Por Vidal Romero
Los lamentables atentados del pasado 13 de noviembre en París han puesto a prueba muchos de los fundamentos de las sociedades occidentales. La tolerancia y el respeto a otras formas de vida se tambalean ante la amenaza—objetiva y subjetiva—de ataques terroristas de grupos militantes islamistas. Si bien muchos de sus integrantes son ciudadanos europeos, es claro que sus formas y fondo se acercan más al medio oriente que a Europa occidental.
El efecto en opinión pública, como es usualmente en estos temas, es la radicalización y la búsqueda de opciones de mano dura que excluyan y repriman a los “otros”.
En Francia, el partido de extrema derecha de Marine Le Pen, el Frente Nacional, aventaja ya las encuestas después de los atentados de París. Le siguen el partido de Nicolas Sarkozy, UDI, un partido en el centro; y al final el partido de izquierda del actual presidente francés Francois Hollande. El mensaje de los votantes es claro: se requieren medidas duras que recuperen “lo francés” (lo que sea que esto signifique), que implica excluir a los foráneos culturales, no necesariamente por nacionalidad legal.
El efecto a favor de las opciones políticas relativamente más radicales se ha extendido mucho más allá de Francia. La naturaleza del fenómeno es global y tiende a dividir a los ciudadanos del mundo entra las opciones occidentales y anti-occidentales. El perfil y mensaje de ISIS también ha contribuido a que muchos otros países además de Francia se sientan amenazados. Por ejemplo, en Japón, casi 80% de los ciudadanos opinan que ISIS puede atacar en ese país asiático. Qué tan justificada es esta preocupación, no es fácil de determinar por la misma naturaleza del fenómeno.
En los Estados Unidos también las opciones políticas extremas incrementan su viabilidad entre el electorado. El tema del terrorismo ha surgido como algo relevante en la actual carrera presidencial, ya al mismo nivel que la economía, según una encuesta de Economist/YouGov. Y en el tema de seguridad nacional, es claro que los votantes perciben que los Republicanos están mejor preparados para solventarlo. Aún así, Hillary Clinton compite con Donald Trump en la opinión de los votantes sobre quién sería mejor comandante en jefe y quien es suficientemente “duro” para ser presidente.
Dentro del Partido Republicano, los ataques de París han fortalecido la posición de Donald Trump; las encuestas más recientes muestran como ha incrementado su ventaja sobre Ben Carson y Jeb Bush. Si el tema continua siendo el principal, ya sea por retórica o por nuevos conflictos, sería muy difícil que Trump pierda las elecciones internas republicanas.
Como candidato, este tema hace a Trump más competitivo, aunque sigue abajo frente a Clinton en muchos escenarios.
Para los latinos en los Estados Unidos estas son obviamente malas noticias. No sólo porque Trump será el candidato, y eso implica alguna posibilidad de que gane la Presidencia, sino porque aún perdiendo, su candidatura traerá el tema migratorio a un escenario de debate entre extremos, el cual no ayuda a generar soluciones viables para mejorar las condiciones de los latinos que residen en los Estados Unidos.