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El ataque de los zombis

 

Aparecieron de pronto. Detrás de la reja, escondidos en las calles. Se comunicaban con señas, con gruñidos, hasta que uno de ellos, un ex novio tóxico, descubrió que podía hablar. Azuzaban y mordían a todo el que se atravesaba en su camino. Un fin del mundo color pistache, con baba y sin mucha angustia.

Imaginar el final de los tiempos, el apocalipsis, los últimos momentos de la humanidad es sencillo, al menos para Raquel Castro. En su libro El ataque de los zombis (parte mil quinientos) los zombis pueden ser un regalo que nos acompañe a tomar clases. Adiós al acoso escolar, en la compra de “la cosa más mona: gruñoncito, apestosito, asesinito”, se tendrá garantizada la tranquilidad. Quien se acerque será engullido sin misericordia.

La autora nos cuenta en entrevista que “el humor sirve mucho para unirnos” y agrega: “no sé por qué siempre me voy del lado del humor. A veces estoy tratando de escribir un cuento de terror, terror y veo que se va conformando todo para un chiste y no me aguanto las ganas y meto el chiste”.

En el universo de Raquel Castro no sólo aparecen los zombis, también hay sombras, la herencia de un padre que participó en la revolución mexicana, un niño maltratado que teme a su madre, pirañas radiactivas, un concierto de la Ópera Carmen en un camión, organizaciones internacionales de científicos que intentan salvar al mundo de una catástrofe (no de una crisis sanitaria), gallinas y números telefónicos que nos llevan al pasado, al reencuentro con las voces de la abuela, una tentación latente.

El maltrato infantil y el acoso escolar ocupan un espacio importante en sus relatos. Castro señala que “cuando hay violencia contra los niños en la mente de los chavitos se genera un mecanismo muy complicado, porque el niño quiere el cariño de sus papás y si el cariño y la atención está envuelta en maltrato aprenden que ese maltrato es parte del amor. No tienen otra realidad con qué compararlo”.

En El ataque de los zombis aprenderemos que si una piraña te muerde adquirirás súper poderes. ¿Treparás a todos los rascacielos sin temor a caerte? ¿Te volverás invisible? ¿Escucharás todas las conversaciones a tu alrededor? ¿Serás inmortal? No, nada de eso. Lo que sí ocurrirá es que podrás aniquilar y devorarte a los acosadores y no tendrás que repetir esta frase: “La primera vez que me manosearon en el metro…”

La escritora describe la angustia y la soledad del fin del mundo: “Y corres. Y te siguen. Y te alcanzan. Mientras destrozan tu cuerpo sientes dolor pero es más fuerte el enojo, más la tristeza, y más (todavía) la desilusión. Típico, sólo ahora te das cuenta: todas las historias de zombis tienen miles de extras, y tú no eres más que uno de ellos”.

La lectura de este libro no le provocará pesadillas al lector, tal vez sí un poco de nostalgia. ¿Qué prefiere? ¿Ver zombis simpáticos que festejan el principio de una nueva era? ¿O ver la incertidumbre de una crisis sanitaria desde la ventana del confinamiento?

 

 

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