Michel Olguín Lacunza / Mónica Martínez
En el 2004, Ricardo Alvarado Tapia y Ernesto Peñaloza Méndez, del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, se dieron a la tarea de plasmar la imagen de la Biblioteca Central en fotografías.
El proceso no fue fácil, en ese entonces no había drones ni cámaras digitales de alta resolución. Sin embargo, lograron la hazaña y su trabajo quedó plasmado en un libro dedicado a la arquitectura y arte de este edificio.
Casi 20 años después, su trabajo se replicó en la Feria del Libro (FIL) de Guadalajara en el stand de la UNAM, que presentó una maqueta a escala de la obra de Juan O’Gorman.
La reproducción de la Biblioteca Central causó tal sensación, que la UNAM obtuvo el Premio Platino al mejor stand de la FIL Guadalajara 2022. Sin duda, quedará como referencia para las siguientes ediciones de la Feria.
No es la primera vez que la UNAM gana este galardón, ya lo había hecho varias veces: en 2013, 2016 y 2019. Sin embargo, en esta ocasión las personas se acercaban para admirar de cerca la majestuosidad de la obra ubicada en Ciudad Universitaria y tomarse fotos como si estuvieran en la Biblioteca Centra de Ciudad Universitaria.
El proceso de creación
Ernesto Peñalosz, fotógrafo de la Biblioteca, se enfrentó a varios retos para captar el edificio. En el 2004 apenas comenzaba la era digital y las cámaras no contaban con la resolución necesaria para plasmarla en el libro.
Para el trabajo utilizó dos cámaras de gran formato: una de ocho por diez pulgadas (con fotografías tamaño carta) y otra de cuatro por cinco pulgadas, que funcionaron muy bien para la tarea.
De hecho, el formato ocho por diez pulgadas es lo máximo que da una cámara analógica. Así, tomaron cada cara de la Biblioteca Central en varias sesiones y posteriormente las unieron.
Uno de los retos que encontró Peñaloza fue fotografiar la cara que da hacia la avenida Insurgentes porque le estorbaban las ramas de los árboles. Los expertos pidieron se podaran ciertas ramas que estorbaban su línea de visión. “Quizá les pareció un contrasentido, pero lo hicieron”.
Sin embargo, desde la posición del fotógrafo seguían estorbando algunas ramas. Así, Ernesto Peñaloza tomó la parte alta de la biblioteca desde una mejor posición, y después los fragmentos de la parte inferior del edificio.
La cara más difícil de fotografiar fue la que da hacia el norte porque es la que recibe menos sol durante el año. Por ejemplo, en el invierno tiene sombra y en verano sólo algunos días tiene la luz óptima para captarla en fotografía.
En verano, justo antes de la llegada de la lluvia, la calidad de la luz es extraordinaria. Por ello, las fotos se tomaron en esa época del año, sobre todo las de la cara norte. Algunas otras fotos se tomaron desde la azotea del edificio de Rectoría.
Otra dificultad fue la calidad de la luz para exteriores. De hecho, hay una serie de factores que permiten que el aire sea mucho más limpio y la luz sea óptima para la fotografía.
Ahora bien, en general, el mejor día para tomar las fotos es el domingo porque hay menos circulación vehicular. Por ello, la mayoría de las imágenes se tomaron ese día en diferentes momentos.
El fotógrafo se vio obligado a esperar varias horas para encontrar la mejor condición lumínica y realizar la toma. Así, tuvo que adaptarse a las condiciones climáticas. Al final se tomaron 20 fotografías.
En la siguiente etapa, Ricardo Alvarado se dio a la difícil tarea de digitalizarlas en alta resolución y unirlas.
Siempre se trabajó con parámetros de calidad muy altos. Recordemos que en aquel entonces los escáneres no tenían tanta resolución como los actuales, lo que representó otro gran reto que tuvieron que sortear.
Estas imágenes están disponibles en el archivo de fotografía del Instituto de Investigaciones Estéticas, de la UNAM, para investigadores y estudiantes (tanto internos como externos de la UNAM), y para el público en general.