La decisión de la Administración Trump de lanzar “La Madre de todas las Bombas” contra un campamento del grupo terrorista ISIS en Afganistán fue una muy obvia maniobra de distracción ante la secuencia de fracasos y escándalos que tenían al nuevo presidente con los más bajos niveles de aceptación en toda la historia de Estados Unidos.
La utilización de una bomba de casi 10 toneladas de explosivo para matar poco más de 3 docenas de presuntos extremistas islámicos difícilmente respondería a una lógica auténticamente militar. Además, la tristemente célebre GBU-43/B Massive Ordnance Air Blast (MOAB) cuesta, bien los $314 millones de dólares, los $16 millones que se señaló en un inicio, o “únicamente” los $170 mil o $227 mil que se dijo después. En cualquier caso, un gasto enorme para atacar a uno de los países más pobres del planeta.
En el mismo sentido que la reciente escaramuza verbal que protagonizaron, el propio Donald Trump y el pequeño dictador de Corea del Norte, Kim Jong-un, o los ataques en Siria que “por error” mataron fuerzas aliadas, el nombre del juego suena terriblemente familiar a aquella gran película de los años 90´s –Wag the Dog—que mostraba el montaje de una “guerra” producida en Hollywood para disfrazar los problemas domésticos de un presidente hipotético, no causalmente muy parecido a Bill Clinton.
Peligroso sin duda, el escenario de calentamiento político en diversos puntos del globo, no dejan de ser una abierta contradicción en la retórica de señor Trump. Su promesa de “Make America great again” y su “America first”, están resultado en un discurso hueco que no satisface siquiera a sus más fervientes seguidores que clamaban por una eliminación radical de los impuestos corporativos y el exterminio del “ObamaCare”. Recurrir a las bravatas externas ante la debilidad en casa, es uno de trucos más gastados de la política tradicional.
Con su “gran, gran muro” de 2 mil millas en toda la frontera con México de fondo, el nuevo presidente se perfila como el protagonista central de una gran comedia sobre un el comienzo de esa realidad virtual que –con mucho estruendo y más “fake news” –, se construye desde las redes sociales y muchos conocen como “la Tercera Guerra Mundial”.