de tiempo y concentración para una memoria a corto y largo plazo. Realmente se trata de una actividad cognitiva sumamente sofisticada y que apoya el desarrollo del pensamiento y la capacidad de abstracción.
Decodificar la música, tanto desde el punto de vista vernáculo como del académico, se necesita de un aprendizaje previo, de la memoria, la motivación del momento y la emoción que estamos viviendo.
De hecho, la música puede pensarse desde una perspectiva personal, social y desde los medios de comunicación que apoyan otras experiencias colectivas como el cine, añadió la académica universitaria. Además, la música tiene una importancia desde la época en que la escuchamos, nos da una introspección muy especial.
Nos enseña la complejidad de nuestro organismo como totalidad. Por ejemplo, en el cerebro se da una bioquímica y neuroquímica y así las redes neuronales van entrelazando nuestro comportamiento y además mejora la parte fisiológica. Por eso, escuchar música nos genera una sensación de bienestar.
“El arte nos permite desarrollarnos y mirarnos en un espejo, conocer nuestro interior y aprender”, concluyó la académica universitaria.