Existen muchos factores que influyen en el éxito o fracaso de un estudiante en la escuela. Un aspecto fundamental y al que generalmente se le concede poca importancia porque parece no estar ligado directamente a la academia, es la alimentación, y sobretodo el desayuno.
Eso implica que su cuerpo debe haber adquirido los nutrientes para desarrollar uno de los trabajos más arduos, que es el trabajo intelectual.
Es frecuente que los niños y niñas lleguen a las aulas sin haber tomado ningún tipo de alimento, ni siquiera leche o jugo de frutas o verduras, ya sea porque en la mañana no tienen apetito, o porque no les alcanzó el tiempo para desayunar, y desafortunadamente esto suele convertirse en un hábito.
Estudios sobre el rendimiento escolar demuestran que el éxito o fracaso de un estudiante responde a una combinación de muchos factores y no solamente el nivel socioeconómico y su familia, como se creía en el pasado.
Una diferencia importante recide en quienes se alimentan antes de ir a la escuela y quienes no. El alumno que no desayuna tiende a estar somnoliento, a mover su cuerpo con dificultad como si le pesara demasiado, y parece no estar tan alerta con sus compañeros de clase.
Se le nota poco concentrado, distraído o desinteresado en el tema que se esta enseñando la clase. En muchas ocasiones no es que el muchacho no se sienta motivado por el estudio, sino que simplemente su energía esta en un nivel muy bajo y su actitud puede ser malinterpretada como pereza.
Esta actitud se debe a que cuando no se han consumido alimentos, el cuerpo tiene un mecanismo de defensa para ahorrar energía tanto física como mental, y por eso las personas se mueven mucho más lentamente.
Algunos niños sufren dolores de cabeza o mareos, los cuales pasan después de la hora del refrigerio cuando han tomado su almuerzo y por ende se sienten mucho mejor.
Podría pensarse que esto sucede con estudiantes cuyos padres se involucran poco en su educación. Sin embargo, incluso los progenitores que participan activamente en buen desempeño de sus hijos en la escuela pueden estar pasando por alto la importancia del desayuno, porque ellos mismos no se acostumbran alimentarse la mañana, o porque se han dejado llevar por el ritmo vertiginoso de la vida moderna y apenas toma un café antes de salir a la oficina.
Es muy aconsejable que de la misma forma en que cuida que su hijo llegue al escuela a tiempo y bien descansado, procure que no deje la casa con el estómago vacío. Piense que el cerebro necesita energía, proteína para funcionar, no puede hacerlo debidamente si no sele han proporcionado los nutrientes necesarios para mantenerlo activo.
Si sus niños no acostumbran comer antes de ir al escuela, hable con ellos acerca de la importancia del desayuno y de cómo tener energía les facilita el aprendizaje y hará su día en la escuela más disfrutable.
Seguramente principio no va a ser fácil cambiar el hábito de salir de casa sin desayunar. Se sugiere no forzar el cambio en forma abrupta, no forzarlos a comer abundantemente porque esto puede ser contraproducente. Pregúnteles que apetecen de lo que tenga casa y comience por serviles porciones pequeñas.
Vaya aumentando paulatinamente su ingesta de alimentos ligeros y nutritivos como frutas, cereales o yogurt, y conforme el desayuno se vaya convirtiendo en parte de su rutina para prepararse para el para ir a la escuela, sus hijos y usted verán los cambios positivos de adquirir este sano hábito.