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A quince años del 11 de Septiembre

Por Karina Escamilla

De las dos Torres Gemelas de Nueva York el día de hoy sólo observamos como guía (Landmark) a la Torre Libertad renombrada (One World Trade Center). Este 11 de septiembre se cumplen ya 15 años del ataque y la reconstrucción de la zona continua.

De los cimientos de las Torres, se encuentra el memorial con las cascadas y los nombres de las víctimas, alrededor de 3,000 que perdieron la vida el día del ataque, otras más por consecuencia de inhalación del polvo y muchísimas más en las Guerras de Afganistán e Irak, donde según datos publicados en el periódico El País, “Desde 2001 Afganistán ha dejado 2.224 militares norteamericanos muertos y 19.945 heridos. En Irak murieron, entre 2003 y 2011, 4.491 norteamericanos y 32.244 heridos.

Las consecuencias de ese hecho cambió al mundo y nos enfrentó a la fragilidad de los sistemas y de la vida misma.

Recuerdo que era un día muy hermoso y claro. La noche anterior caminando rumbo al departamento las vi, ahí estaban al final de la avenida, una al lado de la otra, tendré que decirle lo hermosas que se ven y lo cerca que vivimos, justo nos habíamos cambiado a vivir al West Village a principio de mes y me estaba adecuando al Barrio, al día siguiente llegarían mis suegros de visita de México y todavía tenía que terminar de arreglar cosas de la casa. A la mañana siguiente me levanta un “Kari, algo pasó se está quemando una Torre”, me bajo y observó desde la ventana de la cocina el humo en la punta de la Torre.

Suena el teléfono, es mi hermana que me pregunta si estamos bien, la televisión está prendida, nadie sabe que está pasando y después otra explosión, mi hermana me dice que es un ataque terrorista, la televisión no nos dice nada. De repente un “¡Dios mío!” de mi hermana, la primera torre se cayó, le digo que no. Levantó la vista, la busco y sólo veo el humo. En las noticias informan que otro avión cayó en el Pentágono.

Mi reacción inmediata fue salir corriendo al supermercado, comprar agua y provisiones. Por la calle caminan las personas desorientadas. En el supermercado escuchamos que otro avión sigue perdido. Me resguardo en el departamento, otra llamada, a mis suegros los bajaron del avión, cerraron las fronteras, ya no vendrán, me conecto al televisor de manera obsesiva esperando qué va a pasar, qué podemos hacer, mi marido sale a la calle, no me explico para qué, regresa con la noticia de que están dando el último tren a Brooklyn que si queremos irnos con nuestros amigos del otro lado del puente, ellos están bien, lo vieron todo desde Dumbo, decido que nos quedemos, llamo a mi trabajo en Chinatown y me dicen que no puedo llegar, que ya John y alguno de los chicos fueron a grabar y que no tiene caso ir, que me avisan, que han cerrado los accesos.

Mi mejor amiga me marca, lo vió todo desde el puente de regreso a su casa, cuántas vidas, un amigo de ella es policía y creen que está ahí, perdió la vida. El último avión cae, no se sabe si fue derrumbado o si los pasajeros lo hicieron caer antes de que llegara a su destino. Las noticias, repiten incansablemente la noticia y el deplome de las Torres una y otra vez. La esperanza de que se encuentren sobrevivientes y el constante sonar de las ambulancias y de servicios de emergencia al lado del Río Hudson, los veo pasar, incansables día y noche. El viernes por la noche un temblor.

Poco a poco se abren las fronteras del país, llegan mis suegros y caminamos por las calles llenas de letreros de personas desaparecidas, el Hospital San Vincent tapizado de las fotografías, hombres y mujeres de todas las nacionalidades y edades, Unión Square lleno de veladoras y las fotos de las víctimas. Time Square vacío. El silencio en los vagones del metro, junto al trabajo un búnker y militares. Me piden que lleve imágenes a las estaciones de las televisoras, la seguridad se incrementa, abajo del lugar organizan eventos para los niños de la zona tratándolos de distraerlos de lo acontecido, el polvo amarillo que se queda pegado en las toallas que puse en las ventanas. Ir a la zona 0, ese polvo blanquecino tan fino, que cubre todas las cosas. El acercarse y ver la destrucción, la inmensidad de los fierros retorcidos, sentirse diminuta ante la catástrofe y empezar a tener la certeza de que no hay sobrevivientes, que las fotos de las personas desaparecidas se han convertido en víctimas y que su nombres se encuentran ahora grabados en el memorial, que ese martes 11 de septiembre marcó la historia del país y a cada una de las personas que atestiguaron esos instantes de destrucción y que se tradujo en más muerte. Y que no sólo dejaron de ser dos Torres que marcaban el sur de la isla y el poder económico de la nación.

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