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¿Cuándo se pudrió el Sueño Americano?

César Romero 

Obvio, una pregunta de este tipo obliga a una respuesta directa. Va: El Sueño Americano se pudrió hace 30 años. Justo el 19 de abril de 1993, poco después de mediodía, pues esa es la fecha exacta en que una explosión seguida de un incendio atroz les quitó la vida a 76 personas en el rancho Mount Carmel, en Waco, Texas.

Me explico: hace muchos años escuché decir a un verdadero experto en comprender a ese experimento histórico llamado Estados Unidos que, la principal fortaleza de ese país radicaba en algo superior a su aparato militar o su economía; estaba en una especie de consenso social en torno a la idea de que son el pueblo bueno, elegido por dios para encarnar los mejores valores morales de la humanidad.  Esto es, su formidable maquinaria de propaganda capaz de darle un rumbo compartido a poco más de 300 millones de individuos.

Me parece que este es el caso de lo que Waco –junto con su secuela brutal de dos años después, justo en la misma fecha–, no pudieron superar.  Esa especie de identidad compartida es justo lo que se rompió hace 30 años y meses, cuando agentes del Buró Federal de Investigaciones, con respaldo militar “inyectaron” durante varias horas gas lacrimógeno para intentar obligar a David Koresh, líder de un pequeño culto cristiano quien, junto con un centenar de sus seguidores fuertemente armados, llevaba 51 días intentando impedir la implementación de una orden de arresto dentro de la granja, localizada a la mitad de la nada, en que vivían.

Sea por la estupidez burocrática del gobierno federal, sea por la voluntad suicida y criminal de Koresh, el hecho marcó a Estados Unidos.

Extremismo religioso, un peculiar culto a las armas de fuego y una idea más o menos primitiva sobre la libertad del individuo frente a sus autoridades forman, por decirlo así, parte del ADN estadounidense desde su inicio como nación. Lo cual, hay que decirlo, no impidió que durante un par de siglos ese país se levantara como la principal potencia económica y militar del planeta y, también la nación más abierta a la diversidad. De hecho, en muchos sentidos, fueron el molde principal del sistema capitalista que actualmente predomina en todo el mundo.

Las contradicciones pues, siempre han estado ahí. Lo especial del caso de la secta Davidiana –técnicamente cristianos Adventistas del Séptimo Día, convencidos de la inminencia del Apocalipsis– radica en la incapacidad de la propia sociedad de reconciliar las narrativas basadas en la idealización de las armas de fuego y las enseñanzas bíblicas, con casi cualquier modelo social que pueda reconocerse como “moderno” o “civilizado”.

Nacido en 1959 en un entorno de miseria, problemas de salud mental y violencia familiar con el nombre de Vernon Wayne (que luego cambiaría por el de David Koresh) este personaje fue un “profeta” –así se presentaba– que ilustra bastante bien el contexto del lado obscuro de la sociedad estadounidense.

Waco, los hechos mismos y la secuela de atropellos que los rodean –fanatismo religioso, pedofilia, prepotencia policiaca– podrían palidecer en contraste con la casi cotidiana serie de masacres que ocurren en escuelas, hospitales, iglesias y centros comerciales de ese país.

Pero no es así, sobre todo si recordamos lo que sucedió el 19 de abril de 1995, justo a las 9:02 de la mañana, cuando otro peculiar personaje que dos años antes se hizo presente como “observador” en el “cerco a Mount Carmel”: esa mañana, en el edificio federal de Oklahoma City, Timothy McVeigh, junto con otro miembro de las llamadas “milicias”, Terry Nichols estalló un carro bomba que mató a 168 personas y dejo heridas a 680 más.

Así fue como, el cristianismo extremista convertido en violencia criminal y el culto a las armas de fuego expresado como terrorismo doméstico, lograron derrumbar el “Sueño Americano”. Aunque también hay que decirlo, no fue la primera vez. Algo similar sucedió un siglo antes con los linchamientos racistas del Ku-Klux-Klan:  En sus secuelas, Waco disminuyó la membresía del cristianismo extremista y Oklahoma City mermó a las Milicias Armadas.

Aunque Trump, los odios desde las “benditas redes”, las “fake news” y todo lo demás se harían presentes y volverían a repuntar poco después.

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