A diferencia de otros movimientos de la época, el 68 mexicano fue el más represivo, “no sólo en términos de los ataques de granaderos, gases, sino que implicó muchas muertes; después de éste hubo escepticismo, soledad, miedo pero también se alentaban a seguir a participando”, señaló el doctor Hira Simon Eli de Gortari Rabiela, investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.
Para el maestro en Historia por el Colegio de México, el miedo a la participación política ya existía antes del 68, pues en nuestro país la oposición no tenía lugar. La figura de Gustavo Díaz Ordaz “era la culminación de un proceso donde su figura estaba fortalecida con un sistema de partido único, hegemónico, en el que no había posibilidades de hacer un contra balance, los otros partidos eran débiles y disidentes, no estaban reconocidos. Se prohibían todo tipo de expresiones que no estuvieran dentro de las simpatías de los partidos existentes”.
El investigador universitario señaló que el PRI predominaba de manera absoluta en las cámaras, el régimen presidencialista era de poder absoluto, “desde el día del bazucazo se violentó la autonomía universitaria y hubo un rechazo absoluto a la figura del presidente”.
Fue tal el golpe psicológico en todos los participantes y sobrevivientes, que tardarían muchos años en asimilarlo. Sin embargo, el 68 pugnó por la libertad de manifestación. “Antes llegar al Zócalo era insólito y este movimiento fincó un precedente en la democratización del país”, concluyó De Gortari Rabiela.