Por Alfonso Totosaus
En los alimentos procesados, la controversia gira hoy en día en torno al retiro del mercado (en algunos países de Europa, para empezar, o al menos) de la famosísima crema de avellanas, debido a que contiene en su formación aceite de palma, el cual ha sido ligado a ciertos tipos de cáncer. De acuerdo a una investigación llevada a cabo en España, una dieta alta en grasas que incluya ácidos grasos saturados como el palmítico (que está presente en el aceite de palma) incrementó el esparcimiento del cáncer (metástasis). Esto desato la controversia sobre el uso de este aceite en alimentos procesados, y le toco a esta crema de avellanas pagar, por el momento, los platos rotos.
El caso aquí es el efecto putativo de las grasas que consumimos sobre la salud. En su momento, el aceite de coco fue llamado el superalimento (termino que a mi parecer, al igual que Superman, no existe). Como ya alguna vez explicábamos (ver el número de febrero del 2016), las grasas y aceites están compuestas por diferentes ácidos grasos o triglicéridos (aquellos trenecitos que tienen diferente tamaño y diferente tipo de enlaces entre los vagones). Se postulaba que una dieta con un alto contenido de triglicéridos de cadena media mejoraba la resistencia a la insulina (diabetes), ayuda a reducir peso (obesidad) y a esa enfermedad que no me acuerdo de su nombre (Alzheimer). El entonces aceite de moda, el de coco, contiene un 65% de triglicéridos de cadena media, lo que lo hacia el aceite a consumir en casi todo. Sin embargo, el consumo de de triglicéridos de cadena media está también asociado a incrementar los niveles del colesterol bueno y del malo, afectando la salud cardiovascular, contrarrestando su efecto benéfico.
¿Entonces estamos condenados a una dieta total y absolutamente libre de grasas?
Al igual que las proteínas, las grasas tienen que ser consumidas en la dieta, nadie puede vivir sin ellas (en el entendido de que si de adulto uno lo decide, a uno lo criaron con grasas sin preguntarle).
Aquí la discusión es que aun sin ser médicos sabemos que no hay una sola causa que se pueda decir que produce cáncer, ya que hay muchos factores involucrados en relación con el sistema inmune, acumulación de toxinas en el organismo (o la capacidad de excretarlas), el estilo de vida, la dieta, y muchos etcéteras. En cuanto a la dieta, esta puede prevenir hasta un tercio la incidencia de muertes por cáncer ya que el consumo de grasas de origen animal, poca fibra y bajo consumo de frutas y vegetales son factores de riesgo para esta aumentar el riesgo de enfermedad (en cualquier tipo). Definitivamente la grasa y su consumo han sido estudiadas en los tipos de cáncer más comunes en la dieta occidental, muy asociados a la obesidad, donde la grasa animal o saturada, y el colesterol, junto con la obesidad, son los factores asociados a cáncer de pulmón, colorrectal, seno y próstata.
Sin embargo, otros estudios claman que los aceites vegetales predisponen al cáncer mientras las grasas saturadas protegen contra él. Según esto, no hay evidencia contundente que soporte la relación entre una dieta alta en grasa y cáncer, pero el tipo de grasa tiene un efecto mayor que la cantidad consumida. La cantidad de grasa en la dieta ha sido prácticamente la misma durante el último siglo, pero lo que ha cambiado es el tipo de grasa que comemos.
A principios del siglo pasado se consumía mucha grasa saturada, de origen animal, pero la tendencia cambio a consumir grasas poli-insaturadas (aceites), debido a la creciente industria de las oleaginosas en los años 30s (incluidas las ahora desacreditadas grasas trans). Estas nuevas grasas, por ejemplo, eran convertidas a margarinas (a partir de aceites) y eran y son más baratas que las mantequillas de grasa de leche. Se empezó a decir que los aceites eran buenos para la salud, no así las grasas saturadas de origen animal. En los 90s, estudios en Canadá y los EEUU establecieron que el consumo de acido linoleico, presente en los aceites vegetales, aumentaba el riesgo de tumores en el seno. La grasa saturada no causaba tumores, pero pequeñas cantidades de aceite o acido linoleico aumentaban la promoción del cáncer de seno. Según eso, las grasas poli-insaturadas son inmunosupresores, y cualquier cosa que afecte al sistema inmune podría ser causa de cáncer. Las grasas animales no tienen este efecto. Incluso los famosos ácidos grasos omega están ligados al cáncer. El ácido graso omega 6 produce en el organismo prostaglandinas, las cuales estimular el crecimiento de tumores.
Definitivamente, el primer paso ante esta paranoia es tratar de llevar una dieta equilibrada. Los alimentos procesados son definitivamente parte de nuestra dieta, y no podemos tener huertas, animales y hacer nuestros alimentos nosotros mismos. Leer las etiquetas debe ser también una costumbre, para decidir como consumidores que comer, y sobre todo: cuanto.