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Coreógrafo y egresado de la UNAM, en Nueva York

La iglesia de Tonantzintla, en Puebla, es un sitio donde imaginarios muy distintos se vuelven uno: a primera vista su decorado parece católico, pero al observarlo a detalle vemos que su bóveda no recrea el cielo cristiano sino el de Tláloc; que sus ángeles son prehispánicos; que el Jesús bebé se parece al dios-niño Pitzintecutli (encarnación del Sol de la tarde), y que el altar principal está dedicado a una Virgen María que bien podría ser la diosa Tonantzin. De hecho, tonantzintla significa ‘lugar de nuestra madrecita’ en náhuatl, y eso lo explica todo.

Escuchar esta historia de dos religiones que usaron un templo para mimetizarse con su rival inspiraría al bailarín mexicano José Limón para crear una coreografía con ese nombre, la cual fue estrenada en marzo de 1951 y que, a siete décadas de distancia, está siendo retrabajada por el artista Raúl Tamez, quien ahora busca reflejar cómo el sincretismo, la migración y la transculturalidad han dejado una marca indeleble en nuestra sociedad actual.

“Esta nueva versión de Tonantzintla se presentará en febrero de 2022 en el Joyce Theater de Nueva York con un elenco integrado por ocho miembros de la Limón Dance Company (LDC), una de las agrupaciones de danza contemporáneas más prestigiosas y que, por estos días, celebra 75 años de su fundación”, señala Raúl Tamez.

Para el joven, que la compañía estadounidense le comisionara esta pieza es un honor y, al mismo tiempo, una gran responsabilidad ya que es la primera vez que un mexicano —fuera de José Limón— dirigirá la agrupación, y además lo hará con un montaje donde la expresividad corporal y la reflexión sobre lo humano pesarán lo mismo pues Raúl, además de bailarín, es sociólogo por la UNAM.

“Me invitaron como coreógrafo por esta manera mía de ver las cosas, ya que les llamó la atención lo que recién hice con La Novena de Beethoven, la cual transformé de sinfonía en una defensa de todos quienes han muerto por temas de raza, ideología, género, convicción política o preferencia sexual. Y es que la danza no es sólo mover el cuerpo, también ejercita el pensamiento. Mi intención al montar una obra es poner mis ideas sobre el escenario, y hacerlas bailar”.

Un mexicano que hizo historia

A decir de Tamez, hablar de José Limón son palabras mayores pues se trata de un hombre que escapó con su familia de México cuando tenía 10 años —huyendo de la violencia revolucionaria— para terminar creciendo en Estados Unidos, donde se formaría como bailarín y desarrollaría un estilo tan vanguardista y personal que sentaría las bases de lo que hoy conocemos como danza moderna.

“Fue alumno de Doris Humphrey, una mujer que trasladó ciertos conceptos filosóficos a la danza, como ‘el arco entre dos muertes’, una noción nietzscheana que ella entendía como un ir y venir entre la caída y la recuperación. Limón reelaboró aquello y propuso, casi desde la física y sus leyes, que el cuerpo humano puede alcanzar momentos de ingravidez, como cuando un péndulo es lanzado y éste, durante un instante mágico, queda suspendido en el aire”.

Raúl se confiesa heredero de Limón e incluso considera que sus teorías sobre lo pendular no sólo explican una técnica, sino muchos aspectos de la vida, como esa inclinación tan suya de ir de la danza a la sociología cuando tiene sus arrebatos creativos, o como el que los ritos de Europa y América, al moverse en vaivén, dieran pie a expresiones tan ambivalentes como las de la iglesia de Tonantzintla.

“De todo eso quiero hablar en la coreografía que presentaremos en 2022: sobre cómo Tonantzin, para sobrevivir en un México conquistado, se transforma en una virgen católica; sobre la migración y qué le significa a un mexicano (como Limón o como yo) ir a los Estados Unidos, y de cómo se desvanecen las identidades nacionales a medida que la globalización avanza”.

A Tamez no deja de sorprenderle la cantidad de eventos que se alinearon para que fuera él a quien seleccionaran como invitado de la Limón Dance Company justo cuando se cumplen 70 años del estreno de Tonantzintla (1951), 75 de la fundación de la compañía (1946) y medio siglo de la muerte de Limón (1972). “Tanta coincidencia cronológica hizo que la LDC buscara a un coreógrafo de México y, además, a uno todavía joven (Raúl tiene apenas 34 años)”.

Sobre cómo será la pieza, Raúl se dice incapaz de describirla y ello no lo agobia en nada, pues como aseguraba el mismo José Limón: “Si las palabras fueran suficientes para transmitir todo lo que la danza puede, no habría razón para todo este esfuerzo muscular, para la incomodidad, para el sudor ni para los esplendores de este arte”.

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