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Con unas mil personas durante el invierno y unas cinco mil en verano, la Antártida es el continente menos habitado y, aunque gran parte de su territorio se mantiene virgen, la poca lluvia y la mucha nieve que cae ahí contiene sustancias cancerígenas conocidas como PFAS, lo que ha llevado a la comunidad científica a concluir que, sin importar lo lejos y apartado del entorno, el agua pluvial ha dejado de ser potable en todo el mundo.
Así lo constataron la Universidad de Estocolmo y la Escuela Politécnica Federal de Zúrich tras una investigación de 10 años, cuyos resultados pueden leerse en la revista Environmental Science & Technology (edición del 16 de agosto), algo que a decir de Elena Tudela Rivadeneyra, profesora del Área Urbano Ambiental en la Facultad de Arquitectura de la UNAM, enciende focos rojos pues parte importante del agua que bebemos proviene de la captación de lluvias y de su escorrentía.
“Recordemos al Nuevo León de hace pocos meses y aquellas imágenes de presas secas, suelos agrietados por el Sol, nubes ausentes, agua repartida a cuentagotas y millares de regiomontanos molestos por la falta de chubascos. Atravesamos una crisis hídrica y saber que las precipitaciones pluviales traen consigo partículas riesgosas lo complica todo”.
Los PFAS, o sustancias perfluoro y polifluoroalquiladas, son un conjunto de más de cuatro mil 700 agentes químicos creados en laboratorio a mediados del siglo XX, es decir, no llevan con nosotros ni 100 años y ya se encuentran por doquier: se les ha detectado en lo más profundo de las fosas marinas, en los tejidos de animales de todas las geografías y se sospecha que cada uno, sin excepción, tenemos alguna cantidad en nuestra sangre.
Según explica del doctor Gregorio Benítez Peralta, de la Facultad de Medicina de la UNAM, se ha observado que la exposición a los PFAS favorecen la disminución de la respuesta de anticuerpos, colesterol alto, crecimiento infantil y fetal mermado, cáncer de riñón, colitis ulcerativa, tiroiditis, eclampsia y preclampsia (la Agencia Europea de Medio Ambiente añade a este listado sobrepeso e infertilidad).
En opinión de Elena Tudela, es momento de replantear mucho de lo que hacemos en cuanto a gestión pluvial, pues al día de hoy las lluvias siguen siendo una alternativa para abastecer de líquido a regiones marginadas y ejemplo de ello es PROCAPTAR, programa gubernamental basado en la instalación de un sistema de captación con fines de abasto de agua potable a nivel familiar. “La precipitación es el vehículo a través del cual estas sustancias llegan al humano y afectan su salud”, subraya la profesora, quien añade que no se trata de desechar estos esfuerzos, sino de considerar las posibles afectaciones y a partir de ello generar protocolos más seguros.
El 27 de junio Samuel García, gobernador de Nuevo León, grabó un video para explicar su estrategia contra la escasez de agua que en ese momento azotaba a Monterrey y soltó una frase que se haría viral en internet: “Ocupo una nube lloviendo siete horas”. Eso fue dos meses antes de que se la Universidad de Estocolmo publicara su estudio; hoy sabemos que esa hipotética nube regiomontana hubiera esparcido PFAS durante siete horas.
¿Químicos para siempre?
Los PFAS fueron creados en 1938 por un joven estadounidense llamado Roy Plunkett quien, a sus 27 años, los sintetizó al fusionar átomos de carbono y flúor. Y aunque al principio se usaron en tanques de guerra e incluso en la bomba atómica, por sus propiedades hidro y oleofóbicas muy rápido se comercializaron en una infinidad de productos domésticos, siendo el más popular de todos la sartén con teflón marca Dupont.
Se trata de sustancias no degradables por vía natural, por lo que se espera que persistan en el ambiente durante cientos o miles de años; ello les ha ganado el mote de “químicos para siempre o eternos”. A fin de deshacerse de ellos, un grupo de científicos del Instituto de Química (IQ) de la UNAM diseña materiales porosos que filtran dichas sustancias en el agua.
“A simple vista, nuestro desarrollo parece un polvo blanco, pero en realidad está compuesto por cristales microscópicos diseñados para capturar las sustancias perfluoro y polifluoroalquiladas presentes en el líquido” explica Dazaet Galicia, del Departamento de Química Orgánica del IQ.
Estos esfuerzos no son exclusivos de la UNAM, científicos de todo el mundo trabajan en proyectos similares. “Aunque es importante señalar que el objetivo ahora es degradar los PFAS in situ, y no sólo filtrarlos”, señala Alonso Acosta, compañero de laboratorio de Dazaet, quien añade, “pero de hacerlo mal corremos el riesgo de quedarnos con compuestos de las mismas características y con cadenas de carbono más cortas”.
A fin de lograr un proceso sin fallos, los científicos del IQ han comenzado a explorar una estrategia. “Lo siguiente es añadir aditivos químicos y un disolvente orgánico y calentarlos juntos a fin de remover los átomos de flúor de los PFAS. Lo obtenido por esta vía son cadenas alifáticas que pueden reducirse con bacterias hasta obtener elementos no perjudiciales”.
Pese a que estas investigaciones están en proceso y sin fecha próxima de aplicación, lo que se busca es reducir la presencia de sustancias perfluoro y polifluoroalquiladas, algo que a decir de los científicos del IQ es posible, pese al mote dado a estos compuestos pues, como cuestiona Alonso Acosta, “¿químicos para siempre?, ¡vamos!, eso es un término relativo”.