El sueño americano, esa idea de llegar a una tierra prometida para obtener mejores oportunidades de vida, se gestó en Europa, cuando a finales del Siglo XV y principios del XVI, los protestantes franceses vieron en el nuevo continente un lugar dónde refugiarse de las disputas religiosas de la época, señaló Ignacio Díaz de la Serna, investigador del Centro de Investigaciones sobre América del Norte (CISAN).
Eso motivó a una migración de colonos que provenían de Inglaterra, Escocia, Irlanda y Francia a viajar a la costa de Virginia, Estados Unidos, ante la negativa de Portugal de permitirles instalarse al sur de Europa.
Así pues, contrario a lo que actualmente conocemos, el sueño americano históricamente tiene sus inicios entre los europeos. Sin embargo, esa misma necesidad de “refugio” se concibió entre los mismos americanos.
Hoy en día, podemos ejemplificar ese sueño entre toda la migración mexicana y centroamericana que prevalece en Estados Unidos, una tierra que no sólo “promete” una vida digna, encarna un sueño.
El caso de México es significativo en torno al sector agrícola, dijo Díaz de la Serna. La gente que trata de vivir del campo no tienen forma de competir contra las grandes compañías procesadoras de alimentos.
Por ende, “esa población, en su mayoría cabezas de familia, es la que desde hace décadas cruza la frontera con el propósito de encontrar mejores empleos”. Sin embargo, pese a su perseverancia, hay muchos que viven el fracaso de su intento: o son atrapados y deportados, o mueren en el camino.
Estados Unidos, pues, se convirtió en esa esperanza de vida que muchos anhelaron o anhelan tener a costa de lo que sea. Es el país del continente americano que ahora alberga a nuevas generaciones capaces de discriminar a quienes siguen entrando al país de manera ilegal, es decir a sus connacionales.