Que Estados Unidos vive una profunda crisis política es un hecho muy difícil de rebatir. Que dicha crisis ha permeado a amplios segmentos sociales que reproducen en redes sociales y plazas públicas el encono de los políticos, es también un hecho claro.
En ese contexto, la Suprema Corte tiene en sus manos la posibilidad de traer un poco de sensatez cuando tome su decisión jurídica sobre el bloqueo de un grupo de gobernadores a las Ordenes Ejecutivas del Presidente Obama de noviembre del 2014.
Más allá de que la decisión de la Suprema Corte podría afectar a cerca de 5 millones de familias Americanas que obtendrían un alivio migratorio, que aunque temporal, beneficiaría a la economía nacional, la tan esperada resolución impactará de manera importante la contienda presidencial.
De dejarse llevar por la retórica incendiaria del Señor Trump y sus cómplices pasivos en los medios, si la Suprema Corte le da la razón a los enemigos de Obama, estaría abonando a un discurso xenofóbico y aislacionista que en mucho dañará el liderazgo global que este país ha mantenido desde hace más de 70 años.
De unirse al tsunami antisistema que recorre el mundo actual, la Suprema Corte puede contribuir a que Estados Unidos deje de ser la gran nación pro inmigrantes.
Por otro lado, si la Corte reconoce que Obama es el titular del Poder Ejecutivo y cuenta con capacidad para ejecutar las leyes de la mejor manera posible, su decisión contribuiría a mantener el consenso que comparte la inmensa mayoría de la población: que los inmigrantes y sus hijos son ya parte de esta sociedad.
Atorada a su interior en 4-4 que refleja la división misma de la clase política, muy pronto la Suprema Corte tomará una resolución que, por sus consecuencias, definirá el futuro del país.