Adoradores del lugar común, una buena parte de los mexicanólogos, recurren con frecuencia al clásico slogan cantinero, “¡como México no hay dos!”, para intentar construir sus argumentos sobre una supuesta condición excepcional en la realidad del país. El hecho es que ese tsunami de cambio que por algunos años recorre buena parte del mundo, finalmente también alcanzó a los vecinos pobres del señor Trump.
Descifrar la victoria electoral de Andrés Manuel López Obrador va mucho más allá de reconocer la tozudez de un activismo político que por más de años supo levantar mejor nadie dos grandes banderas: la inmoralidad de los niveles de pobreza e inequidad económica de la sociedad mexicana, así como el fastidio y repudio generalizado a la corrupción que marcó el regreso del PRI al poder. Además de reconocer el peso de estos factores y el propio talento de un político profesional de vieja guardia capaz de presentarse como la gran opción anti sistema, los resultados electorales cuentan una historia más trascendente que el simple remplazo de élites.
Del México del siglo XX, gobernado casi siempre por un solo partido –el ogro filantrópico–, que durante décadas ofreció estabilidad y algún tipo de movilidad social a amplios grupos, en un acuerdo tácito según el cual su clase política gozó de las grandes fortunas que se generaban al aparo del Estado, hoy México tiene una vigorosa sociedad civil, que comienza a participar políticamente.
En un país en el que el imperio de la ley sigue siendo una aspiración, en un contexto internacional peligrosamente parecido al periodo inter-guerras del siglo pasado, la elección de AMLO difícilmente vendrá acompañada de las grandes calamidades que sus enemigos pregonaban. Por supuesto que tampoco de los milagros que sus adoradores anunciaban.
Los seis años que vienen –en parte resultado de los 100 votos que llegaron desde Estados Unidos–, plantean incertidumbre y grandes desafíos. Y porque el pasado suele apuntar siempre hacia adelante, vale la pena retomar algunos de los acontecimientos más relevantes de los últimos seis. Quizá allí podamos encontrar algunas claves sobre lo que viene. O al menos, entender por qué tantos millones de personas apostaron al pasado para definir su futuro.
6 años, 10 estampas
Crónica de un fracaso
19 de abril de 2012.Tlalnepantla, Edomex.Parecía uno de los contados momentos fuera de guion en la cuidadísima producción de la carrera de Enrique Peña rumbo a los Pinos. Un par de canales locales de televisión transmitían en vivo la protesta de un centenar de simpatizantes panistas, que bajo la consigna “Peña no cumple”. Orquestada por el alto mando de la candidata Josefina Vázquez Mota, la campaña confrontaba con la realidad las promesas del puntero en las encuestas y anterior gobernador del Estado de México. El plan fue un éxito y logró detener el sentimiento de inevitabilidad respecto al regreso del PRI a Los Pinos.
Peña perdió varios puntos en las encuestas, pero con una consecuencia no planeada, provocó también el crecimiento de López Obrador en las mediciones. Unos días después, desde Los Pinos se operó su abrupta cancelación. Peña ganó la elección sin demasiados problemas. Y, claro, muy pronto incorporó a su equipo a destacados miembros del circulo más cercano de presidente Felipe Calderón.
2 de diciembre de 2012, en el Castillo de Chapultepec. Al mejor estilo de su mentor, a la mañana siguiente a su toma de posesión, el presidente anunció la creación del Pacto por México, una espectacular alianza con (casi) todas las fuerzas políticas del país para concretar las “grandes reformas” necesarias para “mover a México”. Con las grandes figuras del dinero aplaudiéndole y los líderes del PAN y PRD a su lado, Peña Nieto lanzó un plan de modernización que incluía la apertura del sector energético a la inversión extranjera, una importante reforma fiscal, apertura en la industria de las comunicaciones y, por supuesto, una gran reforma educativa.
Según las crónicas del momento, el clímax del mensaje presidencial fue su crítica a la dirigencia del sindicato de maestros. Al estilo de Carlos Salinas de Gortari, el nuevo mandatario perfilaba el encarcelamiento de Elba Esther Gordillo (26-02-13), una figura emblemática del viejo régimen y la líder magisterial. Como ocurrió con La Quina (10-01-95) la caída de un viejo jefe se convertía como el golpe maestro que permitiría reformas diseñadas para consolidar el retorno al poder de una de las maquinarias políticas más eficientes del siglo XX.
14 de febrero de 2014, Nueva York City. Desde uno de los pisos superiores del cuartel general de la venerable revista Time, en Midtown Manhattan, sus editores anuncian que la portada de su próxima edición internacional será una muy cuidada fotografía del presidente Enrique Peña Nieto, sobre la cual se colocaría, en letras muy grandes, el siguiente encabezado principal: “Saving Mexicio”.
Culminación de un asombroso trabajo de relaciones públicas la portada de Time magazine era un excelente ejemplo de un trabajo de propaganda que, desde plataformas como The Economist, Forbesy las grandes cadenas de televisión, daban un giro de 180 grados respecto a su narrativa de los años anteriores, según la cual México era un Estado fallido, unnarco-estado con ríos de sangre corriendo por las calles de todo el país. La nueva narrativa ponía en el cielo al presidente, joven y guapo que, al fin, abriría las puertas de la industria petrolera mexicana a los inversionistas privados. Obvio: a los hombres del presidentese les abrían todas las puertas de los grandes negocios en el planeta: Brasil, Beijing, Londres, Wall Street; todas.
26 de septiembre de 2014, Ayotzinapa, Guerrero. Como ocurrió una generación antes con la parranda previa a la puesta en marcha del Nafta, desde la nube de su poder, el presidente y su oficina no supieron entender la irrupción en el escenario público del México real. Durante la tarde noche de ese viernes, desde esa ola de violencia y descomposición social que agobia al país desde una década atrás, sucedieron una serie de hechos absurdos y aberrantes que llevaron a la masacre de 43 jóvenes normalistas en una de las regiones más miserables, descompuestas e infiltradas del país. El hecho debió haber detonado las mayores alertas en Los Pinos, donde la reacción principal fue la indolencia.
Causa patrocinada por profesionales de la desestabilización, Ayotzinapa evidenció algunas de las fallas de un Estado ineficiente e insensible. Considerada como un problema menor, local, la tragedia se intentó desestimar con un simple “paso en un nido de guerrilleros”, “fue un pleito entre narcos”, pero haiga sido como haiga sido, muy pronto la consigna callejera de ese “¡Fue el Estado!” se convirtió en uno de los momentos definitorios del sexenio. El cual se agrava aún más con la muy posible liberación de la mayoría de los responsables directos, como consecuencia de las maniobras de grupos de interés y la podredumbre de buena parte del sistema judicial del país.
6 de noviembre, 2014. Cualquier punto en los 210 kilómetros de la ruta ferroviaria México-Querétaro. El tren que nunca llegó. Muy avanzada la noche, el titular de la Secretaria de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza, anuncia que “en razón de las dudas e inquietudes que han surgido en la opinión pública, el presidente a reponer la convocatoria para la construcción del Tren de Alta Velocidad México Querétaro”.
Devastador para las empresas China Railway Constructiony CSR Corp., la cancelación parece un desesperado intento de control de daños ante la inminente revelación de un nuevo caso de supuesta corrupción, en un escenario en el que los hombres del presidente eran ya celebres por la cantidad de negocios al amparo del poder en que estaban involucrados. En un momento de pragmatismo extremo, Los Pinos parecían haber roto un paradigma histórico en la relación entre la élite mexicana y sus socios del norte: la doctrina Monroe. Una cosa es hacer negocios obscuros con Exxon Mobil, BPu otro gigante Americano, y otra cosa es llegar a arreglos sospechosos con los nuevos oligarcas chinos.
9 de noviembre de 2014. Las Lomas de Chapultepec. A eso de las 5 de la mañana de ese domingo comenzó a circular la edición 1986 de la revista Proceso y otros tres medios locales, un texto que revelaba el conflicto de intereses que permitió a la esposa del presidente, la actriz Angélica Rivera, adquirir una residencia valuada en unos 7 millones de dólares: sus relaciones con uno de los beneficiados por el proyecto del tren chino. Las fotos de la “casa blanca” habían sido publicadas por una revista del corazón casi un año y medio antes, pero esta vez generaron un escándalo mayúsculo.
Evidentemente, tanto la respuesta de la propia actriz, a través de un video en Facebook, como los intentos de la Presidencia por acallar el tema, generaron el efecto contrario: el desplome en los niveles de aprobación del mandatario, el cual poco después llegaría a nivel inferior al 10 por ciento. Calificar al gobierno de “asesino” por la desaparición de los estudiantes como corrupto”, por la casa blanca, se volvió viral.
7 de junio, 2015.La esquina de Insurgentes y Buena Vista, al norte de la Ciudad de México. Aunque las señales llegaron desde horas antes, a eso de las 10 de la noche en la sede nacional del PRI se confirmaba el total desastre en las elecciones federales intermedias, así como su derrota en 7 de las 12 gubernaturas en disputa ese domingo. El partido hasta una generación había gobernado México por 70 más de medio siglo con un supuesto apoyo electoral superior al 90%, controlaría menos de la mitad de las entidades país, al obtener menos de una tercera parte de los votos.
Antes de renunciar a la presidencia del partido, Manlio Fabio Beltrones, otro ícono del viejo sistema, pedía revisar la estrategia y ejercicio de gobierno. En sentido contrario, el circulo cercano al presidente se consolido en torno a sus dos principales alfiles: la opción política, su secretario de Gobernación, y la económica, su secretario de Hacienda.
11 de julio de 2015.Penal de “máxima seguridad” en Almoloya, Estado de México. A eso de las 8 de la noche, el narcotraficante Joaquín Guzmán Loera entra (vestido) a la regadera en el baño de su celda, la número 20, en la misma cárcel en que había sido recluido (para luego fugarse) 18 años atrás. En cuestión de minutos El Chapo salió del penal a través de una especie de motocicleta que corría por un túnel construido en los meses anteriores. De ahí, en camioneta, hasta una pista clandestina y después, por aire, rumbo a la libertad y la búsqueda del amor.
Confrontado con un enorme clamor contra su “incompetencia”, el gobierno tardó casi medio año en recapturar al Chapo, quien se dio tiempo de reunirse con Sean Penn, enfant terriblede Hollywood y la actriz Kate Del Castillo, para tomar tequila y negociar la versión cinematográfica de su legendaria biografía. A pesar de su tercer arresto, la estrella siempre ha sido él, no sus perseguidores.
31 de agosto, 2016.Salón López Mateos en la residencia oficial de Los Pinos. En una verdadera noticia –un hecho relevante inesperado para casi todo—, a través de su arma favorita, unas horas antes Donald Trump había twitteado al mundo sobre su inminente visita al presidente de México. Abajo en las encuestas y considerado por casi todo el establishment estadounidense como un personaje impresentable, Trump había negociado con su “amigo Luis” (Videgaray), el secretario de Hacienda mexicano, un encuentro con el mismo presidente de esos millones de inmigrantes que había convertido en el blanco favorito de sus ataques de odio y racismo desde el primer minuto de su campaña.
Descompuesta por un jaloneo, vía twitter, sobre el tema del muro fronterizo, la vista de Trump representó otro gran tropiezo para el presidente Peña. El repudio fue global y lo obligó a renunciar a Luis Videgaray, su alter ego en el poder. Aunque al ganar Trump la Casa Blanca lo reincorporó a su gabinete –como canciller y principal responsable de la relación con Estados Unidos y futuro del TLC–, ya no tuvo la fuerza para imponerlo como su delfín para el proceso de sucesión presidencial. En su lugar, el 27 de noviembre del año siguiente, nombró a José Antonio Meade, uno de los personajes más cercanos al propio Videgaray.
1 de julio, 2018 *.Rancho La Chingada, a las afueras de las ruinas mayas de Palenque, Chiapas. Supuestamente preparado para recibir a su propietario en caso a que fracasar su tercer intento de ganar la Presidencia, el lugar quedará sin habitarse. Luego de mantenerse muy por arriba en todas las encuestas durante casi todo el sexenio, Andrés Manuel López Obrador se perfila claramente como el principal beneficiario político de seis años de tropiezos mayores. Su opción era bastante clara, o “la chingada o Palacio Nacional”.
Bajo las banderas del rechazo total a la corrupción y un eje discursivo centrado en la pobreza y la inequidad social, el ex jefe de gobierno de la capital del país –cargo que desempeñó sin apocalipsis o milagros– supo capitalizar ese gran tsunami de enojo social que recorre buena parte del mundo. Formado en el priismo más añejo, el tabasqueño logró convertirse en el emblema de cambio luego de tres décadas de gobierno de “la mafia del poder”. Con una propuesta muy básica, para una sociedad poco sofisticada, AMLO ofrece una especie de refundación de la patria al nivel de sus grandes transformaciones históricas. Y todo en seis años.
* Por confirmarse.