Por Alfonso Totosaus
El consumo de azúcar está muy asociado a la dieta de los latinos, donde pues muchas cosas son endulzadas, desde el café, hasta aguas frescas. Debido a que la obesidad sigue en aumento, la búsqueda de a alternativas para reemplazar el azúcar, sobre todo en alimentos procesados, debe ser una constante.
Parte del problema es el etiquetado nutricional. Los fabricantes de alimentos tienen la obligación, legal ya, de proveer información a los consumidores, del contenido de carbohidratos, grasa, sal, calorías. El caso es que muchos de nosotros no tenemos la costumbre de leer las etiquetas o leer la lista de ingredientes, y mucho menos llevar la cuenta de las calorías que consumimos. El gancho más común es que el fabricante ofrezca una alternativa “más natural”.
Por ejemplo, alguna compañía oferta el néctar de coco cristalizado como “una alternativa sin culpabilidad” como reemplazo de azúcar, con menos calorías que el azúcar, además de ser 100% natural. El caso aquí es que todos los jarabes y derivados son naturales. La glucosa, dextrosa o azúcar es natural también. La principal diferencia es la composición de los azucares presentes, donde la diferente estructura química de estas azucares hace que tengan menor aporte calórico, y diferente sabor, por supuesto.
Entonces, tenemos por un lado las alternativas naturales, que son cualquier jarabe o derivado, como la inulina o el famoso estevia. Sin embargo, los jarabes contienen muchas veces alta cantidad de fructosa, el cual también está asociado a la incidencia de diabetes. Por otro lado, la alternativa de utilizar edulcorantes artificiales no es tan buena como parece. Un estudio reciente declara que cuando las mamás consumen edulcorantes artificiales en bebidas durante el embarazo, las probabilidades de tener un bebe obeso (con un mayor índice de masa corporal, esto es, la relación peso entre estatura) aumenta. La obesidad infantil potencializa el riesgo de padecer diabetes, que aunado al ritmo de vida de los niños y adolescentes hoy en día, también se asocia a otras enfermedades degenerativas relacionadas con el sobrepeso. Además, el consumo de edulcorantes artificiales, como el aspartame, incrementa la tolerancia a la glucosa en individuos obesos.
¿Será que podríamos ser adictos a la azúcar? Sobre esto hay cierta división de opiniones. Una adicción es un término farmacológico caracterizado por la compulsión a consumir alguna sustancia, donde la tolerancia se presenta con el tiempo y entonces es necesario aumentar el consumo o la dosis. Esta podría ser una definición, aunque hay otros factores involucrados. La diferencia más importante es entre la dependencia física con síntomas de abstinencia y la dependencia psicológica que es el uso compulsivo e incontrolado. En los alimentos por lo general ambos mecanismos, el físico y el psicológico, coexisten. En el consumo de azúcar hay varios fenómenos asociados a la adición física por el azúcar, como la ansiedad. Cuando la gente siente ansiedad, busca comer alimentos con grasa o dulces, como el chocolate. Hay muchos factores involucrados, creando la controversia respecto a la adición al azúcar. Aunque respecto al consumo de azúcar y la obesidad, es claro que una dieta alta en energía tiene un papel determinante en la obesidad, ya que la grasa, más que el azúcar, es el factor determinante en la densidad energética del alimento.
También platicábamos a principios de año del azúcar, y es que el consumo de este ingrediente puede ser muy perjudicial, más que para el sobrepeso, en la incidencia de diabetes.
El azúcar fue una mercancía que dio riqueza y poder a muchos países occidentales que la explotaron en América, utilizando esclavos en las plantaciones, siendo además la primera mercancía comercializada de manera global. La mejor alternativa pueden ser edulcorantes naturales, no refinados, como la inulina o las hojas de estevia pulverizadas.