La crisis sanitaria aceleró las pandemias que existían en el país: desigualdad, rezago económico, desempleo, fragmentación del orden urbano, etcétera, pero también invisibilizó otras como la pérdida acelerada de capital natural, y hoy se subraya el tema del contagio, de la influenza; los demás padecimientos no se consideran, apuntó el investigador del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo (PUED) de la UNAM, Mario Luis Fuentes Alcalá.
Previo a la crisis sanitaria, en los hogares se vivían enormes condiciones de erosión de sus capacidades económicas, los integrantes tenían que trabajar porque los ingresos no eran suficientes, lo que deterioró la convivencia familiar y el tiempo de cuidados. Por otra parte, las escuelas dejaron de ser seguras y hoy son espacios enormemente violentos, no solo se registra bullying, sino las violencias en general. Además, el espacio público es agresivo y todos están sumergidos en su teléfono móvil, lo que transforma las relaciones cara a cara, destacó.
De acuerdo con el experto, vivimos una suma de pandemias: “la de bajos ingresos, violencias y enfermedades evitables, por ejemplo. Una suma de lo que se denomina sindemia y que incide simultáneamente sobre los individuos y se potencia por las enormes desigualdades que nos afectan”.
En su conferencia magistral, “Comunidades pospandemia: ¿Hemos aprendido algo?”, indicó que si algo hay que aprender es que la emergencia sanitaria por la COVID-19 debe permitirnos visibilizar las pandemias y dar cuenta de su sinergia, es decir, cómo interactúan entre sí.
En ocasión del Segundo Congreso Internacional de Estudios sobre la Ciudad. Comunidades pospandemia, asimilar lo aprendido, Mario Luis Fuentes dijo:
El proceso de urbanización es acelerado e interminable, profundamente desigual, con una demografía heterogénea, sin categorías, con un enorme proceso de exclusión, dentro de las cuales se crean colectivos temporales para protegerse, pero también se excluyen.
En el encuentro desarrollado en formato híbrido el académico universitario planteó que, como parte del impacto de las sindemias, en el espacio urbano se expresa una brutal presión demográfica, cada año en este país nacen un millón 200 mil bebés. Aunque por primera vez, en 2021, hubo menos nacimientos y cayó la esperanza de vida, muestra de una erosión de los social, de lo humano.
“A ello se suma lo que llamo desplazamientos forzados, que no se refiere a la migración, sino a la movilidad por miedo a la violencia o por la destrucción que provocan los fenómenos meteorológicos, muchos mexicanos están volviendo a las fronteras tratando de salir del país”, argumentó.
Durante el encuentro realizado desde la Facultad de Arquitectura, consideró que la vulnerabilidad es una expresión territorial enorme, por lo que sería necesario crear un mapa al respecto por ciudad, que incluya los riesgos sociales; “existen lugares realmente peligrosos o propensos a tener un riesgo”.
Acotó que el escenario pospandemia es complicado, porque la emergencia sanitaria no ha terminado y la expansión del contagio de influenza es acelerado en todas las edades, Nuevo León tiene un gran problema, mientras que 10 por ciento de la población que contrajo la COVID-19 vive hoy la COVID prolongada.
Vivimos el surgimiento de nuevos virus altamente resistentes a los farmacéuticos y potencialmente pandémicos causados por el creciente deterioro de ecosistemas y destrucción de la biodiversidad.
Aunado a ello, se registran “demasiadas muertes y enfermedad: el año pasado murieron 1 millón 197 mil personas –antes de la pandemia hubo 800 mil muertos–, un exceso, muchos de esos decesos no debieron ser. Durante la crisis sanitaria la atención a personas con cáncer, en especial a mujeres, cayó en 30 por ciento por falta de diagnóstico y tratamiento oportuno. De hecho, habrá un pico en todos los cánceres, puesto que hospitales como Cancerología, entre otros, fue reconvertido en centro COVID-19. Además del registro de 113 mil niños huérfanos de la violencia”.
Puntualizó que esas eventualidades reducen la capacidad de ser y hacer, son contextos altamente complejos. Debemos considerar que, en esos territorios, en esas dimensiones sociales, el impacto de tanta muerte y enfermedad reduce las capacidades para enfrentar los riesgos sociales de un evento no planeado, recuperarse o reinventarse. Además, los economistas consideran que no habrá crecimiento en los próximos cinco años, la inflación se comerá los recursos, y se presentará inestabilidad global.
“Por ello califico esta época como una emergencia social, necesitamos acciones inmediatas, urgentes, para asumir toda la complejidad de los territorios. No tengo duda que el impacto de la pandemia por la COVID-19 fue acelerar todas las tendencias disruptivas, ocultó muchas otras, invisibilizó múltiples problemas sociales; regresamos a esta noción de que el tema es simplemente crecimiento económico o bajar la inflación”, prosiguió el también presidente de la Junta de Patronos de la UNAM.
El gran tema social es cómo crear protección para los individuos que están en movimiento, que acumulan desventajas y riesgos; “estamos en una época de incertidumbre y una vida muy inestables”, finalizó.