Aunque formalmente América Latina es la suma de más de 30 países, en la vía de los hechos –economía, territorio, población–, Brasil representa a la mitad de la región. Con enormes reservas naturales es también una de las sociedades con mayor desigualdad económica del planeta.
Por ello, el contundente triunfo de Jair Bolsonaro en las elecciones presidenciales de ese país es una señal fundamental para entender ese gran tsunami mundial de frustración y enojo social que ha llevado al avance de la extrema derecha en diversos países del mundo.
Además, en el caso brasileño, es un brutal retroceso al proyecto progresista y de combate a la pobreza que por más de una década encabezó Inácio Lula Da Silva, el ex obrero que hoy desde la cárcel, es el líder máximo del Partido del Trabajo.
Más allá de su habilidad para sacudir al status quo con planteamientos racistas, xenófobos y ataques contra las minorías –cualquier similitud con el modelo Trump no es casualidad–, Bolsonaro supo aprovechar el enorme rechazo social ante las numerosas denuncias por corrupción contra Lula y su equipo.