Música de los Rolling Stones y Celia Cruz, de The Beatles y The Killers, notas de ritmo contagioso que sonaban indistintamente desde los altavoces, dando la bienvenida a la Avenida Pennsylvania a los miles de participantes en la March for Our Lives (Marcha por nuestras vidas) en Washington, D.C., organizada por los sobrevivientes de la masacre en la preparatoria de Parkland, en Florida, quienes se convirtieron de un día para otro en líderes de un movimiento en defensa de la vida, al que llamaron #NeverAgain, y que ha tenido un enorme apoyo y respaldo en muchos ámbitos a lo largo de la nación y en el exterior.
La escena se repetía casi idéntica en muchas otras ciudades, con las llamadas marchas hermanas, desde muy temprano se veía a miles de personas dirigirse a los lugares de la cita en cada estado de la Unión Americana. Lo mismo se veían adolescentes, casi niños, que adultos mayores caminando con bastones, algunos marchistas acudieron incluso en sillas de ruedas, se veían también matrimonios con carritos y pañaleras conteniendo lo que pudieran necesitar sus bebés durante las horas que duraría la marcha, prácticamente nada impidió a quienes así lo desearon, asistir a las muestras de apoyo al naciente movimiento #NeverAgain que demanda, que exige, un cambio en la legislación que permita mayor control en la venta de armas.
Desde horas antes, en las estaciones de metro de los suburbios de Washington D.C. la capital del país se veía a los estudiantes con sus pancartas, la mayoría diseñadas por ellos, vistiendo sudaderas y playeras que anunciaban su causa March for our lives, subir a los vagones del metro, en donde ya había muchas otras personas que ese día querían hacer escuchar sus voces.
También viajaban en esos mismos vagones, quienes se manifestarían en sentido contrario a la petición de los estudiantes, quienes temen por sus vidas y las de sus pares mientras están en la escuela; los miembros de este otro grupo no desean que haya un mayor control en la venta de armas. Incómodos, desafiantes, mirando retadores a quienes vestían las camisetas de March for our lives, portaban sus propios carteles impresos No te metas con mis derechos y Control de idiotas, no de armas. Se acomodaban las gorras rojas con frecuencia, las gorras que se han convertido en un símbolo, para ellos es la intención de hacer a Estados Unidos grandioso nuevamente (Make America great again), para muchos más un símbolo de retroceso en la historia. La convocatoria advertía de su posible presencia y aconsejaba a los asistentes a ignorar las provocaciones.
A pesar del motivo desafortunado de la convocatoria se respiraba un ambiente de solidaridad, gente dispuesta a ayudar a los demás, hermanos de causa y apoyando a una generación que esta luchando por el cambio. Asistían para conjurar el temor, pero también porque tienen esperanza en esta nueva generación. El relevo de los Millennials.
Ellos también estaban ahi, los tan criticados Millennials, a quienes se les ha tildado de egoistas, de centrarse sólo en su persona, y definir sus prioridades a partir de su propio bienestar. También a ellos los motiva luchar por un cambio en favor de la vida. No más egoismo de su parte, muchos de ellos llevaban a sus hijos en hombros y sus parejas cargaban el letrero que consignaba su pensamiento: Cada niño es mi niño.
En respuesta al trabajo previo de los líderes de #NeverAgain, quienes se entrevistaron con sus pares de otras ciudades para convocarlos a manifestarse y apoyar la petición de un cambio en la legislación para lograr un mayor control en la compra de armas de alto calibre, numerosos grupos viajaron para sumarse a la multitudinaria marcha congregó a más de 800 mil personas, según informaron los organizadores.
Desde de la Costa Oeste llegaron hasta el corazón de la capital un grupo de estudiantes de preparatoria, quienes comenzaron a cantar consignas de apoyo al naciente movimiento desde antes de incorporarse al contingente principal, al frente de ellas, una manta blanca con dibujos alusivos a la violencia con armas de fuego y varios mensajes, entre ellos Vine desde California sólo para marchar por nuestras vidas y ¡Nunca más!
Y contagiaban con su energía a quienes caminaban cerca de ellas.
Tres segundos antes de las doce, la multitud coreó la cuenta regresiva, ¡tres…dos…uno! e inmediatamente invadieron la explanada y las calles aledañas las notas de Rise up (Levántate) y la voz de Andra Day enviándole su mensaje a los jóvenes que decidieron hacer escuchar su voz: “No puedes encontrar al luchador, pero yo lo veo en tí, así que lo vamos a lograr… me levantaré, a pesar del dolor, me levantaré y lo haré mil veces más… “ y las lágrimas se anudan en la garganta de los jóvenes que vienen desde Chicago, recordando a las decenas de amigos y familiares asesinados en las calles, pero hoy no es día de lágrimas, o no de muchas, es un día para tener esperanza, sobre todo cuando el apoyo al control de armas tiene un poder de convocatoria tan amplio, y la certeza de que así como en la Avenida Pennsylvania a lo largo de la Unión Americana y otras partes del mundo como Londres y Roma por ejemplo, se estaban llevando a cabo eventos similares.
Uno a uno los jóvenes que lideran el movimiento tomaron el micrófono y lo pasaron a sus nuevos aliados, los estudiantes de otras ciudades que han padecido la pérdida de familiares y amigos, por la violencia de armas de fuego. Así, de la misma manera que David Hogg y Cameron Kaski, cofundadores del naciente movimiento, habló Edna Lizbeth Chávez, estudiante Latina quien viajó desde el Sur de California, y compartió ante las miles de personas congregadas en la marcha, cómo perdió a su hermano a causa de una bala; también subió al podium Trebon Bosley, el adolescente afroamericano de Chicago, ciudad en la que las muertes con arma de fuego son tan frecuentes que prácticamente no hay un día que no se reporte algún asesinato.
Y tocó el turno a Emma González, la activista cuyo rostro se ha convertido en el símbolo del naciente movimiento por el control de armas, su presencia ante el micrófono duró exactamente seis minutos y veinte segundos, el tiempo que se calcula le tomó a Nikolas Cruz cegar la vida de 17 personas, antes de abandonar el templete sentenció: “lucha por tu vida, antes de que sea trabajo de alguien más”.
Entre uno y otro orador algunos artistas que apoyan el movimiento por el control de la venta de armas de alto calibre participaron cantando, entre ellos estaban Demi Lovato, Lin Manuel Miranda y Arianna Grande, quien no pierde oportunidad de hacer la pertinente aclaración cada que puede que ella no es “spanish” “es un error muy común, -repite una y otra vez con vehemencia y con una notable urgencia de sacar de su error a sus fans- en realidad soy muy muy italiana”.
A la una de la tarde seguían llegando oleadas de gente expulsadas como bocanadas de humo de las estaciones del metro. Estos participantes tuvieron que integrarse al contingente principal hasta muchas calles atrás, pero lo hicieron sin un dejo de malestar o cansancio, sino satisfechos por ser testigos de la historia.
Hermanados doblemente por una causa
Llamaban poderosamente la atención dos hermanos de raíces mexicanas que asistieron con sus padres a la marcha, uno nacido en México y el otro en Estados Unidos, cada uno caminaba en la calle cobijado por la bandera de su país natal, doblemente hermanados por la lucha de una misma causa, defender sus vidas de la violencia de las armas, así como las de sus pares.
Después de la Marcha por nuestras vidas algunos manifestantes se dirigieron a la Casa Blanca a dejar frente a ésta sus pancartas como un mensaje a Donald Trump. En su camino se tropezaron con los otros manifestantes, con los que los organizadores habían sugerido ignorar en caso de ser provocados, sólo unos pocos estaban gritando consignas y amasando frustración y rabia al no ser tomados en cuenta, y lo demostraban haciendo señas obscenas a quienes se retiraban, sin importarles que hubiera muchos niños pequeños
El presidente no escucho a ninguno de los grupos, y seguramente tampoco vió las pancartas apiladas frente a su residencia, dado que los servicios de limpieza comenzaron a trabajar inmediatamente después de que se fueron los manifestantes. Donald Trump estaba en Florida, jugando golf.