Impresión artística de la Estrella de Barnard b bajo la luz teñida de naranja de la estrella. Imagen: www.smithsonianmag.com
En las dos últimas décadas los astrónomos han constatado que casi todos los cientos de miles de millones de estrellas de la Vía Láctea tienen mundos a su alrededor. Son los llamados exoplanetas, de los que cuentan más de 4.000 hallados hasta el momento, y los han descubierto de todos los tamaños, tipos y colores que se pueda imaginar.
Un equipo internacional de científicos, liderado por Ignasi Ribas, investigador del Instituto de Estudios Espaciales de Cataluña (IEEC) y el Instituto de Ciencias Espaciales (ICE), han encontrado poderosas evidencias de la presencia del segundo exoplaneta.
Designado como estrella de Barnard b, el el segundo exoplaneta más próximo a la Tierra, orbitando la Estrella de Barnard cada 233 días, y se encuentra a tan solo seis años luz. Es 3.2 veces más grande que nuestro planeta(super-tierra) y a pesar de estar relativamente cerca de su estrella madre, a una distancia de solo 0.4 veces la distancia entre la Tierra y el Sol, el exoplaneta se encuentra cerca de la ‘línea de hielo‘, la región donde los compuestos volátiles, como el agua, pueden condensarse en hielo sólido. Este mundo helado y sombrío podría tener una temperatura de -170°C, por lo que es inhóspito para la vida tal como la conocemos.
“Para el análisis usamos observaciones de siete instrumentos diferentes, a lo largo de 20 años. El resultado de este esfuerzo es uno de los conjuntos de datos más grandes y exhaustivos jamás usado para estudios precisos de velocidad radial, acumulando en total más de 700 observaciones”, explica Ribas. Al combinar y analizar de nuevo todos los datos, volvió a aparecer claramente una señal con un período de 233 días. Esta señal implica que la estrella de Barnard se está acercando y alejando de nosotros a unos 1,2 metros por segundo (aproximadamente la velocidad a la que anda una persona), lo que se explica muy probablemente por la presencia de un planeta orbitándola.
Una ilustración de la distancia relativas desde nuestro sistema solar. Imagen modificada de National Geographic
Mientras que la estrella en sí misma es antigua (tiene probablemente dos veces la edad de nuestro Sol), y relativamente inactiva, también es la estrella con el movimiento aparente más rápido del cielo, cerca de 500.000 kilómetros por hora. Viaja una distancia equivalente al diámetro de la Luna en el cielo cada 180 años (aunque esto pueda no parecer mucho, es el movimiento aparente más rápido de cualquier estrella).
Las super-tierras son el tipo más común de planeta que se forma alrededor de estrellas de poca masa como la Estrella de Barnard, lo que le otorga credibilidad a este recién descubierto candidato planetario. Además, las teorías actuales de la formación planetaria predicen que la línea de hielo es el lugar ideal para que se formen tales planetas.
“Después de un cuidadoso análisis, estamos seguros al 99% de que el planeta está ahí, pues es la explicación que mejor encaja con nuestros observaciones”, asegura Ribas. “Sin embargo, debemos ser prudentes y recoger más datos para poder estar seguros, porque las variaciones naturales del brillo de la estrella debidas a las manchas estelares o a ciclos de actividad podrían producir efectos similares a los detectados”.Nuevas observaciones están llevándose a cabo desde diferentes observatorios.
Este avance, fue publicado esta semana en la revista Nature, es el resultado de los proyectos Red Dots y CARMENES (un espectógrafo situado en Calar Alto, España), cuya búsqueda de planetas rocosos locales ya ha descubierto un nuevo mundo en órbita, el llamado Próxima b a 4.2 años luz de distancia, un planeta de tamaño similar a la Tierra que está tan cerca de su sol que sus años duran solo 11 días, se encuentra orbitando alrededor de nuestra vecina más cercana, Proxima Centauri.
Entre los instrumentos utilizados se encuentran los famosos espectrógrafos HARPS y UVES de caza de planetas de ESO(Observatorio Europeo del Sur). “HARPS desempeñó un papel vital en este proyecto. Combinamos los datos de archivo de otros equipos con mediciones nuevas y superpuestas de la estrella de Barnard de diferentes instalaciones”, comentó Guillem Anglada Escudé (Universidad Queen Mary de Londres), científico co-líder del equipo. “La combinación de instrumentos fue clave para permitirnos realizar una verificación cruzada de nuestro resultado”.