Por Vidal Romero *
La reciente visita del Presidente Obama a Cuba contribuye al gradual cambio hacia un régimen más abierto y democrático que esta isla del Caribe está experimentando. En parte por la presión internacional, en donde la casi totalidad de países pueden catalogarse como más democráticos que Cuba y en mayor parte por las carencias económicas que sufren tanto el gobierno como la población, el régimen de los hermanos Castro parece ya insostenible.
Todo indica que la transición será gradual y sin sangre, lo que son buenas noticias. Pero como en cualquier proceso de democratización, es de esperarse que el cambio venga acompañado de inestabilidad y de ajustes con significativos efectos negativos para la población.
El actual régimen cubano inició en 1959 y ha creado una densa red de intereses que no será fácil de desmantelar de inmediato, como en cualquier transición.
Existe, además, una vibrante sociedad civil que activamente espera el banderazo democrático para intensificar sus demandas al gobierno de la isla. Múltiples grupos y sus demandas serán legalizados con el cambio de régimen, lo que aumentará exponencialmente las necesidades de gasto del gobierno, pero no aumentarán en la misma proporción—si es que aumentan—los recursos disponibles del gobierno, lo que generará inconformidades y conflictos por la redistribución de recursos públicos.
Con la democratización viene también la fragmentación del poder y de la fuerza coercitiva del Estado, y los correspondientes vacíos de poder.
En este escenario, esperaríamos que temas como la inseguridad empeoraran, al menos en el corto plazo. Esto es similar a lo que sucedió en muchos países de Latinoamérica al democratizarse, México incluido.
En el caso cubano, el problema de inseguridad durante su proceso de democratización puede ser de grandes dimensiones. Históricamente, en buena medida por su localización geográfica, Cuba ha sido un lugar propicio para actividades ilegales. En estos momentos el principal peligro parece ser el narcotráfico proveniente de Sudamérica y que vería en Cuba como un punto estratégico ideal para introducir drogas a los Estados Unidos, con todas las externalidades negativas que eso implica para la población local en la isla.
Si bien el gobierno central en Cuba mantiene un significativo conocimiento sobre las actividades de la población, en varios casos no está ni cerca de tener la fuerza para controlar dichas actividades, y en otros casos pareciera que son actividades toleradas para evitar conflictos sociales. Existen múltiples mercados negros en Cuba en estos momentos, por ejemplo, prostitución, monedas, comida, refacciones de automóviles, entre otros.
Estas estructuras delictivas que actualmente representan pocas externalidades negativas para la población y operan con niveles bajos de violencia pueden servir como base para actividades de mayor escala y consecuencias una vez que el gobierno pierda el control sobre las actividades de sus ciudadanos y que reduzca significativamente el control sobre entradas y salidas de la isla.
Así el futuro en Cuba, es momento de pensar en las vacunas adecuadas para minimizar los problemas de seguridad en la, parece, inevitable transición cubana.
* Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Stanford.Jefedel De-partamento de Ciencia Política del ITAM en la Ciudadde México.