Mariana Benítez Keinrad logró lo que ninguna mujer ha hecho. En 2015 ganó el premio Jorge Lomnitz Adler, en el área de Sistemas Complejos, otorgado por el Instituto de Física y la Academia Mexicana de Ciencias. Un galardón que tradicionalmente es otorgado a hombres con formación en el área de física.
Mariana, investigadora del Instituto de Ecología de la UNAM, estudió biología y fue premiada gracias a su trabajo interdisciplinario y sus aportaciones en el estudio de la biología evolutiva de desarrollo y la agroecología, abordados desde la perspectiva de los sistemas complejos y los modelos matemáticos.
Para la investigadora, este reconocimiento se trata de un regalo porque llegó en un instante difícil, justo se enteró que estaba embarazada y en ese momento no tenía certidumbre laboral. “Nadie debe pasar por esto y menos una mujer en ese estado”, recordó.
Pero justo en esos días Mariana recibió la invitación de Octavio Miramontes, un investigador del Instituto de Física (con quien ha colaborado en un proyecto de publicaciones digitales), para participar en la convocatoria de ese premio. Resultó ganadora y posteriormente su situación laboral mejoró.
Mariana Benítez resultó ganadora y posteriormente la situación en su trabajo mejoró. El cambio se dio cuando varios de sus colegas se solidarizaron con ella y expresaron públicamente que la situación era injusta.
Para Benítez, en algunas instituciones existen diversas asimetrías de poder que prevalecen y esto lleva a situaciones injustas como la que ella vivió.
Cuando la académica universitaria se enteró que era la primera mujer en ganar este reconocimiento sintió gusto y emoción, pero después ese sentimiento cambió por molestia al reflexionar que ella no debería ser la única, sino que más mujeres deberían ser reconocidas en esta área.
Su camino en la ciencia
“Lo que más me fascina de mi profesión es que a pesar de haber nacido y crecido en la Ciudad de México he podido conocer las formas rurales que hay en México, además de paisajes y territorios muy diversos. Me he conectado no sólo con la biodiversidad, sino con los pueblos que han moldeado esos territorios a lo largo de muchísimo tiempo”.
La primera vez que sintió empatía por una causa social fue en el año 2000, justo cuando Mariana llegó a su primer día en la Facultad de Ciencias de la UNAM. Ahí se encontró con la clase de “biología matemática” y el profesor Faustino Sánchez la impactó tanto al hablar, no sólo de números sino también de causas sociales, que decidió dedicarse a esa área. Se convirtió en su pasión.
Aunque las matemáticas no se le facilitaban como a muchos de sus compañeros era muy dedicada, repasaba todos los días y hacía todas las tareas. Logró sortear la dificultad. Hoy, Mariana estudia los sistemas agrícolas desde el punto de vista de la agroecología.
Las matemáticas en su interacción con la biología son una herramienta muy poderosa para abstraer y profundizar en el estudio de varios fenómenos biológicos. “Me atrajeron de inmediato por el tipo de preguntas que podía abordar”.
Recuerda que su profesor Faustino les mostró la biología matemática aplicada en el crecimiento poblacional, discutían en las clases las implicaciones políticas y sociales. A la par leyeron un ensayo de Eduardo Galeano que narra algunas políticas genocidas de países como Estados Unidos para limitar el crecimiento poblacional, un hecho que la marcó.
“El profesor Faustino es una persona íntegra, culta y siempre nos transmitía intereses y preocupaciones que iban más allá de las matemáticas, con aspectos relacionados a la sociedad donde vivimos y cómo nos gustaría transformarla”.
Esta pasión la llevó a unirse al grupo de biología matemática de la Facultad de Ciencias y tomar clase con otros profesores especializados en el tema y conocer personas de otras carreras como física y matemáticas.
En este camino realizó una maestría en “Dinámicas no Lineales y Sistemas Complejos” en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y posteriormente regresó a la UNAM con un doctorado en el Instituto de Ecología.
Lo que más la ha impactado es trabajar directamente con campesinos y descubrir la capacidad que tienen para vivir con recursos que han adquirido de su propio conocimiento. A pesar de que han tenido varias embestidas, son muy autónomos.
Los campesinos han desarrollado sistemas agrícolas independientes de insumos externos que pueden funcionar en un sin fin de condiciones ambientales y culturales.
Un evento que la marcó fue en Zaachila, Oaxaca, cuando la UNAM, junto con otras universidades, organizaron un encuentro con campesinos. “En ese momento pude conocer la forma de organizarse y de tomar decisiones de este sector”.
Pero también se ha encontrado con situaciones sociales negativas que la han molestado. La vida y la agricultura campesina son muy importantes en la diversidad biológica y cultural, pero han sido constantemente amenazadas por diferentes proyectos, programas y políticas públicas de diferentes maneras.
Actualmente se aprobó la “carretera del libramiento al sur de la ciudad de Oaxaca” y pasará justamente por estos paisajes agrícolas que son “importantísimos”, tanto para la conservación de la biodiversidad como de las formas campesinas.
Paradójicamente este paisaje atrae a mucha gente, pero se destruyen por este tipo de proyectos y despojan a la gente de sus tierras, del agua y de sus actividades asociadas a su forma de vida.
Ser mamá e investigadora
Cuando Mariana se convirtió en mamá vivió de primera mano las iniquidades en términos laborales que permanecen en varios ámbitos, desde el tiempo que tienen las mujeres a diferencia de los hombres para cuidar de sus hijos.
En el caso de los padres es prácticamente nulo, y no se considera la paternidad porque se asumen que las mujeres son quienes se encargan de los hijos.
Mariana Benítez logró lo que ninguna mujer ha hecho, en 2015 ganó el premio Jorge Lomnitz Adler, otorgado por el Instituto de Física y la Academia Mexicana de Ciencias. Un galardón que tradicionalmente es otorgado a hombres.