Por Oscar Luna
Es sabido que los migrantes dejan su país y origen sobretodo en busca de mejores oportunidades de trabajo y con la ilusión de poder brindarle una mejor vida a sus hijos y, en la mayoría de los casos, poder progresar para invertir en su ciudad natal, con el dinero que ahorraron con mucho esfuerzo.
Dejar el país de origen no es fácil. Se necesita de un enorme valor y de voluntad a toda prueba para vencer todos los obstáculos, para empezar separarse de la familia, la añoranza es el primer pinchazo de dolor que tienen que aguantar quienes deciden enfrentar con entereza el temor a lo desconocido, tienen que renunciar a la compañía de sus seres queridos, quienes generalmente estan cerca en los momentos difíciles, desde el momento en que salen de sus comunidades de origen o de sus ciudades, los nuevos migrantes están solos, ellos y su alma para ir en busca de un mejor futuro para ellos y sus familiares.
Hay millones de inmigrantes indocumentados en esas circunstancias, la añoranza a la tierra natal no aminora aún con el paso del tiempo, sin embargo después de algunos años de vivir en Estados Unidos, las personas se acostumbran al modo de vida, se sienten cómodos con el ingreso que les permite en muchas ocasiones ahorrar e incluso enviar dinero a sus familiars en su país de origen, en algunos casos, aunque ya tengan los recursos económicos para iniciar un negocio en su ciudad natal y tengan la ilusión de regresar, desisten de la idea porque sus hijos n o desean ir a vivir a un país que muchas veces no conocen.
Con el endurecimiento de las políticas en materia de migración por parte de la presente administración gubernamental, y ante la perspectiva de deportaciones masivas, es cada vez más factible el escenario de tener que regresar a México aún sin desearlo, lo que significa volver a aprender a vivir en un país que ya no es el que conocieron, y enfrentando una vez más la separación de todo lo que es querido.
Quienes están ante la perspectiva de un regreso forzado temen no solamente al hecho de no poder llevarse todos los bienes por los que trabajaron durante años, además de la incertidumbre, a no tener certeza de encontrar trabajo en el país es que salieron por falta de empleo precisamente.
Y aunque parezca mentira, nace el temor a enfrentarse a la discriminación de quienes los miran con desprecio y los llaman pochos o los llaman gringos en tono burlón.
Se preguntan con preocupación si el país que dejaron hace años, tiene ahora la capacidad de proporcionarles el trabajo que salieron a buscar en otras tierras hace tanto tiempo. Pareciera que los migrantes estuviésen condenados a perder todo en dos ocasiones, la primera por salir a buscar trabajo y la segunda por una repatriación forzada debido a carecer de documentos que prueben que su estancia es legal.
En un intento de atender el problema que se avecina con el regreso de los migrantes a México, se están llevando acabo distintos encuentros multidisciplinarios entre varias dependencias gubernamentales, instituciones académicas y organizaciones de la sociedad civil, para tratar de elaborar un plan de acción para las personas que regresan y éstas puedan integrarse a la sociedad, junto con sus familias.
Es el caso del “Foro de diálogo sobre iniciativas de reinserción de migrantes en retorno y sus familias. Una perspectiva desde la sociedad civil”. organizado por La Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) y el Instituto Nacional de Desarrollo Social (INDESOL), un encuentro multidisciplinario convocado por ambas instituciones para “diseñar y fortalecer las acciones para lograr una adecuada reinserción de migrantes y sus familias”, y evitar que a su regreso las personas deportadas se sientan extranjeros en su país.