La decisión de una corte australiana de declarar culpable al cardenal George Pell de pedofilia es el mayor golpe moral y legal en contra del pontificado del Papa Francisco. Número tres en la estructura del Estado Vaticano, el sacerdote australiano operaba hasta poco como el principal administrador de los dineros de una estructura religiosa de más de mil millones de fieles.
El Vaticano lamentó la noticia, pero también pidió justicia para limpiar a la Iglesia católica de un problema que lleva décadas, las agresiones sexuales contra menores de edad y su encubrimiento por la jerarquía del clero.
Pell, quien hace pocos años estuvo muy cerca de ser electo Papa, ha sido uno de los principales operadores del proyecto de Francisco, jesuita de formación y franciscano por convicción, para modernizar la cura a nivel mundial, acercándola a los principios de caridad, solidaridad y pobreza predicados por Jesucristo hace dos mil años.
En un momento crucial de una disputa por el poder entre la jerarquía católica, vale recordar la diferencia entre la fe y espiritualidad –un asunto fundamental e individual; la religión –una serie de normas morales encaminadas a fortalecer valores universales y la “Santa Madre Iglesia”—institución humana convertida en ideología al aparo del imperio romano.