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Aproximación antropológica al chisme

Fernando Guzmán Aguilar

“Las mujeres son más chismosas que los hombres” es un chisme generado desde los hombres y, por tanto, una posición muy machista, dice María Angélica Galicia, investigadora de la UNAM.

El chisme ha existido desde que el ser humano vive en sociedad como ser animal político. “Desde entonces la vida humana ha transcurrido entre chismes”.

Una de las intenciones del chisme (noticia cierta o falsa que se “corre”) es difamar o dañar a alguien, apunta la doctora Galicia, del Instituto de Investigaciones Antropológicas.

Desde la antropología, el chisme puede tener dos enfoques: el funcionalista, que, según varios autores, se trata de una transacción para lograr un beneficio: se lanza un chisme “para motivar la inclinación política o ideológica de la gente”. Por ejemplo, la inclinación hacia un candidato político difamando a otro.

En el enfoque simbólico interaccionista, por otra parte, el chisme logra una interacción social “más cerrada”, más local, para impactar en el grupo social desde donde se difunde.

Lanzar un chisme sobre alguien “normalmente es la base de un conflicto que va a impactar en la moralidad”, pero sirve además como ejemplo social de lo que está o no está permitido moralmente, dice la antropóloga universitaria.

De una mujer con varias parejas, por ejemplo, en una sociedad donde al hombre sí le es permitido tenerlas, se dice que “todo mundo anda con ella”, cubriéndola incluso de adjetivos amorales, usando el hecho como “ejemplo de moral para el resto de las mujeres de esa sociedad”.

El chisme —subraya Galicia, maestra en historia y etnohistoria— es un mensaje que rompe las reglas de la comunidad al transmitir información de un individuo que para la sociedad es prohibida, amoral. Todo lo prohibido es atractivo para la gente y, si se tiene la intención de difamar, es un buen chisme que garantiza público.

En la parte sensacionalista, el chisme llega a unir a una comunidad y a la vez logra su transformación ideológica. Un chisme no es chisme si no impacta en un grupo específico, si no tiene público.

Chismosos: el per se y el creado

Un chisme tiene parte de certeza y parte de mentira. Quien genera el chisme, el chismoso, determina “la parte que va a pesar más, la que se debe difundir”. Normalmente escoge la falsa, la inventada; pero cuando “se trata de una verdad amoral”, ésta se potencia, para causar sensacionalismo.

Ejemplo: si el chismoso ve a un sacerdote bebiendo alcohol o incluso borracho en una ocasión, para difamarlo, genera el chisme de que es “un borracho en todo momento”. Bebió, se emborrachó; eso es cierto. Pero es falso que se emborrache todos los días o cada semana. Puede no ser una actividad consuetudinaria del sacerdote, pero como es amoral que un religioso beba alcohol, es un buen motivo para el chisme.

Galicia explica que hay dos tipos de chismosos: el chismoso “per se”, que inventa cosas por envidia y para difamar a alguien que considera su enemigo, y el chismoso que ejerce “la carrera del chisme”, una persona con formación para inventar y potenciar chismes que tengan un impacto social.

Uno tiene características psicológicas específicas: es alguien solo o que se siente solo y sin demasiada ocupación. El otro fue formado para tener facilidad al crear un chisme.

—¿Los bots son chismosos?

Híjole, la información que difunden sí. Cuántos bots se han creado como puntos de opinión ¡y hasta controlan votaciones! Y la gente empieza a opinar y discutir en las redes sociales de lo que puede ser una información falsa.

Los bots, agrega Galicia, ratifican el chisme en las redes sociales. Si se lanza una información sensacionalista a través de un bot, va a recibir N votos de quien se sienta aludido o N comentarios. Se trata de provocar una reacción social positiva o negativa sobre la información que difunden.

—¿El chisme es un secreto a voces?

El chisme es una acción que rompe con las normas morales y las normas sociales. Primero tiene que esconderse; no se debe saber de dónde proviene el chisme. Pero es un secreto que “todo mundo sabe” o, por lo menos, se sabe a quién apunta el chisme. De eso se trata. Si no tuviera público, no sería chisme. Sí, es un secreto a voces.

—Quien, cuando se lo cuentan, dice “no fui a la masa”, ¿rompe esta forma de comunicación que es el chisme?

No fue a la masa, pero sí escuchó el chisme completo. Y ahí el chismoso logra lo que intentaba: involucrar a quien no quiera saber o no le interese el chisme. Es genial esta estrategia que busca tener la atención de la gente.

—¿Y cómo se da el chisme ahora en las redes sociodigitales?

A través de los bots e incluso por “noticieros” que buscan lograr un ranking lanzando intencionalmente alguna noticia falsa que genere una controversia innecesaria, donde uno opina y otros responden a favor o en contra de lo que el chismoso quiere. Si va en contra del aborto, puede inventar que, desde que se permitió en la Ciudad de México, aquí todas las mujeres abortan. Lo que pretenden el chisme y el chismoso es enganchar al público para tomar partido a favor o en contra de algo.

Si es un chisme para difamar, pondrá a alguien en el centro de la discusión. Y si es una figura pública, mejor: habrá más ranking.

—¿Es posible convivir sin el chisme?

No, porque el chisme hace participar a la comunidad; la une o no la une en opiniones adversas. El problema es serio cuando el chisme causa tal daño a una persona que puede incluso provocar el suicido o reacciones xenofóbicas. En ese sentido, el chisme puede ser catastrófico.

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