Los atentados del viernes 13 en Paris son imperdonables. El asesinato de 129 personas inocentes es un crimen que sacudió al mundo entero. Luego de varios años en que operó con impunidad, el grupo terrorista ISIS respondió a las recientes ofensivas militares en su contra en Irak y Siria con un golpe brutal en contra de la sociedad civil francesa.
La declaración de guerra del Presidente François Hollande abre la puerta a una aún mayor confrontación entre las grandes potencias occidentales y el llamado “Estado Islámico”. En esa dinámica los únicos ganadores serán los extremistas de ambos lados y las principales víctimas, como siempre, la población civil y los mismos valores y principios en nombre de los cuales tanto gobiernos como grupos terroristas cometen los peores crímenes.
Como en aquel septiembre del 2001, el mundo se cimbró con la violencia de un puñado de terroristas que, prácticamente sin recursos, lograron propinar golpes emblemáticos contra todo lo que Paris representa. Y si entonces los blancos fueron el Pentágono (símbolo del imperio militar estadounidense) y las Torres Gemelas (símbolo de su poder económico), esta vez el objetivo fue la propia sociedad parisina: Los asistentes a un partido de futbol, a un concierto, los parroquianos de un restaurante.
La reacción mundial fue inmediata. De parte del “mundo occidental”, el repudió fue generalizado en contra de ISIS, esa amorfa e híper violenta coalición de grupos extremistas que en el nombre de una religión han sembrado el terror en diversos países del Medio Oriente.
En la misma línea de análisis del celebre texto Clash of Civilizaciones (Choque de civilizaciones) que el politólogo Samuel Huntington publicó en 1993, el consenso entre los “expertos” es que lo que ISIS representa es la formación y expansión de un Estado Islámico al estilo de lo que conocieron algunas regiones del mundo a finales del primer milenio de nuestra era. Según ellos la consecuencia obligada del surgimiento de este tipo de grupos será el regreso del mundo a la época de las cruzadas. Un Occidente moderno y civilizado, en contra de un Oriente primitivo y violento.
Sin embargo, y aunque ausente en inmensa mayoría de los medios, el golpe contra Paris constituye una enorme victoria del mismo extremismo islámico que ha sabido utilizar videos de decapitaciones como un exitoso recurso de propaganda y reclutamiento ante muchos miles de jóvenes de todo el mundo.
Lo más fácil, y quizá lo más conveniente para los extremistas en ambos bandos, es suponer que efectivamente lo que hoy vive el mundo es un choque de civilizaciones. Por un lado los grandes valores liberales de la Revolución Francesa y todo el sistema capitalista en su conjunto, y por el otro, las fuerzas del mal y el fanatismo religioso.
Y aunque la posición casi permanente de Naciones Unidas ha sido que no es mediante el terror de Estado como se debe combatir al terrorismo, sino con un intenso y sólido trabajo de reconstrucción del tejido social entre los grupos más vulnerables a ser reclutados por grupos terroristas, la reacción virulenta y de choque de buena parte de los lideres políticos franceses (y de Estados Unidos) y amplios grupos formados en el principio divino del Ojo por Ojo, muy probablemente terminará por fortalecer las posiciones radicales, en ambos bandos.