Una fina hebra flotando en la oscuridad fue la pista que ahora permite afirmar que Sac Actun, un sistema de cavernas inundadas que corre bajo el suelo de Quintana Roo, México, es el más grande de nuestro planeta. Un conjunto de cavidades interconectadas que suman 347 kilómetros, pero que de comprobarse su conexión con otros sistemas aledaños, podría ser un “monstruo” de hasta mil kilómetros que en sus entrañas aloja restos humanos y faunísticos de distintas épocas.
El arqueólogo Guillermo de Anda Alanís, director del Proyecto Gran Acuífero Maya (GAM), iniciativa de investigación multidisciplinaria que coordina el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en colaboración con la National Geographic Society, sólo puede hablar en superlativos al referirse a Sac Actun, que como el pez grande que se come al chico, ha absorbido al sistema Dos Ojos para alcanzar una extensión que es equivalente a la distancia entre las ciudades de Cancún y Chetumal.
En conferencia de prensa realizada en el Museo Nacional de Antropología, el doctor Roberto Junco, subdirector de Arqueología Subacuática del INAH, dio a conocer que se buscará promover la declaratoria del sistema Sac Actun como Bien Mixto, ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO); es decir que posee un componente natural pero también cultural de valor universal. Un proceso que dilatará si se considera que primero debe formar parte de la Lista Indicativa por parte de nuestro país, de aquellos bienes que podrían aspirar a formar parte de la Lista del Patrimonio Mundial.
“El lugar tiene 248 cenotes, es decir entradas, y 198 contextos arqueológicos que incluyen un par de contextos de hombres tempranos, de megafauna, y casi 140 asociados a la cultura maya. Creo que esto es abrumador, sin duda es el sitio arqueológico sumergido más importante del mundo”, dijo a periodistas Guillermo de Anda, director del proyecto Gran Acuífero Maya (GAM) e investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH).
Además de los restos pertenecientes a la última Edad de Hielo, en estos contextos denominados “zonas de interacción” se han identificado cuevas que presentan un interesante patrón de modificaciones arquitectónicas, tales como muros, pasillos, altares, adoratorios y escalinatas, además de petrograbados.
“Debajo del agua se han registrado diversas manifestaciones de actividad ritual llevada a cabo y que incluye, por ejemplo, cerámica (…) vasijas del tipo ‘venenera’, incensarios, huesos humanos con manifestaciones de uso ceremonial y cráneos” con un “asombroso” grado de conservación, agregó el comunicado.
El sistema de cavernas inundadas de 347 kilómetros, encontrado en días pasados en la Península de Yucatán, podría contribuir a conocer el tipo de fauna que había en el Pleistoceno y ayudará a reforzar los estudios sobre la probable ocupación humana de esa zona desde tiempos remotos.
Ahí se conservan restos de fauna del Pleistoceno, de más de nueve mil años antes de cristo (AC), y vestigios de grupos mayas de los últimos dos milenios, afirmó Tomás Pérez Suárez, coordinador del <a href=”http://www.iifilologicas.unam.mx/index.php?page=mayas”>Centro de Estudios Mayas</a>, del <a href=”http://www.iifilologicas.unam.mx/”>Instituto de Investigaciones Filológicas</a> de la <a href=”https://www.unam.mx/”>UNAM</a>.
Estos vestigios, explicó el universitario, se encuentran allí debido a las glaciaciones, que hacían fluctuar el nivel del mar y permitieron el acceso de animales y hombres a las cuevas.
“En los últimos 30 millones de años se dieron fenómenos que conocemos como glaciaciones, que son avances y retrocesos de los hielos. Hubo un momento en que el nivel del mar bajó más de 120 metros de donde está actualmente: se congeló tal cantidad de agua en los polos, que el nivel descendió”.
Entonces, detalló el investigador, “al bajar el nivel del agua los hombres entraban a hacer ceremonias y dejar ofrendas; era común depositar a los muertos en las cuevas, sobre todo en el pensamiento mesoamericano, en el que se cree que hay dos formas de entrar al inframundo: las cuevas y las superficies acuosas. Aunque también hay restos de quienes caían accidentalmente”.
Hace nueve mil años fue la última glaciación, así que volvió a subir el nivel del mar y se inundaron las cuevas. En toda la Península de Yucatán hay cavernas en estas condiciones, y su exploración inició desde varias décadas atrás, “lo novedoso en este caso es que los espeleólogos habían trabajado en una de dos supuestas cuevas, y descubrieron que en realidad se trataba de un sistema”, comentó Pérez Suárez.
Este hallazgo, remarcó, permitirá reforzar los conocimientos sobre la hipótesis de que la Península de Yucatán ha estado ocupada desde tiempos remotos; el hombre llegó al continente americano no hace más de 30 o 40 mil años, gracias también a las glaciaciones.
“Cada exploración aporta nuevos datos. Hace poco se encontró en otra cueva el cuerpo de una niña a la que se nombró Naia, y es uno de los restos óseos más antiguos en México. Además, hallar evidencia de animales permitirá tener un mayor conocimiento de qué tipo de fauna había en el Pleistoceno”, agregó el arqueólogo.
Por ejemplo, expuso, en la Cueva de Loltún (también en Yucatán), que está seca, se encontraron restos de caballos. Es decir, los pueblos americanos de hace más de nueve mil años sí los conocieron, pero se extinguieron y por ello los mesoamericanos supieron de ellos hasta la llegada de los europeos.
Finalmente, el académico de la UNAM se pronunció por proteger ese patrimonio, pues hay buzos que entran a los cenotes y mueven o sacan piezas.