Todos los días, cientos de personas alrededor del mundo abandonan sus territorios con la esperanza de conseguir, en otro país, mejores condiciones de vida. No son migrantes con visas y pasaportes, son viajeros de a pie, esos que el sistema desecha oportunamente.
Su condición de pobreza y vulnerabilidad los orilla a realizar un desplazamiento forzado que no tiene lógica; obedece a un sistema de reproducción que no los incluye: busca despoblar lugares donde se prevén enfrentamientos o quejas de la sociedad civil para poder llevar a cabo sus planes y proyectos.
Son políticas públicas “diseñadas a modo” con el fin de llevar a cabo un desplazamiento que los conduzca a la muerte, esa idea de ejercer autoridad mediante el uso de la violencia apropiándose del derecho a decidir sobre la vida y/o muerte de alguien más.
De acuerdo con Ariadna Estévez López, investigadora del Centro de Investigaciones sobre América del Norte (CISAN) de la UNAM, este dispositivo necropolítico opera en espacios ricos en recursos naturales donde reina el crimen organizado y donde migrantes, mujeres y niños son vistos y tratados como mercancía.
“Está en los intereses de la reproducción del sistema capitalista neoliberal producir condiciones que orillen a las personas a situaciones y condiciones de muerte en distintos lados, sobre todo de las periferias de países de Centroamérica, en Venezuela y en algunos lugares de África y Asia, espacios donde se crean condiciones explosivas que, eventualmente, derivan en muerte y enfermedad”.
Esa condición marginal a la que están expuestos es la misma que les impide romper las barreras del lugar donde pretenden asilarse, por lo que son conducidos a otros lugares, aquellos a donde llegan los deportados.
“Tijuana es un ejemplo de ello. Estamos viendo a toda la gente -mexicanos y extranjeros- que está siendo deportada a través de las garitas importantes. Son enclaves donde pasan las redes de tráfico de personas, por lo que encuentras que, geográficamente, es bizarro que hayan rusos, haitianos, subsaharianos, por tanto, tienen pocas posibilidades de trascender ese bolsón”, sostuvo la académica.
Esta situación va más allá de la pobreza, subrayó. Es gente legal y socialmente desechada en enclaves geográficos determinados donde -también- se crean estas condiciones.
Así pues, el discurso neoliberal opera de tal manera que la educación que recibimos bajo este sistema nos desensibiliza con el objetivo de aprobar dicha premisa.
Estévez López refirió que “hay jóvenes de determinada edad que no van a tener trabajo porque no tienen la educación, el color de piel adecuado y no son de cierta clase social, es decir, son jóvenes que no van a acceder al sistema legal de oportunidades, por lo que es muy fácil hacer creer que se convertirán en delincuentes”.
El tercer país seguro
La idea de “tercer país seguro” surge a raíz de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados que se firmó en Ginebra, Suiza, en 1951. Establece que ninguna persona puede ser devuelta a un lugar donde su vida esté amenazada o corra peligro, por tanto, si este segundo país se niega a recibirlo, tiene la obligación como Estado a remitirlo a un tercero siempre y cuando cumpla con condiciones de seguridad, derecho a la vivienda, seguridad social, servicios médicos, empleo y educación.
La propuesta del gobierno estadunidense de nombrar a México como “tercer país seguro” obedece a fines meramente políticos.
“Esta es una salida que han sacado los gobiernos racistas como una medida para retener las solicitudes de asilo. En México nadie está seguro. Está jugando el papel de hacerle el trabajo sucio a Estados Unidos deteniendo a los migrantes ya sea con visas humanitarias o con el Ejército”.
Desde el punto de vista de la especialista en Derechos Humanos, el gobierno mexicano pudo haber negociado con Estados Unidos sin tener que valerse de la situación migratoria, ya que ésta continuará mientras no existan condiciones dignas de vida.
“No es que la gente tenga el sueño americano o quiera vivir en Europa, sucede que no hay vida posible en la mitad del planeta”, argumentó.
Por tanto, en la medida en que los países ricos se sigan llevando todos los recursos y sigan creando situaciones insostenibles, estaremos asegurando el desplazamiento forzado de muchas comunidades, pues “más de la mitad del planeta está en condiciones de no ser habitable, ya sea por condiciones ambientales, económicas o de seguridad”.