“Pragmático” y “centrista” han sido dos rasgos principales de la identidad política de Joe Biden a lo largo de sus más de 40 años que lleva en Washington D.C. dentro de la burbuja del poder. Al cumplir sus primeros 100 días como presidente de Estados Unidos ha dejado en claro –sin contrastarse explícitamente con el caos de pasado inmediato—los que serán sus principales ejes de gobierno.
Capitalismo de estado. Con una inversión pública de más de 6 millones de millones de dólares, Biden busca acortar la creciente brecha entre los one-percenters que todo lo tienen y una clase media estancada durante décadas. El plan de modernización de infraestructura, inversión en capital humano y redistribución fiscal es el más grande de la historia; puede marcar la diferencia en la definición del país como oligarquía o democracia.
Liderazgo responsable. La aún más ambiciosa apuesta para transitar de una economía global impulsada por la quema de recursos fósiles a una de energías renovables podrá regresarle a Estados Unidos la legitimidad para ocupar un liderazgo mundial que no este sustentado en bravuconadas aislacionistas o su abrumadora superioridad militar.
Prudencia y logística. A partir de predicar con el ejemplo –siempre con cubrebocas–, la administración Biden ha logrado la aplicación de casi 250 millones de vacunas en 100 días. En Estados Unidos las cifras de contagios y muertes por COVID han caído dramáticamente. En operación equivalente al desplante chino de aislar 30 millones de personas de un día a otro y construir un hospital gigante en una semana, Biden ha alcanzado ya el que podría ser el mayor logro como inquilino de la Casa Blanca.
Sin haber cumplido su promesa de presentar su propuesta de reforma migratoria integral en los primeros 100 días de su mandato, Biden sí ha mantenido una línea de usar el pulpito presidencial para predicar en favor del respeto a la diversidad, apoyar a las minorías y buscar la reconciliación nacional.
El abierto contraste con una estrategia que apostaba a las ganancias de los mercados financieros por encima de todo lo demás y utilizaba la social media como plataforma circense que llevó al país al borde del neofascismo, el presidente Biden, perfecto representante del viejo establishment “Inside The Beltway”, recurre a las formulas que durante el siglo XIX y parte del XX permitieron al Estado conducir la “economía de mercado” y apuntalar su competitividad global. Del New Deal de hace 9 década recupera la fórmula de imprimir y gastar dinero para sacar al país de la crisis –hasta ahora con claros indicios de éxito.
Con un repunte esperado en la economía nacional de un 6.4 por ciento para este año, con lo peor de la pandemia claramente superado, el presidente más viejo de la historia comienza bien. Por supuesto que todo puede cambiar. La legendaria caja de pandora sigue abierta: los mercaderes del odio siguen activos y la propia clase política que en el 2016 dio paso al abismo es la misma de entonces. Sin embargo, estos primeros 100 días ya nadie nos los puede quitar.