El artemarcialista se convirtió en una de las grandes figuras de la cultura popular del siglo XX gracias a su carisma y habilidad con los puños; nació el 27 de noviembre de 1940.
Como las leyendas del Viejo Oeste norteamericano, la figura de Bruce Lee es tan grande alrededor del mundo que es complicado discernir entre las habladurías y los hechos, entre lo real y el imaginario colectivo que convirtió al artemarcialista en uno de los grandes íconos de la cultura popular del Siglo XX.
Lee nació en San Francisco, California, un 27 de noviembre de 1940, fue el cuarto de los cinco hijos que engendró el matrimonio entre Lee Hoi-chuen y Grace Ho, quienes por sugerencia de una enfermera nombraron Bruce al pequeño, buscando evitar un problema con su acta de nacimiento porque se encontraban en Estados Unidos de paso gracias al trabajo como actor de Lee Hoi-chuen. Así fue registrado con dos nombres: Lee Jun-Fan y Bruce Lee.
La familia regresó a Hong Kong a pesar del conflicto desatado por la invasión japonesa a Manchuria y la posterior ocupación de los nipones en la zona durante la Segunda Guerra Mundial. Lee Hoi-chuen retomó su trabajo como actor al terminar la guerra, fue así que el pequeño Bruce tuvo su primer acercamiento al cine, a los seis años participó en el rodaje de The Birth of Mankind.
Su interés por las artes marciales surgió durante su niñez en Hong Kong. Bruce Lee recibió su primera educación al respecto de parte de su padre y posteriormente estudió más de tres años en la famosa escuela de Ip Man, donde se enseñaba uno de los artes marciales chinos más tradicionales: el wing chun. Lee dominó pronto la técnica y comenzó a hacerse de una reputación como luchador.
Los padres de Lee decidieron enviarlo a San Francisco en 1959 para que viviera con su hermana Agnes y terminara su educación media superior, una vez concluida esa etapa de sus estudios se inscribió en la Universidad de Washington, donde tomó cursos de filosofía, arte y psicología durante el 61.
Lee comenzó a dar clases de wing chun en Estados Unidos, pronto cobró notoriedad como instructor. Su nombre se popularizó a tal grado que algunas estrellas de Hollywood lo buscaron para conocer sus enseñanzas. Así nació su interés por retomar su carrera como actor, ahora en la meca del cine. Su primera gran oportunidad llegó fue elegido para interpretar a Cato, mayordomo del protagonista de la serie de televisión El avispón verde.
Los siguientes años trajeron pocas oportunidades de estrellato para artemarcialista en la pantalla grande, por lo que decidió regresar a oriente donde su aparición como Cato lo convirtió en una estrella. Las primeras películas que filmó en su regreso fueron un par de producciones financiadas por Golden Harvest, tituladas The Big Boss (1971) y Fist of Fury (1972). “Estas películas lo convirtieron en un héroe de la clase trabajadora que enfrentó a los opresores jefes o autoridades extranjeras. Donde una vez interpretó a huérfanos de la calle que necesitaban salvación, ahora era el líder de su resistencia, enviado para vengar y redimir su sufrimiento”, anotó sobre estas producciones el investigador Jeff Chang en un ensayo para The Criterion Collection.
Ante el éxito de ambas películas, Lee se alió con Raymond Chow para fundar la productora Concord Production Inc., movimiento que le garantizó el control creativo sobre su trabajo en pantalla. Bajo ese emblema filmó Way of the Dragon(1972), Enter the Dragon (1973) y la inconclusa The Game of Death, fue terminada tiempo después de la muerte del actor.
Bruce Lee se convirtió en una de las grandes estrellas del séptimo arte a nivel mundial gracias a su trabajo. Su muerte llegó de manera repentina el 20 de julio de 1973 en Kowloon, Hong Kong. a la edad de 32 años. Los doctores asentaron que su fallecimiento había sido ocasionado por una reacción alérgica a un químico que el actor usaba para aliviar los dolores de cabeza que le afectaron en los meses anteriores a su partida.
A continuación compartimos un fragmento del texto El vacío y la forma, escrito por Bruce Lee y traducido por Iván García para el Periódico de Poesía, publicado por Cultura UNAM:
“Yo no soy un profesor. Soy, cuando mucho, una señal para quien viaja perdido. Pero cada uno debe elegir su propia dirección. Todo lo que yo puedo ofrecer es una experiencia, nunca una conclusión. Se debe reflexionar incluso sobre lo que estoy diciendo. Tal vez pueda ayudarlos a descubrir y examinar un problema, despertando el conocimiento que en realidad ya poseen dentro de sí mismos, pero no puedo enseñar el conocimiento, porque no soy profesor ni tengo estilo. No creo en los sistemas ni en los métodos. Y sin sistema ni método, ¿qué se puede enseñar?”