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Madres, cuando lo extraordinario es la norma

Por Patricia Vergara Aragón*

En occidente, durante la revolución industrial el padre era quién tenía la autoridad y la ejercía de manera incuestionable en la familia, a pesar de que los hijos formaban parte de la producción económica donde la familia trabajaba en grupo ya sea en la agricultura, la ganadería, elaborando artesanías o trabajando en las minas.

En el núcleo familiar se aprendía un oficio, valores, cultura, religión, hábitos, costumbres y todo lo necesario para integrarse a la sociedad. Sin embargo, con la llegada de la revolución industrial también llegaron grandes cambios, los padres comenzaron a pasar la mayor parte de día desarrollando un trabajo lejos de la familia, surgieron las instituciones educativas, y la familia cambió la mayor parte de las funciones que antes realizaban juntos.

Tal situación motivo un cambio importante en la concepción de familia, dando lugar al surgimiento de la figura de “ama de casa”, es decir, una mujer que se ocupa en atender a su marido e hijos, dejando de participar en las labores que formaban parte de la economía familiar, además de ocuparse también de la preparación de los alimentos, hijos y casa.

Así, la vida familiar quedo configurada en un reparto de actividades, en las que el hombre llevaba el sustento a la casa, mientras que la mujer cuidaba de los hijos, tal situación a las amas de casa no les permitía desarrollarse a nivel personal, laboral o intelectual, mientras el padre sólo se ocupaba del sustento familiar.

Cabe recalcar que a lo largo de la historia occidental, es la mujer quien aparece como educadora, función que no le es reconocida, ni relacionada en un contexto de enseñanza. En este sentido, la madre representa parte fundamental de las raíces familiares y hace que el árbol familiar tenga sustento en esas raíces, dejando una huella imborrable en la formación de cada hijo, pues pasan los años y cada miembro de la familia sigue recordando cosas que les dijo su madre. De ella, los hijos no solamente heredan sus rasgos genéticos, sino también una gran parte de la formación académica, religiosa, virtudes, valores, hábitos, gestos, formas de expresión, gustos e ideas, entre muchas otras cosas.

Poco se habla del papel de la mujer como formadora de ideas y de valores, sin considerar la trascendental importancia que tiene esta función para la humanidad, ya que es precisamente en el hogar donde el ser humano aprende, la educación de la madre domina en la mayoría de los hijos, creando los cimientos necesarios, para el futuro.

En la actualidad, la mujer desempeña el papel de madre, maestra, enfermera, nutrióloga, psicóloga, chofer, administradora, policía, chef, ama de casa, proveedora del sustento económico, etc. No busca lo extraordinario, hace extraordinario lo ordinario actuando desde el núcleo familiar para cambiar el futuro, asumiendo la realidad que le toca vivir y siempre dispuesta a seguir luchando para mejorarla.

 

*, M Pizarro Rodas, N.H Montes Cruz, J. L Mendoza Escalona, B.K Meza Aupart, M.F Gutiérrez Rivas. Facultad de Medicina, UNAM

 

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