Mucho más que una noticia de negocios, la oferta de $62 mil millones que hizo Bayer para adquirir Monsanto, es un nueva señal del vertiginoso proceso de cambio que nos tocó vivir.
Mientras en algunas región cercanas, como México, Bolivia y algún otro país latinoamericano, la discusión pública en materia agrícola sigue centrada en la ilusión de rescatar y proteger la supuesta pureza genética del maíz y otros productos, en el mundo real de los negocios, el proceso de concentración de capitales, conocimiento y recursos tecnológicos sigue avanzando a un ritmo cada día más acelerado.
De concretarse el negocio Bayer-Monsanto, el gigante alemán se convertiría en la empresa global con mayor propiedad y control sobre las patentes de una inmensa cantidad de productos agrícolas y animales diseñados en laboratorio con el único propósito de generar ganancias económicas para los accionistas de la compañía.
De cara a un mundo que en el 2050 tendrá poco más de 9 mil millones de bocas que alimentar, la agroindustria será, obviamente, una de las industrias estratégicas de la economía global. También, por supuesto, el impacto de este sector de la economía en el medio ambiente será enorme. Y, claro, si la historia nos ha enseñado algo, la industria de la comida determinará en muy buena medida los niveles de estabilidad social y paz pública.
De concretarse la formación del gigante Bayer-Monsanto, el nuevo gigante controlaría buena parte de los medicamentos que se venden en el planeta, así como la principal propietaria de productos naturales genéticamente modificados. Por lo que no resulta difícil imaginar que tendría un rol central en las grandes definiciones del futuro de la humanidad, literalmente hablando.