A pesar de la cantaleta de Donald Trump sobre “El Gran Muro” que protegerá a Estados Unidos de todo sus enemigos, reales e imaginarios, el gran aparato de inteligencia de su país apunta en otra dirección: el lejano oriente.
Mientras el principal riesgo militar es Corea del Norte y la amenaza que representa Kim Jong-un, su peculiar líder, tercero en la dinastía de dictadores elegidos por el propio Joseph Stalin hace más de medio siglo. En contra de la realidad virtual en que vive el inquilino de la Casa Blanca –en la cual Kim Jong-un es a “terrific guy” a quien trata como amigo personal, el director de Seguridad Nacional, Dan Coats aseguró al Congreso que el líder coreano mantendrá su cruzada para desarrollar armas nucleares que, muy probablemente usará contra sus numerosos enemigos.
Mientras en el planeta Trump, en una escena digna de la próxima temporada de Game of Thrones, es necesario levantar un muro como el de la serie televisiva para detener al ejercito de campesinos centroamericanos, mujeres y niños incluidos y quizá algunos infiltrados enviados por “el usurpador” Nicolás Maduro, que marchan en caravana rumbo a San Diego y, probablemente Annaheim, la sede original de Disneyland, las elites económicas y especialistas tienen un temor en mente: China.
Además de ser la primera potencia militar del nuestro tiempo, Estados Unidos es –aún con Trump, una potencia mundial en el refinado oficio de la propaganda. En ese sentido parece ir la reciente demanda contra la empresa Huawei, el gigante asiático de los dispositivos móviles. Ante el agotamiento creativo de Apple, las denuncias por espionaje en contra de la presidenta de la empresa sustentada en el modelo monopólico que sostiene plataformas como WeChat (2,500 millones de usuarios) parecen un perfecto movimiento táctico para agitar el humor social y alimentar el más poderoso de todos los instrumentos de control social: el miedo.