Los radicales libres, que bien podría ser el nombre de una banda anarquista, son compuestos que han perdido un átomo en su estructura. Hagamos memoria de como la profesora de química en la secundaria nos decía que todos los elementos deben tener sus electrones completos, ya que de otra manera son inestables.
Estos radicales libres se forman de manera natural por las reacciones metabólicas de nuestro cuerpo, y hay también otras sustancias que actúan para inhibir estos radicales libres, logrando de manera natural un balance. El problema es cuando hay fuentes externas que crean más y más radicales libres. Ejemplos de esto es vivir y respirar en zonas de alta polución, sobre todo en días calurosos, donde las partículas suspendidas de este aire contienen radicales libres, así como iones metálicos, que producen más radicales libres.
Fumar tabaco, activa o pasivamente, entre todos sus males genera también radicales libres. Algunos medicamentos, principalmente anticancerígenos o antivirales para VIH, generan también radicales libres. Abusar de las drogas y el alcohol genera radicales libres. Cuando el proceso de generación de radicales libres es externo, se denomina estrés oxidativo. Incluso el estrés fisiológico puede generar estrés oxidativo. Este desbalance en la generación de radicales libres por la exposición a condiciones extremas y abusos, el cuerpo no lo puede contrarrestar de manera natural, pudiendo afectar de manera negativa otras enfermedades, como las cardiovasculares, cáncer, diabetes, las neurodegenerativas y otras relacionadas con el envejecimiento (Parkinson, Huntington, Alzheimer, entre otras).
La mejor manera de ayudar a contrarrestar esta generación excesiva de radicales libres es consumiendo alimentos que contengan antioxidantes naturales. Hay cinco grupos de alimentos que el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos recomienda: vegetales, frutas, granos, lácteos y alimentos proteicos. Hay cuatro subgrupos de vegetales, que son los verdes, los rojos o naranjas, los amiláceos o feculentos, chícharos y frijoles. El brócoli, nuestro viejo amigo, y las espinacas son el mejor ejemplo de vegetales verdes que se pueden comer. Los rojos o naranjas por supuesto que son los jitomates, pimientos, zanahorias, calabazas, etcétera. Dentro de los amiláceos -que contienen almidones- están las papas y el maíz. Todos estos pueden comerse frescos, congelados (bueno, comprarlos congelados y descongelarlos) o enlatados.
Para las frutas las que se recomiendan son las naranjas (por la vitamina C) y las manzanas, ya sea en fresco o su jugo. Plátanos, moras, melón, y uvas jóvenes y viejas (pasitas) son también recomendadas, ya sea frescas, o enlatadas, o deshidratadas. Los granos recomendados son los granos enteros y alimentos que los contengan, principalmente los de panificación, como pan, cereales y/o galletas, además de las pastas, hechos de harina integral, así como los productos de avena o arroz integral.
Todos los lácteos son recomendados, ya sea sin deslactosados o no: yogurts, postres, o quesos, pero reducidos o bajos en grasa. No se recomienda la crema o el queso crema por su bajo contenido de calcio. Los alimentos proteicos pues son todas las carnes (res, cerdo, pollo, pescado, y otras especies), además de huevo y nueces, así como los alimentos derivados de soya. Todos estos alimentos implican una dieta saludable y deben ser comidos en cantidades adecuadas a la edad y el nivel de actividad física, con el fin de tener una vida más sana. Pero esta alimentación más sana no es nada si no se dejan los excesos, sobre todo los que implican la generación de radicales libres.
Los alimentos listados son los que se recomienda consumir, pero hay otras opciones, frescas o empacadas, que caen en alguna de las categorías de la lista. Estos alimentos contienen fitoquímicos, que son compuestos bioactivos, cuya estructura química (que no veremos) les confiere una importante actividad: son antioxidantes, es decir, inhibir radicales libres. Alguna vez escucharemos hablar de compuestos fenólicos (como los flavonoles, flavonas y antocianinas), fitoesteroles y carotenoides, por mencionar algunos.
Los colores rojo y azul de los alimentos, incluido el vino tinto, están relacionados con las antocianinas, mientras que los flavonoides están más presentes en manzanas. En resumen, el color del alimento nos va a decir si contiene o no antioxidantes, ya que gran parte están contenidos en las cáscaras como protección del fruto. Todos estos compuestos tienen actividad antioxidante probada, coadyuvando contra enfermedades como las mencionadas anteriormente. También el chocolate, el café y el té contienen antioxidantes. Si los alimentos orgánicos contienen mayor número de estos nutrientes es algo en lo que aún se debate. El método de cocinarlo ya lo platicamos el pasado diciembre, en la medida de conservar estos y otros nutrientes. Además, el consumo de estos alimentos también aporta vitaminas a la dieta.
A este respecto, recientemente se ha descubierto que las vitaminas y minerales consumidos como suplementos no tienen un efecto consistente sobre la salud, aunque tampoco la afectan. En una exhaustiva investigación sobre los suplementos multivitamínicos (específicamente los que contenían vitamina C, D y calcio) no se encontró ninguna mejora en la prevención de enfermedades, al ser consumidos como complementos alimenticios. La vitamina B3 (niacina) o antioxidantes mostraron poco efecto, y solo las vitaminas del complejo B, particularmente la B9 (ácido fólico), quizá reduzcan enfermedades cardiovasculares o ataques al corazón.
En resumen, la gente debería estar consciente de que los suplementos que consume los están tomando por una deficiencia especifica de vitaminas o minerales y esto recomendado por su médico. Aunque lo mejor es consumirlos de su fuente original: los alimentos.