Por Omar Páramo / Nayeli Manuel
México es un país racista y seguirá siéndolo mientras se crea mestizo, pues el origen de su propensión a discriminar surge de la idea de que nos debemos mezclar, expuso el profesor Federico Navarrete, del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM.
“Este concepto, pretendidamente incluyente, en realidad excluye, pues define quién puede ser integrado y quién no, y deja de lado a grupos poblacionales importantes como los indígenas, a las personas de origen africano o asiático, o a los inmigrantes judíos y a otros grupos supuestamente incapaces de asimilarse”, agregó.
Para el también escritor, el mestizaje es una idea racista pues, aunque enarbola la combinación genética de sujetos con características distintas, argumenta que la porción europea es preferible a la americana. “Deseamos el blanqueamiento de los indígenas, pero jamás la indigenización de los blancos”.
A decir de Navarrete Linares, en este rubro se busca mayor blancura y europeización, y así lidiamos con una ideología parecida a las imperantes en Sudáfrica, Estados Unidos o Alemania en la primera mitad del siglo XX, con la única variante de que la segregación aquí se practica por la mezcla y no por la separación”.
No obstante, pese a haber encontrado similitudes entre la manera de discriminar en territorio nacional y la ejercida en otros países, el académico pidió no generalizar, pues la nuestra es muy particular.
“Subrayar que el racismo mexicano es diferente al de EU es una invitación a entender sus características, pues el nuestro es un caso nacional dentro de un fenómeno internacional y en ese sentido tiene elementos en común con otras manifestaciones, pero es distinto”.
¿Racistas o clasistas?
Al aseverar que México es un país racista, siempre alguien lo niega espetando el mismo argumento: “¡Eso no!, lo que somos es clasistas, que no es igual”, lo que para Federico Navarrete sólo reafirma lo primero, pues ambos conceptos son dos caras de la misma moneda.
“Hacer esta distinción es fútil porque en México, desde el siglo XVI, el privilegio está vinculado a la procedencia. Desde el régimen colonial español las mejores posiciones sociales se han reservado a gente de origen europeo y eso hizo que las diferencias en la sociedad novohispana fueran de casta y no de clase”, refirió.
Dichas condiciones se mantienen y por ello en México las divisiones de clase y la estratificación social y económica se ligan a elementos de origen continental, es decir, a quién es europeo y quién indígena o de procedencia africana o asiática, y al lenguaje, pues el país siempre se ha puesto a los hispanoparlantes muy por encima de los hablantes de las 68 lenguas originarias que tenemos.
“Es imposible separar racismo de clasismo, tanto a nivel histórico como en la práctica social, pues en el último ámbito tendemos a leer la posición de las personas a partir de prejuicios y asociamos a las personas de piel morena con pobreza y menor educación, y a los de tez blanca con privilegios, sofisticación, belleza y éxito”.
Además, el argumento de que la discriminación por raza o por clase son dos cosas distintas tiene una falla moral, pues parece un intento por hacer ilegítima a la primera y darle carta de aceptación a la segunda, cuando ésta también debería ser combatida, explicó.
Alfabeto del racismo en México
Tras haber publicado México racista, en el 2016 Navarrete regresó a las librerías con Alfabeto del racismo en México, con el cual analiza diversos conceptos relacionados con este tema desde la A (con la palabra “ambulante”) hasta la Z (con “zapatismo”).
“Desde un inicio me negué a llamarlo diccionario porque ello nos remite a algo sistemático y lo que integré aquí son pequeños artículos con tono satírico o humorístico (aunque algunos son abordados con seriedad) que describen y discuten temas, voces y costumbres claves del racismo mexicano, los cuales pueden ser leídos aleatoriamente, como se hace con Rayuela, de Julio Cortázar”.
Por ejemplo, hay entradas dedicadas a “güero”, “naco” o “whiteness”, así en inglés porque para el autor la noción de blancura subyacente a la noción de mestizaje es un ideal mundial que México importó.
“La meta es presentar un modelo para armar con los elementos que constituyen el racismo mexicano a fin de que el lector vea cómo esas piezas se empalman y se fortalecen unas con otras. Es una invitación a pensar, a reflexionar, a reírnos de nosotros mismos, a reconocer lo ridículo de nuestras formas de discriminar y a llevarnos a una autocrítica más profunda de por qué mantenemos estas distinciones tan artificiales y dañinas para nuestra vida social”.
Vicios privados, ¿virtudes públicas?
Para Navarrete, a diferencia de lo que pasa en EU o Europa, donde el racismo se ejerce en el ámbito público y se ha expresado a través de la esclavitud o leyes brutales, en México éste se practica de manera soterrada, en la esfera de lo privado, y ello lo invisibiliza.
“Una de las características de nuestro racismo es que es social y particular, infligido por personas y grupos contra otros individuos y colectivos en vez de que lo ejerza el Estado o la ley, como en otras naciones. Que en la Unión Americana sea tan tangible ha provocado reacciones en su contra y el surgimiento —desde hace más de medio siglo— de movimientos antirracistas”.
En contraste, como en México es privado y poco visible, no ha habido reacciones públicas equivalentes, lo que sugiere un inconveniente: nuestro racismo es más cerrado y menos evidente que el de otros países y, por ello, es más difícil de combatir.
A decir del académico, una de las trincheras que más fomentan estas actitudes son los medios de comunicación, pues ahí se excluye de manera sistemática a las personas de piel oscura o apariencia indígena. Esto es discriminatorio, pero se nos presenta como un tema que, de ser cuestionado, parecería coartar su libertad de expresión.
Estas condiciones, planteó Navarrete, han hecho que el México de este siglo sea más discriminador que el del XX. “Lo visto en los mass media no tiene precedentes, es el racismo más descarado en la historia de México y éste se extiende a ámbitos de la vida social vinculados con la desigualdad socioeconómica y la violencia”.
Sin embargo, para el académico hay maneras de deshacerse de este lastre y una es la regulación legal y otra la presión social para detener el racismo en los medios, pues sin importar que sean monopolios privados con poder, al final son herramientas al servicio de la gente y, como sociedad, les podemos exigir que dejen de practicar un acto tan lesivo, que asuman un espíritu de servicio público y que dejen de excluir a la mayoría de la población mexicana. Es una cosa que podría hacerse inmediatamente y que no costaría tanto.
Y finalmente, el tema más profundo a tratar es el de la desigualdad, lo cual plantea un dilema porque ésta debe ser combatida, pero es imposible si no se hace lo mismo con el racismo que la fortalece, y al revés es igual, no es factible acabar con este último si no reducimos la primera. “Así, en términos de política social, educativa y de política secas, hay que avanzar juntos para así hallar una salida”.